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Navegando en la doble época

Hugh Locke | Ene 14, 2021

PARTE 1 IN SERIES Cambiando la trayectoria actual de la humanidad

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Hugh Locke | Ene 14, 2021

PARTE 1 IN SERIES Cambiando la trayectoria actual de la humanidad

Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.

Durante este salvaje año pasado de pandemia, política y protesta, he recordado muchas veces las antiguas tragedias griegas que a menudo se volvían tan caóticas, y las líneas argumentales tan complicadas, que parecían irresolubles.

Cuando una obra de teatro llegaba a este aparente punto muerto, la escena se detenía y un nuevo personaje que interpretaba a una deidad llegaba a través de una grúa o encima de una plataforma que se subía al escenario o se levantaba de una puerta falsa. Este dispositivo se conoció en latín como deus ex machina, que se traduce literalmente como «dios de la máquina». Una vez situado sobre el escenario, el personaje de la deidad hablaría directamente a la audiencia y anunciaría cambios en la trama que, aunque improbables, permitirían que la obra continuara y llegara a una conclusión satisfactoria.

Con el mundo ahora en un nivel de caos que parece insuperable para muchos, no tenemos otra opción que ser nuestro propio deus ex machina colectivo y proponer cambios en la línea argumental de la humanidad. Me gustaría compartir algunas ideas sobre cómo podría desarrollarse esto.

Vivir el momento de nuestra historia

Pasando del teatro a la literatura a modo de metáfora, podría decirse que todos somos personajes del capítulo inicial de un nuevo libro de la vida en este planeta; la historia se está escribiendo en tiempo real mientras vivimos un período de agitación e incertidumbre mundial sin precedentes.

El libro comienza en 2020 con una salva inicial que incluye cuatro crisis mundiales: la pandemia más devastadora de la historia moderna, provocada por el Covid-19; las primeras etapas de una recesión económica mundial, que ahora muestra signos de convertirse en una recesión a gran escala, desencadenada por la pandemia; el problema de la justicia racial en Estados Unidos y su reverberante impacto en todos los continentes; y los impactos del cambio climático, que se intensifican rápidamente. Parece como si un eje cósmico se hubiera conectado, anclado y acelerado enormemente estas crisis al atraerlas a un único vórtice que abarca la Tierra.

Desafortunadamente, hay más crisis que están a punto de unirse a la lucha. La pandemia de coronavirus ha interrumpido las cadenas mundiales de suministro de alimentos y ha exacerbado el colapso de la seguridad alimentaria en muchas naciones en desarrollo, con hambrunas ahora en el horizonte en Yemen, el sur del Sudán, el noreste de Nigeria, la República Democrática del Congo y Haití. También estamos presenciando las crisis mundiales, más lentas pero en constante evolución, de desigualdad entre géneros, polarización social, migración masiva forzosa y disparidad de ingresos, cada una de ellas siendo serias contendientes por el vórtice.

La gran pregunta: ¿es un colapso del sistema global, un reinicio del sistema, o posiblemente una combinación de ambos? Mientras tanto, millones, si no es que miles de millones de personas están tratando de protegerse a sí mismos y a sus familias mientras luchan por cómo encajan en lo que está ocurriendo a su alrededor.

A pesar de las numerosas anotaciones en el lado del colapso del sistema, las enseñanzas bahá’ís sostienen que las crisis globales superpuestas que ahora sacuden nuestro mundo son el resultado de un proceso más amplio y dinámico de cambio positivo a escala planetaria.

Aunque ese proceso comienza con elementos de colapso del sistema, estoy convencido de que en última instancia estamos en las primeras etapas de un reinicio. El caos está sacudiendo un status quo disfuncional para crear las condiciones para el surgimiento de algo nuevo.

En una entrevista con la revista Vogue en septiembre de 2020, la cantante Billie Eilish describió este «año histórico» sugiriendo: «Es casi como si el mundo mismo hubiera decidido que iba a dejar todo esto y nos dejara averiguar qué hacer».

Tal vez el descifrarlo depende de aceptar lo que significa ser humano, y en particular las profundas implicaciones de la unidad fundamental de la humanidad.

Reconocer la fuente

En este punto me gustaría pedirle a usted, el lector, que se tome un descanso de estas palabras y haga una búsqueda en Google de la frase «unidad de la humanidad».

Encontrará más de cinco millones de resultados, y página tras página de las entradas iniciales están directamente relacionadas con la fe bahá’í.

Antes de que deje de leer por la simple mención de la religión, o al menos de una religión que no es la suya, permítame decir claramente que no me propongo cambiar las creencias de nadie o la falta de ellas. Mi único objetivo es tomar el concepto de la unicidad de la humanidad, tal como se concibe y se aplica dentro de la comunidad global bahá’í, y ver cómo podría aplicarse fuera del marco de sus orígenes religiosos.

Acerca de la Unidad

Mientras que las enseñanzas originales de cada religión encarnan este concepto de la unidad esencial de la familia humana, éste es reconcebido dentro de los fundamentos esenciales de la fe bahá’í como un modus operandi práctico para el negocio de la vida. La unidad se establece como un principio espiritual y una realidad científica, con aplicaciones que, durante casi dos siglos, han recorrido toda la gama desde lo individual hasta lo colectivo.

Para ser claros, no se trata sólo de ser amable con los demás, por muy importante que sea. La unidad en este contexto no es una admonición lateral que deba ser descartada como piedad, ni puede ser agrupada con la letra de la canción «Kumbaya» (sin ofender a los amantes de este clásico de fogatas). La unidad es, de hecho, una idea fuerte, disruptiva y revolucionaria con el potencial de transformar la vida en este planeta.

La unidad tampoco consiste en suplantar a los países soberanos. En cambio, exige la reorganización del paisaje geopolítico mundial; que las naciones del mundo actúen con una lealtad colectiva al conjunto y no sólo a las partes que lo componen:

«El bienestar de la humanidad, su paz y seguridad son inalcanzables, a menos que su unidad sea firmemente establecida», declaró Bahá’u’lláh (1817-1892), el profeta y fundador de la fe bahá’í. «La tierra es un solo país, y la humanidad sus ciudadanos».

Más recientemente, el órgano de gobierno elegido de los bahá’ís de los Estados Unidos, la Asamblea Espiritual Nacional, escribió en un mensaje en 2017:

La unidad de la humanidad es mucho más que un eslogan   o un ideal abstracto e inalcanzable. Tiene profundas implicaciones tanto para el comportamiento personal como para la forma en que se organiza la sociedad – desafiando muchos supuestos actuales y revolucionando nuestras concepciones de las relaciones que deberían existir entre el individuo, la sociedad y sus instituciones. La conciencia de la realidad espiritual de los seres humanos conlleva el requisito moral de que a todos se les dé toda la oportunidad de realizar su potencial y contribuir al avance de la civilización. [Traducción provisional]

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