Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Bahá’u’lláh, el fundador de la fe bahá’í, pidió a la humanidad «preocupaos fervientemente de las necesidades de la edad en que vivís», pero me temo que yo he sobrepasado los límites de la moderación en este sentido.
Durante los últimos años en Estados Unidos, una época de gran desunión, polarización y conflicto, admito que me convertí en una especie de adicto a las noticias, y que me pasaba varias horas al día viendo los noticieros. Como quería conocer una amplia gama de información sobre los temas cruciales a los que se enfrentan mi país y el mundo, y obtener un espectro de opiniones y énfasis, veía y escuchaba diferentes canales y programas de noticias. Leía periódicos que abarcaban todo el espectro editorial, de derecha a izquierda, y también me mantenía al día con varios canales de noticias en internet.
Pero me excedí. Después de un par de años de consumo compulsivo de medios de comunicación, me sentí aún más ansiosamente preocupado, o tal vez simplemente más ansioso, sin más.
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Resulta que la psicología contemporánea ha inventado recientemente unos cuantos nombres y acrónimos para describir este nuevo síndrome devorador de noticias: AIN, «ansiedad inducida por las noticias»; o TET, «trastorno de estrés por titulares». Estos síndromes y lo que identifican demuestran que hemos entrado en una era de ciclos informativos difíciles e incluso agotadores, que pueden desencadenar emociones intensas junto con sentimientos de impotencia, desesperación y una profunda ansiedad pesimista sobre el futuro. ¿Te suena familiar?
Muchas personas han tenido esos sentimientos. Las historias negativas de los medios de comunicación sobre tiroteos masivos, disturbios políticos, guerras, racismo, conflictos, odio, cambio climático, genocidio, extinción de especies y corrupción gubernamental se amontonan, cada vez más rápido, hasta que nuestras mentes y pensamientos alcanzan un punto crítico y caemos en una espiral de desaliento. Nos sentimos desorientados, devaluados, deprimidos e inseguros. Sin una perspectiva más amplia, un sentido espiritual compensatorio de optimismo y esperanza en el futuro, nuestra desesperación solo empeora a medida que recibimos más y más malas noticias.
¿Cuál es la solución? ¿Debemos abstenernos y evitar todas las noticias, como algunas personas que conozco? ¿Debemos esconder la cabeza bajo el ala? No, pero tengo una sugerencia sobre una práctica reparadora que me ha resultado muy eficaz. Además, es divertida, completamente gratuita, está al alcance de casi todo el mundo y no tiene efectos secundarios negativos.
Simplemente, recomiendo recitar una oración bahá’í, salir por la noche y mirar las estrellas.
En lugar de aceptar más muerte, fatalidad y desastres (que, por supuesto, impulsan los índices de audiencia de muchos medios de comunicación, lo que significa que cuanto más vemos, más aumentan sus beneficios), ¿por qué no moderar tu consumo de noticias, limitándolo a un período más corto cada día, y pasar el resto de tu precioso y limitado tiempo contemplando lo eterno?
Cuando lo hagas, darás gracias a esas estrellas de la suerte.
He aquí una oración bahá’í, escrita por Abdu’l-Bahá, que yo recito a menudo antes de dirigirme a mi ducha nocturna de estrellas purificantes:
¡Él es el Compasivo, el Todogeneroso! ¡Oh Dios, mi Dios! Tú me ves, Tú me conoces, Tú eres mi Asilo y mi Refugio. A nadie he buscado ni a nadie buscaré salvo a Ti; ningún camino he hollado ni camino alguno hollaré sino el camino de Tu amor. En la lúgubre noche de la desesperación, mi mirada expectante y llena de esperanza se vuelve hacia la aurora de Tu ilimitado favor, y a la hora del amanecer mi alma lánguida se reanima y fortalece con el recuerdo de Tu belleza y perfección. Quien sea asistido por la gracia de Tu misericordia, aunque no sea más que una gota, se convertirá en un océano sin límites, y el átomo más insignificante que sea ayudado por la efusión de Tu cariñosa bondad brillará como una estrella resplandeciente.
¡Oh Espíritu de pureza, Tú que eres el Generosísimo Proveedor! Cobija bajo Tu protección a este extasiado y fervoroso siervo Tuyo. Ayúdale en este mundo de la existencia a permanecer constante y firme en Tu amor, y permite que esta ave de alas rotas encuentre refugio y amparo en Tu divino nido que se encuentra en el árbol celestial.
«Como es arriba, es abajo», nos recuerda la venerable sabiduría, y Abdu’l-Bahá, en su libro Contestación a unas preguntas, también nos recuerda que este glorioso universo físico es un reflejo del espiritual:
…en este universo de Dios, revestido como está de la belleza, grandeza y perfección más consumadas, las estrellas luminosas del universo material son simplemente incontables! Así pues, conviene reflexionar sobre lo infinito e ilimitado de los mundos espirituales, que son la roca madre.
¿Quieres probarlo? Es muy fácil. Para empezar a hacer lo que yo llamo «terapia universal», elige una noche despejada, busca un lugar donde puedas ver las estrellas (los habitantes de las ciudades plagadas de smog y contaminación lumínica tendrán que irse al campo), reclínate o túmbate, ponte cómodo y dirige tus ojos hacia el cielo. Hazlo durante una hora. (La mayoría de las pupilas humanas no se adaptan completamente en una noche oscura y sin luna hasta que han pasado 30 minutos). Ten paciencia. Limítate a mirar. Absorbe la inmensidad, el brillo, la oscuridad, y disfruta del bienestar que te ofrecen. Imbúyete del universo.
Te sorprenderá lo que verás: soles interminables, planetas brillantes, estrellas fugaces, el borde de nuestra Vía Láctea, los rápidos tránsitos de más de 5.000 satélites en órbita terrestre, la enorme y asombrosamente luminosa Estación Espacial Internacional volando a 17.000 millas por hora mientras gira alrededor del planeta cada 93 minutos y, lo más importante, los infinitos e imperturbables alcances de esta hermosa, misteriosa y lejana creación que llamamos cosmos.
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No consigas una de esas aplicaciones que identifican las estrellas por su nombre mientras las muestra en tu teléfono, ni un telescopio que te ofrezca una visión cercana (pero muy estrecha), ni ninguna otra guía o dispositivo explicativo/científico. Déjalos para más adelante. En lugar de eso, intenta ampliar tu visión y asimilarlo todo a la vez.
Eso es lo que hacían los antepasados. Los indígenas recibían las noticias de sus amigos y familiares alrededor de la hoguera y, cuando las llamas se extinguían tras la cena, miraban hacia el plano astral. Basaban sus principales historias y mitos en lo que veían en el cielo. Las constelaciones recibieron sus nombres y sus historias de los observadores de estrellas de las antiguas culturas de Oriente Próximo, Grecia y Roma. De hecho, es probable que la propia imaginación humana comenzara cuando miramos por primera vez hacia arriba y vimos algo más grande y misterioso que nosotros mismos o nuestro entorno inmediato.
Hoy podemos hacer lo mismo, con la ventaja de un mayor conocimiento científico y el atractivo añadido de las lluvias de meteoritos, los satélites y las estaciones espaciales. Ahora podemos saber, con precisión de fechas y direcciones, cuándo las estrellas fugaces descenderán a la atmósfera terrestre e iluminarán el cielo nocturno.
Este tipo de terapia universal no es solo mi recomendación personal: muchos psicólogos han reconocido el valor de nuestra conexión espiritual inherente con la belleza natural y la maravilla que el universo puede despertar en los corazones humanos.
Contemplando la eternidad, que es literalmente lo que hacemos cuando practicamos la terapia universal, porque la luz de las estrellas lejanas tarda millones de años en llegar hasta nosotros, podemos establecer una profunda conexión espiritual con la creación. Podemos mitigar el impacto de la avalancha diaria, terrenal y francamente temporal de noticias negativas, centrando nuestra atención en lo eterno. Podemos separar lo transitorio de lo trascendente. Podemos mirar profundamente al pasado y vislumbrar el futuro. Sí, las noticias son importantes, pero ninguno de nosotros las consumirá indefinidamente. Seguirá ocurriendo mucho después de que hayamos pasado página. Cuando nos llegue el momento de pasar de este plano material al espiritual, la terapia universal ayudará a nuestras almas a estar preparadas para el viaje.
Si observamos las estrellas y los planetas con regularidad, mi experiencia me dice que pueden proporcionarnos una gran paz, un placer interminable y una sensación duradera de lo numinoso. Contemplar el universo puede incluso proporcionarnos una visión de nosotros mismos.
La otra noche, recostado y observando las estrellas desde el porche de mi casa, una hora después de la puesta de sol, vi algo insólito: al principio parecía un meteorito muy grande que se estrellaba contra la atmósfera terrestre. Iluminó todo el cielo nocturno por encima de mí. Luego, avanzando a una velocidad increíble, empezó a romperse en pedazos más pequeños, cada uno de ellos un meteorito brillante en una corriente iluminada de fragmentos ardientes que caían. Parecía un tren de mercancías en llamas que atravesaba el cielo oscuro. Me quedé literalmente sin aliento. ¿Un meteorito? ¿Un asteroide? ¿Un satélite fallido que regresaba a la Tierra? No lo sé, pero lo que sí sé es que la mayoría de la gente de nuestro planeta se lo perdió, y que lo que presencié me dio el gran regalo de una sensación de asombro y admiración e inspiración espiritual que dudo que consiga viendo las noticias.
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