Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Las mujeres sufren malos tratos en los centros de detención de inmigrantes, los inmigrantes se ahogan ensangrentados en la frontera entre Estados Unidos y México y la policía mata a personas de raza negra. Muchos de nosotros nos enteramos de estos problemas a través de hashtags en las redes sociales, y hacemos todo lo posible para concienciar sobre estas causas. Pero, ¿qué pasaría si supiéramos de estas injusticias gracias a nuestra estrecha amistad con personas negras y latinas? ¿Y si esas amistades nos impulsaran a trabajar activamente para desmantelar estos sistemas injustos?
«La estrecha amistad interracial e intercultural ha formado parte de prácticamente todos los avances críticos en el acceso y la equidad en la historia racial de Estados Unidos», afirma Craig Rothman, director de Baha’i Media Services. «Esta ’otra tradición’ ha servido de contrapeso moral y espiritual a la tradición dominante de racismo que ocupa gran parte de nuestra historia nacional».
Es por eso que, junto con su viejo amigo y compañero bahá’í, el Dr. William H. «Smitty» Smith, director ejecutivo fundador del Centro Nacional para la Amistad Racial, produjo el documental de 2018, «Una historia americana: La amistad racial y la otra tradición». La película destaca historias de amistades y colaboraciones interraciales históricas en la búsqueda de la equidad y la justicia raciales a lo largo de la historia, desde la amistad de Harriet Tubman y Thomas Garrett hasta la de Eleanor Roosevelt y Mary McLeod Bethune.
Abdu’l-Bahá, el intérprete autorizado de los escritos bahá’ís y el hijo de Bahá’u’lláh, el fundador de la Fe bahá’í, dijo en una charla en París en 1911: “¿Qué provecho existe en estar de acuerdo en que la amistad universal es buena, y en hablar de la solidaridad de la raza humana como un gran ideal?; a menos que estos pensamientos se trasladen al mundo de la acción, serán inútiles”.
Es más fácil ver la opresión cuando estás íntimamente asociado con personas que son sistemáticamente oprimidas. Es más fácil comprender, simpatizar e implicarse en las vidas y realidades de los demás. Y es más fácil reconocer la necesidad de actuar. La amistad entre César Chávez, Dolores Huerta y Fred Ross Sr. es un ejemplo de este tipo de amistad, y Craig y Smitty creen que todos podemos aprender de ella.
La lucha de César Chávez, Dolores Huerta y Fred Ross (padre) por los derechos de los trabajadores agrícolas
De todas las historias de amistad interracial que destacaron en su película, Craig dice que le gusta especialmente la historia de la estrecha colaboración entre César Chávez, Dolores Huerta y Fred Ross (padre), que llevó a la creación de la Unión de Campesinos (UFW) en 1962. La UFW contribuyó a cambiar las deplorables condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores agrícolas latinos, filipinos y afroamericanos.
Abdu’l-Bahá dijo en una charla en 1912: “Él exhortó a todos para que fuésemos servidores de los pobres, auxiliadores de los pobres, recordásemos las aflicciones de los pobres, nos asociáramos con ellos, pues con ello podíamos heredar el Reino del cielo”.
Los trabajadores agrícolas llevan más de un siglo siendo explotados y privados de una vida digna. Ross se percató por primera vez de la pobreza y las condiciones de vida insalubres de los trabajadores agrícolas en la década de 1940, cuando trabajaba para la Administración de Seguridad Agrícola. En 1947, se convirtió en organizador de la Fundación de Áreas Industriales y formó la Organización de Servicios Comunitarios de Los Ángeles. Como organizador, Ross celebraba reuniones en los hogares de los trabajadores para debatir los difíciles problemas a los que se enfrentaban.
Según Fred Ross, (hijo), «los activistas de la CSO ayudaron a 50.000 personas a obtener la ciudadanía, registraron a 500.000 votantes, eligieron al primer hispano para el Ayuntamiento de Los Ángeles y obtuvieron una importante victoria legal contra la brutalidad policial dirigida a los mexicano-americanos». En 1952, Ross empezó a organizar a los trabajadores agrícolas de la zona de San José (California) y se puso en contacto con el activista local César Chávez para que se implicara.
En los escritos bahá’ís, se aconseja a la gente de raza blanca: “persuadirlos a ellos a través de su asociación íntima, espontánea e informal con ellos, de la autenticidad de su amistad y de la sinceridad de sus intenciones”, y, de la misma manera, se le pide a la gente de raza negra, en un esfuerzo correspondiente, a “borrar cada vestigio de sospecha que pueda aún persistir en sus corazones o mentes” para crear unidad racial en este país. Al igual que los afroamericanos, muchos hispanoamericanos guardaban, justificadamente, sospechas en aquella época.
Chávez dijo más tarde en una entrevista: «Nunca oímos nada de los blancos, a menos que fuera la policía o algún sociólogo de Stanford, San Jose State o Berkeley que viniera a escribir sobre ’Sal Si Puedes’. Nos hacían todo tipo de preguntas tontas, como cómo comíamos los frijoles y las tortillas. Creíamos que no era asunto suyo cómo vivíamos».
Ross, sin embargo, fue persistente en sus esfuerzos por reunirse en casa de Chávez, y éste finalmente accedió a reunirse con él.
«Cuando empezó la reunión», relató Chávez, «Fred hablaba en voz baja, sin chismorrear, pero diciendo la verdad. Conocía nuestros problemas tan bien como nosotros. Detrás de ’Sal Si Puedes’ había un riachuelo que transportaba los residuos de la planta de envasado cercana. Los niños que iban río abajo jugaban en él y les salían llagas. Había grandes agujeros en ese arroyo donde el agua se acumulaba y se estancaba, donde se reproducían los mosquitos. Él se enfrentó a los políticos que no hacían nada al respecto. Cuanto más hablaba, más me quedaba boquiabierto…».
Este encuentro dio lugar a cuatro décadas de colaboración y amistad. Juntos, unirían sus fuerzas a las de Dolores Huerta para lograr mejoras históricas en las condiciones de vida de cientos de miles de trabajadores inmigrantes.
«Estas historias me convierten en un optimista perpetuo», afirma Smitty. Y afirma que hace hincapié en estas historias inspiradoras porque demuestran que «incluso en la hora más oscura, el cambio es posible».
Los escritos bahá’ís comprenden y reconocen la opresión y la lucha que tantas comunidades marginadas siguen soportando. Shoghi Effendi escribió: “Debemos esperar tales acontecimientos: Cada vez es más evidente que el mundo aún no ha terminado su labor de parto, que la Nueva Edad aún no ha nacido del todo, que la verdadera Paz aún no está a la vuelta de la esquina. No debemos hacernos ilusiones sobre lo mucho que depende de nosotros y de nuestro éxito o fracaso. Toda la humanidad está perturbada, sufre y está confundida; no podemos esperar no estar trastornados y no sufrir, pero no tenemos por qué estar confundidos. Al contrario, la confianza y la seguridad, la esperanza y el optimismo son nuestra prerrogativa”. [Traducción provisional de Oriana Vento].
«Cada uno de nosotros puede ser parte de la creación de esa otra tradición en las elecciones que hacemos, en la forma en que trabajamos, en nuestras relaciones, en la forma retrospectiva en que nos planteamos las preguntas, [y en] las formas en que criamos a nuestros hijos», dice Craig.
Como dijo Huerta: «Cada momento es una oportunidad de organización, cada persona un activista en potencia, cada minuto una oportunidad de cambiar el mundo».
Comentarios
Inicia sesión o Crea una Cuenta
Continuar con Googleo