Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Mi hija Renee ha muerto. La noticia me golpeó como una locomotora. Vino en una llamada telefónica de mi nieta, que apenas podía transmitir aquel terrible mensaje.
Muy quebrantado, luché por absorber la noticia y consolarla. En los próximos días, habrá un servicio conmemorativo. Después de colgar el teléfono, me aferré a mi esposa de hace 46 años y juntos lloramos.
Renee, después de viajar durante muchas horas por la noche desde su casa en Kentucky, había llegado en autobús para ver a su hija el día anterior. Antes de haberse mudado a Kentucky por invitación de su hijo, Renee había vivido durante muchos años en Wichita Falls, Texas, donde, lamentablemente, se había vuelto adicta a las drogas. Su hijo quería sacarla de ese entorno con la esperanza de ayudarla a mantenerse limpia con su familia.
Al día siguiente, Renee se aventuró a salir en aquel caluroso mediodía para visitar a una amiga que vivía a poca distancia de ahí. En la acogedora frescura de la casa, las dos amigas se abrazaron después de una larga ausencia. Después de una charla, su amiga se excusó para preparar un refrigerio en la cocina. Pero cuando momentos después regresó, encontró a Renee inconsciente y sin respuesta.
Como bahá’í, veo la muerte de manera diferente. En los escritos bahá’ís, Bahá’u’lláh reveló muchos pasajes maravillosos sobre la vida por venir. Él enseñó que cada alma probará la muerte, y al fallecer el cuerpo físico se hará comprender el valor de sus obras. En el mundo espiritual, el cielo es la cercanía a Dios, mientras que el infierno es la lejanía de nuestro Creador. Para consolar a los afligidos, Bahá’u’lláh escribió:
He hecho de la muerte una mensajera de alegría para ti. ¿Por qué te afliges? He hecho que la luz resplandezca sobre ti. ¿Por qué te ocultas de ella? – Las Palabras Ocultas, pág. 37.
Sabe tú ciertamente que el alma después de su separación del cuerpo continuará progresando hasta que alcance la presencia de Dios, en un estado y condición que ni la revolución de las edades y siglos, ni los cambios o azares de este mundo pueden alterar. Perdurará tanto como el Reino de Dios, su soberanía, su dominio y fuerza perduren. Manifestará los signos de Dios y sus atributos y revelará su amorosa bondad y generosidad. El movimiento de mi Pluma se detiene cuando intenta describir apropiadamente la grandeza y gloria de tan exaltada posición. El honor con el cual la Mano de Misericordia investirá al alma es tal, que ninguna lengua puede revelarlo adecuadamente, ni ningún otro medio terrenal puede describir. – Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, pág. 82.
Cuando murió mi hija, estos pasajes consoladores de los escritos bahá’ís me impulsaron a orar para que ella encontrara una aceptación amorosa mientras su alma se embarcaba en la siguiente etapa de su viaje eterno hacia la presencia de Dios.
En 1969, cuando Renee tenía cuatro años, su madre se separó de mí y bajo la ley de Texas obtuvo la custodia de nuestra hija. A los 15 años, Renee dejó la casa de su madre, se mudó con un novio y se convirtió en adicta a los opioides. Ella se escabullía de tener algún contacto conmigo por largos períodos de tiempo.
Los opioides incluyen sustancias altamente adictivas como la heroína, la morfina, el fentanilo, la codeína, la oxicodona y la hidrocodona. Se pueden tomar por vía oral, inhalado, inyectado o fumado. Las dosis altas crean sentimientos de euforia y somnolencia. A medida que aumenta la tolerancia, los usuarios requieren dosis cada vez más fuertes. La adicción a los opiáceos puede causar el aislamiento de la realidad, comprometer la capacidad mental, contribuir a un comportamiento irresponsable y engendrar ideas suicidas. Una sobredosis, o incluso la combinación incorrecta de sustancias opioides como el fentanilo, puede causar la muerte inmediata. Durante el 2017, en los Estados Unidos, las muertes por sobredosis de opioides aumentaron a un nivel récord: más de 70,000 personas. Ese número epidémico, mayor que las muertes por violencia con armas de fuego, accidentes automovilísticos o VIH, ha hecho que la sobredosis de drogas sea la principal causa de muerte para los adultos menores de 55 años en los EE. UU.
Según el Dr. AM. Ghadirian, un médico practicante y profesor con amplia experiencia en la prevención y tratamiento del abuso de sustancias:
Las drogas psicoactivas … pueden ser un sustituto para diferentes cosas en diferentes personas. Para algunos es un antídoto contra la inseguridad y el miedo. … A los demás les da una ilusión de autoestima y confianza. A los desesperados les da un sentido de esperanza y en uno que está desolado y deprimido le confiere un falso sentido de poder y euforia. Algunos lo usan para escapar del aburrimiento, para sentirse elevados y eufóricos. Sin embargo, otros lo utilizan para aliviar el dolor y la desesperación. Cualquiera que sea la razón para la drogadicción, esta no logra el objetivo, pero proporciona una excursión ilusoria a un mundo de irrealidad y placer. Es un secuestro psicológico del cerebro durante unas horas o días con un alto costo posterior a pagar. – Abuso de sustancias: una perspectiva bahá’í, pp. 4-5.
Con respecto a que el opio “secuestra el cerebro”, la base química de todos los opiáceos, que originalmente proviene de la planta de adormidera, Abdu’l-Bahá declaró que su uso produce:
…un tipo de demencia, y la experiencia atestigua que quien lo consume se aísla completamente del reino humano. Que Dios proteja a todos de la perpetración de un acto tan asqueroso como éste, el cual reduce a ruina el fundamento mismo de lo que es el ser humano y hace que el consumidor sea desahuciado por siempre jamás. Pues el opio se fija en el alma, de modo que la conciencia del consumidor muere, su mente se aniquila y sus percepciones se corroen. Convierte lo vivo en muerto. Apaga el calor natural. No se puede concebir daño mayor que el causado por el opio. – Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 113.
Renee había luchado con la adicción durante muchos años. A veces la corte la obligaban a recibir tratamiento. En otras ocasiones ella estaba sola. El año pasado, en la casa de su hijo, había logrado mantenerse limpia durante ocho meses. Más tarde nos enteramos de que cuando regresó a Texas durante el mayo pasado, se había rendido ante su adicción junto su amiga una vez más. La descarga de ese veneno detuvo su corazón.
Mi esposa y yo oramos por el progreso del alma de Renee todos los días, y tomamos consuelo en las palabras de los escritos bahá’ís, reconfortados porque nos prometen a todos un futuro eterno.
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