Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Cuando era una niña, si me sentía perdida o confundida, hablaba con Dios y le pedía una señal que me mostrara que todo iba a estar bien.
Al crecer, abandoné ese bobo hábito en su mayor parte. Pero, dejando a un lado las supersticiones, sigo creyendo que Dios puede hablarnos a través de señales que son significativas para nosotros. Las sincronías y las coincidencias en el momento justo pueden apoyarnos y confirmarnos. Pero, ¿qué hay de pedir señales como yo lo hacía cuando era niña? Dos circunstancias únicas me enseñaron valiosas lecciones.
Mis historias pidiendo a Dios que me diera señales
Era una noche nublada. No se veía ni una estrella. Estaba pensativa, esperando los resultados de una prueba médica seria. Salí a la calle y miré al cielo nocturno. La niña que había en mí dijo: «Dios, si todo va a salir bien, por favor, dame una señal. Permíteme encontrar una sola estrella detrás de todas estas nubes y niebla». Era una prueba. Seguramente sería capaz de encontrar una pequeña estrella que me salvara. Recorrí el cielo gris. Ni una sola. Fui al frente de nuestra casa. Nada. Rodeé nuestra casa por completo. Mi corazón se hundió. Tenía días para esperar los resultados de las pruebas, y ahora mis temores eran peores que nunca.
Entonces, un dichoso pensamiento apareció en mi mente y me rescató. No importaba cuántas nubes hubiera en el cielo, o si era capaz de encontrar una estrella. No necesitaba ver una estrella porque, tanto si la veía como si no, sabía que, lógicamente, estaban ahí, escondidas detrás de esas nubes. Esto era un hecho. Mi epifanía fue que no necesitaba ver algo para creer en ello, y en este caso para saberlo. Mi objetivo era esforzarme ahora por alcanzar este nivel de fe; no un vago deseo o esperanza, sino un conocimiento absoluto:
La humanidad es notoriamente densa para leer las señales que Dios envía de vez en cuando. Necesitamos que nos golpeen los tambores en los oídos, antes de que despertemos de nuestro trance y escuchemos la advertencia y veamos que perderse en todo, es la única manera de encontrarse. – Mahatma Gandhi
En verdad digo que el alma humana es en su esencia uno de los signos de Dios, un misterio entre sus misterios. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh.
Pasaron los años y me encontré con que tenía que lidiar con personas que me hacían sentir muy insegura. Como esas personas no iban a salir de mi vida en un futuro próximo, sabía que no sería una solución fácil. Tenía que cambiar mi forma de sentirme y no esperar que los demás cambiaran.
Mi marido y yo decidimos pasar el fin de semana en las montañas. Sintiéndome todavía insegura, llegué a cuestionar el amor de Dios por mí. Como siempre es mi mayor deleite ver a los ciervos cuando visitamos las montañas, pensé: «Dios, si soy buena y digna, por favor, déjame ver un ciervo en algún momento de este fin de semana».
Durante las dos horas que duró el viaje en coche, vi un bosque majestuoso, un río caudaloso y un cielo turquesa, pero ni un solo ciervo. No importaba, teníamos tres días por delante. Pero cada día que pasaba, mi ánimo se hundía. Aunque es ilógico, estos pensamientos debilitantes impregnaron buena parte de nuestro viaje. Finalmente, llegó nuestro último día. Era el momento de partir. Mientras bajábamos de la montaña, busqué en el lado de la carretera y no vi más que maleza. Pasamos mucho más allá de donde normalmente se verían ciervos. Totalmente desanimada, perdí toda esperanza. Entonces me di cuenta como una bomba. Me sentí avergonzada y ridícula. No debía esperar que Dios me enviara señales si se las pedía. ¡Qué presunción la mía! Me dije que no debía volver a hacerlo.
En pocos minutos ocurrió algo que me dejó sin aliento. El alto tráfico se detuvo en una de las curvas de la carretera de la montaña. De repente y de la nada, un gran ciervo salió delante de nuestro coche, se detuvo y nos miró y luego atravesó lentamente la carretera. Durante unos minutos me senté con incredulidad y asombro. Mi corazón se inundó de amor divino y de una alegría abrumadora.
Por qué dejé de pedirle a Dios que me diera una señal
Después de las lecciones de humildad y confianza, obtuve mis confirmaciones, pero fue en los términos de Dios, en el tiempo de Dios. Además de aprender que no debo desafiar a Dios exigiendo señales, aprendí que Dios tiene su propia manera de mostrar su amor, mejor que cualquier cosa que yo pueda soñar o pedir. Me di cuenta de que mi trabajo consiste en cultivar una fe tan fuerte que sea conocida. Ahora no pido señales, sino que mantengo los ojos abiertos:
Sabe que toda cosa creada es un signo de la revelación de Dios. Cada uno, de acuerdo con su capacidad es, y siempre será, una señal del Todopoderoso. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh.
Siempre estamos buscando señales. Siempre pedimos que Dios nos hable. Pero esas señales están a nuestro alrededor. Están en todo. Dios siempre está hablando. La cuestión es si le escuchamos. – Yasmin Mogahed
Toda cosa creada en el universo entero no es sino una puerta que conduce al conocimiento de Él, un signo de su soberanía, una revelación de sus nombres, un símbolo de su majestad, una muestra de su fuerza, un medio de ser admitido en su recto Sendero. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh.
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