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Espiritualidad

Lo que aprendí de mi hortensia

Jaellayna Palmer | Jul 24, 2018

PARTE 2 IN SERIES Un camino personal con pies prácticos

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Jaellayna Palmer | Jul 24, 2018

PARTE 2 IN SERIES Un camino personal con pies prácticos

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Hace un par de semanas noté en nuestro jardín una hortensia que carecía de vigor, parecía no nutrirse y parecía estar muriendo.

La reemplacé con otra planta, pero luego estaba dudosa de arrojarla al compost así que intenté plantarla en otro lugar. Felizmente para mí, esta mañana noté que está floreciendo y mostrando señales de crecimiento.

Debido a que siempre busco paralelismos entre las realidades naturales y espirituales, inicialmente pensé en cómo este es también el caso con las personas. Tendemos a florecer en ambientes propicios. Comenzando con la infancia, crecemos mejor cuando nos desarrollamos un hogar amoroso y estable, con buena alimentación y oportunidades educativas y de crecimiento.

Luego pensé en esta dinámica de una manera ligeramente diferente. Una hortensia no tiene libre albedrío, por lo que debe tener condiciones físicas precisas para prosperar. Por otro lado, los humanos tenemos la capacidad de elegir nuestras acciones y actitudes que nos ayuden a adaptarnos donde sea que estemos.

Entonces ahora interpreto todo este asunto de manera más amplia. Creo que también florecemos cuando superamos pruebas y dificultades, especialmente cuando ejercemos nuestro libre albedrío para ir más allá de nuestras propias preocupaciones.

En las enseñanzas bahá’ís, Abdu’l-Bahá vincula la felicidad con nuestra vida espiritual, y a menudo saludaba a la gente con la simple frase «Sé feliz»: Te digo que seas feliz porque no podemos conocer la vida espiritual a menos que ¡seamos felices! – citado por Shahin Vafai en El camino hacia la espiritualidad, p. 11.

También escribió sobre el estado temporal de nuestras circunstancias de vida:

No te aflijas por las dificultades y privaciones de este mundo inferior, no te alegres en los tiempos de holgura y bienestar, pues ambos pasarán. – Selección de los Escritos de Abdu’l-Bahá, p. 117.

Estas dos citas me recuerdan que, ya sea que esté experimentando condiciones perfectas o no, la felicidad está en mi mente, a mi alcance.

¿Y si en realidad mi parte espiritual puede alimentarse de estas dificultades? Tal vez las personas, eventos y circunstancias que nos causan desafíos también brindan una oportunidad para crecer. Mientras supero aquella adversidad, permaneciendo tranquilo e incluso feliz, transpongo lo que antes pensaba que era bueno para mí con lo que es aún mejor para mí.

Con el énfasis que la Fe Bahá’í le da a la transformación social, puedo ampliar el alcance de esta idea. Un elemento esencial para traducir el crecimiento personal en crecimiento comunitario es desarrollar un consulta franca y abierta como base de esta cooperación. Juntos podemos superar la adversidad compartida y mejorar nuestra condición colectiva, y así lograr un progreso social genuino. Esto funciona porque no somos como las plantas, que dependen completamente de su entorno para cumplir sus requisitos de crecimiento. Podemos influir, incluso modificar, nuestro entorno para moldearlo en nuestro propio beneficio. Esto también significa que debemos proteger la salud y la vitalidad del entorno natural.

Salí nuevamente para ver la hortensia en su nueva ubicación. El sol brilla sobre sus flores de colores brillantes. Si pudiera hablar, tal vez me agradecería por moverla a una mejor ubicación.

Como personas, podemos usar nuestro libre albedrío para ayudar a todos a crecer, desarrollarse y prosperar. Nuestra felicidad puede nacer de saber que nos estamos moviendo hacia la creación de nuestro propio jardín humano. Eso sería encantador.

Esta serie de ensayos proviene del libro recientemente publicado de Jaellayna Palmer, Personal Path, Practical Feet, que está disponible aquí.

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