Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Hace aproximadamente un año, me convertí en bahá’í; sin embargo, mi camino a Dios ha sido un camino estrecho de pruebas y tribulaciones desde que era un niño pequeño.
Tuve que sobrellevar cuidados de familia sustituta de emergencia, falta de familia, negligencia, desnutrición, violencia, todas las formas de abuso y casas de drogas, todo esto antes del kindergarten. Luego durante mi infancia y adolescencia, en hospitales psiquiátricos, hogares grupales, albergues para niños, detención juvenil, seguí soportando más abuso y trauma de desarrollo, junto con un poco de amor y apoyo. También conocí al Espíritu Santo y al Malvado Susurrador, durante toda mi juventud hasta la edad adulta. Pasé por pruebas y pruebas; sin embargo, me di cuenta también de que estas también revelaban ante mí muchas bendiciones. Aprendí, a través de la severa adversidad, a volverme hacia la luz y al amor ilimitado que Dios ha seguido derramando sobre mi vida desde el día que nací:
¡OH HIJO DEL HOMBRE!
Si no te sobreviniese la adversidad en mi sendero, ¿cómo podrías seguir los caminos de quienes están contentos con mi voluntad? Si no te afligieran las pruebas en tu anhelo por encontrarme, ¿cómo habrías de alcanzar la luz en tu amor a mi belleza? – Bahá’u’lláh, Las palabras ocultas, p. 15.
Sé que estaba destinado a convertirme en bahá’í. Ahora soy capaz de ver el amanecer en el horizonte en el cual la Fe bahá’í comenzó a surgir en el siglo XIX. Estos primeros rompedores del alba, los primeros bahá’ís, que dieron sus vidas por su fe, ahora son como mis parientes espirituales. Su pasión por las enseñanzas bahá’ís brindan un propósito más profundo, una solución y un bálsamo curativo para los males dentro de mi ser y el dolor en mi corazón. Como resultado, me estoy convirtiendo en un bahá’í y pido en mis oraciones que cuando deje este mundo, yo sea un bahá’í.
Durante mucho tiempo, no supe cómo conversar con el Creador, nuestro «Abuelo». He estado practicando la meditación o el escuchar a Dios durante más de 12 años. Fue a través de la ceremonia sagrada de una cabaña donde se realiza el ritual de sudor de los nativos americanos donde pude aprender y practicar el poder de la oración por primera vez, lo que finalmente me condujo a la Fe bahá’í.
He aquí cómo sucedió: durante un momento difícil en mi vida fui invitado a cuidar el fuego ceremonial sagrado que calienta la cabaña de sudación donde se realiza el ritual. Muchos cambios se manifestaron a partir de esa amable invitación, algo que eventualmente me llevó a escuchar sobre el mensaje de la verdad que yo y muchos de nosotros no hemos podido ver.
A través de mis oraciones dedicadas a poder encontrar, literal y figurativamente, un hogar en el corazón de la creación, fui invitado a un hogar en Cotati, California. Yo no tenía hogar en ese momento y sabía que la invitación era rara, porque el estigma de la falta de vivienda y los problemas de salud mental son tan graves y negativos. La posibilidad de poder contar con un lugar para mi comenzó como algo solo temporal, por dos semanas únicamente, pero se expandiría gradualmente a un año. Fue a través de la ceremonia de sudoración que pude hacer la transición y transformarme aún más: se convirtió en un hogar para mi corazón:
«Bendito es el sitio y la casa y el lugar y la ciudad y el corazón y la montaña y el refugio y la cueva y el valle y la tierra y el mar y la isla y la pradera donde se ha hecho mención de Dios y se ha glorificado su alabanza.» – Bahá’u’lláh, Oraciones Bahá’ís, p. 1.
Desde mi perspectiva limitada como un hombre blanco sin ancestros conocidos de los pueblos indígenas de las Américas, sus formas transmitidas por sus tradiciones orales han tenido un gran impacto en mi vida. La ceremonia de sudoración en particular profundizó mi espiritualidad, mi camino de servicio en la causa del Creador y la recuperación de un camino traumático y tumultuoso hacia Dios.
La ceremonia de la cabaña de sudación, desde mi perspectiva, permite a los participantes adorar al Creador en una iglesia de la Tierra, un servicio espiritual que existió mucho antes de que las iglesias se construyeran para la adoración. Cada aspecto de la ceremonia requiere una actitud humilde de oración en acción. Desde recoger la leña y astillas, hasta la construcción de la cabaña con los esquejes de sauce, hasta la iluminación y el cuidado del fuego, gran parte de esta experiencia sencilla pero muy profunda me permitió acceder a mi espíritu y al Creador de este.
Ahora considero a aquella familia que me aceptó y me permitió sanar mientras deambulaba por los caminos del engaño como mi familia del Espíritu. Al igual que los pueblos indígenas entienden, los miembros de la familia se encuentran y estoy agradecido de que me consideren uno de los suyos.
De todos modos, en un momento de mi vida tuve un hermano adoptivo que era pariente consanguíneo de una familia que asistía a las cabañas de sudación y ceremonias nativas, pero no fue hasta que me hice adulto que mi experiencia con esta ceremonia se profundizó. Antes de conocer la abundancia de las enseñanzas bahá’ís, las oraciones, los escritos y el océano de la revelación más reciente del Abuelo de los pueblos de la Tierra, fue una ceremonia de sudación en la que por primera vez experimenté la humildad, la súplica y la actitud de oración.
Desde la invocación del Gran Espíritu antes de comenzar el Fuego Ceremonial hasta las canciones cantadas al Abuelo en cada cuatro rondas de la Ceremonia; la oración y el servicio son las acciones clave involucradas. El ver a mi tío espiritual y a su padre rezar al Creador, imitar esas acciones y encontrar mi propia voz, me abrió la puerta para poder comenzar a conversar con Dios.
Mi tío es un guerrero fuerte que camina con humildad y gran poder. Él invoca al Gran Espíritu diciendo: «Hola abuelo, soy yo, solo una lastimosa criatura de dos piernas que hace lo mejor que puede …»
Su padre, un hombre al que puedo llamar de abuelo, habla con súplica y sinceridad. Fue a través de él que escuché por primera vez referirse al Creador como Abuelo, un término utilizado por muchos pueblos indígenas, que usan el término Abuelo para recordarnos cuán cerca está Dios en nuestras vidas, más cerca que la sangre que corre por nuestro cuerpo:
¡Oh mis siervos! ¡El Dios único y verdadero es mi testigo! Este muy grande, este insondable y ondeante Océano está cerca, asombrosamente cerca de vosotros. ¡Ved, está más próximo a vosotros que vuestra vena vital! Veloces como el pestañeo del ojo podréis, si sólo lo deseareis, alcanzar este favor imperecedero, y participar de él, esta gracia dada por Dios, este don incorruptible, esta muy potente e inefablemente gloriosa generosidad”. – Bahá’u’lláh, Pasaje de los escritos de Bahá’u’lláh, p. 326.
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