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Espiritualidad

Más allá del ego: Muere al yo y vive para la eternidad

David Langness | Dic 9, 2024

PARTE 4 IN SERIES El día del juicio

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David Langness | Dic 9, 2024

PARTE 4 IN SERIES El día del juicio

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Considera, por un momento, esta mística y a la vez práctica perla de consejo: «Si mueres antes de morir, no morirás cuando mueras».

Así dice la inscripción de la entrada de un antiguo monasterio del siglo X en el Monte Athos (Grecia). Su mensaje principal se dilucida y explica mejor con esta cita de los escritos de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í:

… sumergíos en las profundidades de la eternidad, para que la muerte no os alcance y permanezcáis para siempre a la sombra del sempiterno Semblante de Dios. Entonces la fragancia del Todo Glorioso se difundirá desde el reino del Todo Misericordioso, y tu corazón no se afligirá más por las vicisitudes de una vida fugaz y los giros de una fortuna pasajera. – [Traducción provisional]

Desmenucemos y consideremos estos dos profundos y paradójicos pasajes.

«si mueres antes de morir» – ¿cómo funciona eso? ¿Cómo podemos sumergirnos «en las profundidades de la eternidad»?

RELACIONADO: Cómo prepararse para la muerte

Parece que la profunda sabiduría de estos dos consejos espirituales nos insta a considerar seriamente el inevitable final de todas las cosas materiales, incluido nuestro propio cuerpo. Todos moriremos, nos afirman, así que, para trascender nuestra muerte corporal, tenemos la opción de contemplar activamente y asumir ese final físico mucho antes de que ocurra. Una vez que lo hacemos, podemos decidir morir a este mundo y, por tanto, empezar a vivir por la eternidad del otro mundo.

Sabemos que sólo estamos en este lugar como pasajeros temporales, así que ¿no deberíamos hacer planes para una existencia más permanente, para el otro mundo? ¿No deberíamos prepararnos para la mudanza, que todos sabemos que ocurrirá algún día? Sí, las enseñanzas bahá’ís lo confirman rotundamente:

Tal como Dios, el Exaltado, ha dicho: «Ciertamente, le haremos despertar a una vida feliz». Por consiguiente, debe concederse suprema importancia no a esta primera creación, sino más bien a la vida futura. – Selecciones de los escritos de Abdu’l-Bahá, p. 263.

Cada uno de nosotros tiene la capacidad de reconocer esa realidad. Cuando lo hacemos –cuando comprendemos que nuestras almas viven más allá de los confines del cuerpo, y seguirán viviendo cuando el cuerpo se haya convertido en polvo– podemos decidir conscientemente centrarnos en nuestra vida inmortal y darle prioridad sobre esta vida mortal problemática y fugaz. Abdu’l-Bahá esbozó esa decisión en este pasaje de sus escritos:

Así es esta morada mortal: un almacén de afl icciones y sufrimiento. Es la ignorancia lo que ata al hombre a este mundo, pues en él no puede asegurarse ninguna comodidad a nadie, desde el monarca hasta el más humilde plebeyo. Si alguna vez esta vida ofrece a un hombre un trago dulce, le seguirá un centenar de tragos amargos; tal es la condición de este mundo. El hombre sabio, por consiguiente, no se apega a esta vida mortal y no depende de ella… – Ibid, p. 261.

Desde otra perspectiva, los dos pasajes sobre evitar que la muerte alcance al alma implican otro tipo de muerte: una muerte a uno mismo, una trascendencia del ego individual. En sus escritos, Abdu’l-Bahá describió ese estado espiritual desinteresado de esta manera:

Libraos de la vida de este mundo y, en toda ocasión, anhelad la inexistencia; pues cuando el rayo regresa al sol es aniquilado, y la gota desaparece cuando llega al mar, y cuando encuentra a su Amado, el verdadero amante entrega su alma.

Hasta que un ser no ponga los pies en el plano del sacrifi cio estará privado de todo favor y gracia; y este plano del sacrifi cio es el dominio de la muerte del yo, para que entonces fulgure el resplandor del Dios viviente. El campo del mártir es el lugar del desprendimiento del yo, para que asciendan los himnos de eternidad. Haced cuanto podáis para llegar a estar completamente hastiadas del yo y vinculadas a aquel Semblante de Esplendores; y en cuanto hayáis alcanzado tales alturas de servidumbre, encontraréis reunidas a vuestra sombra todas las cosas creadas. Ésta es la gracia ilimitada, ésta es la más elevada soberanía, ésta es la vida que no muere.  – Ibid, p. 102.

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Esta tarea mística –trascender tu naturaleza inferior innatamente egoísta y desarrollar de forma activa la naturaleza espiritual superior de tu alma– constituye el mensaje central de toda Fe y de todo camino espiritual consciente. Si conseguimos reducir nuestro miedo a la muerte, podremos vislumbrar un horizonte ilimitado y comprometernos con la vida de forma plena y feliz. Para ello, debemos, según recomiendan las enseñanzas bahá’ís, «nacer de la matriz de su naturaleza, debe ir más allá de la baja naturaleza»:

… así como en el primer nacimiento el feto emerge de la matriz de la madre a las condiciones del reino humano, de igual forja el espíritu del hombre debe nacer de la matriz de su naturaleza, debe ir más allá de la baja naturaleza para comprender las grandes cosas del Reino de Dios. Debe nacer de la madre tierra para encontrar la vida eterna. Y esta realidad colectiva o espíritu del hombre, habiendo nacido del mundo de la naturaleza, al poseer los atributos de Dios, continuará viviendo por siempre en el Reino eterno. – La promulgación de la paz universal, p. 408.

Ese renacimiento requiere el reconocimiento de esta gran verdad: “el espíritu del hombre no está compuesto por elementos materiales no está sujeto a la descomposición, y por tanto no muere”.

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