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Espiritualidad

Para todo hay un signo. ¿Cuál es el signo del amor?

Manijeh Khorshidi | May 2, 2024

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Manijeh Khorshidi | May 2, 2024

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¿Has estado alguna vez cerca de alguien que irradia energía positiva, que te llega al alma sin siquiera intentarlo? Todos sabemos bien el sentimiento de alegría que este tipo de personas puede suscitar en nosotros.

Dondequiera que habiten, parece surgir a su alrededor un espacio rebosante de entusiasmo, tranquilidad y alegre felicidad. Queremos estar en presencia de personas así, sin importar quiénes sean o la edad que tengan.

¿Cómo navegan estas personas por sus vidas con tal altura espiritual que, como un imán, atrae corazones y cautiva almas? Aquellos que atraen almas sin esfuerzo con una mirada, que nunca abandonan nuestra conciencia, ¿cuál es su secreto?

Tal vez el secreto sea el amor, dicen las enseñanzas bahá’ís.

He aquí una de las muchas verdades que Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, nos dice sobre el amor: «¡Oh hijo del Hombre! Hay un signo para cada cosa. El signo del amor es la fortaleza en Mi decreto y la paciencia ante Mis pruebas».

Así pues, el amor tiene signos. Uno es la fortaleza, nos dice Bahá’u’lláh, y el otro es la paciencia.

Ahí se revela el misterio de esta gente radiante. Son los amantes, que hablan con la lengua del amor, esta madre de todas las lenguas, con su dicción tácita y la sintaxis del corazón. La paciencia y la fortaleza germinan en sus corazones como resultado de este amor. Por eso emanan amor hacia los demás.

Esas almas especiales sienten un profundo amor por la humanidad, y todos los que les rodean pueden percibirlo. Su amor por la humanidad se produce porque aman al Creador.

En esta corta oración, Bahá’u’lláh nos pide que llevemos estas palabras a casa todos los días:

Soy testigo, oh mi Dios, de que Tú me has creado para conocerte y adorarte. Soy testigo, en este momento, de mi impotencia y de Tu poder, de mi pobreza y de Tu riqueza.

No hay otro Dios sino Tú, Quien ayuda en el peligro, Quien subsiste por Sí mismo.

Las almas radiantes que se toman estas palabras a pecho y viven sus realidades han descubierto el propósito de nuestra existencia en esta primera vida y en la vida del más allá.

Esto parece muy simple, pero no por ello es fácil. Todo lo que tenemos que hacer es convertirnos en amantes y entrar en ese camino que recorren esas personas, el camino del amor de Dios. Cuando tomamos ese camino, nuestros corazones pueden iluminarse y llenarse de amor. Sabemos quiénes somos y difundimos el amor de Dios a nuestro alrededor. ¡Qué sencillo!

Pero ¿por qué el amor, en este caso amar a la humanidad, la creación, y, por tanto, amar a Dios, el Creador, requiere paciencia y fortaleza?

Todos hemos ido al médico, y sabemos que para curarnos tenemos que seguir el camino de la curación confiando en el médico y tomando la medicina prescrita, por amarga que sea. Así, nuestra fortaleza y fuerza para seguir la prescripción de Dios para las dolencias de hoy es un signo de nuestra confianza y amor por Él. Su decreto y su remedio curativo para la vida de hoy deben seguirse con fortaleza, repeliendo las dolencias del alma: dudas e incertidumbres sobre la elección del camino hacia Dios. En efecto, el corazón puede atender al amor o al miedo. No puede albergar dos emociones opuestas al mismo tiempo. El enamorado sabe que el camino que emprende tendrá pruebas y dificultades. La promesa y la lealtad ofrecidas por el amante al Amado son la resistencia y la paciencia. Oímos la llamada del amante implorando la medicina curativa del Creador en este hermoso pasaje de Bahá’u’lláh:

¡Oh Dios! ¡Las pruebas que Tú envías son el bálsamo de las llagas de todos aquellos que están consagrados a Tu voluntad; la recordación de Ti es medicina para la curación de los corazones de quienes se han acercado a Tu corte; la proximidad a Ti es la verdadera vida de aquellos que son Tus amantes…

RELACIONADO: Los 5 lenguajes del amor –y el amor hacia nuestro creador

Necesitamos paciencia porque las pruebas y tribulaciones de la vida delinean este camino iluminado hacia Dios. Un amante tiene que demostrar su valía para entrar en el umbral del Amado. No todo el mundo puede pretender ser amante de Dios, y todo el que lo haga será puesto a prueba. Bahá’u’lláh nos recordó que si nos impacientamos en el camino espiritual, corremos el riesgo de privarnos del vino de la cercanía de Dios: «Oh mi Señor, quienquiera sea impaciente en las tribulaciones que le sobrevienen en Tu sendero, no ha bebido del cáliz de Tu amor y no ha gustado de la dulzura de Tu recuerdo».

¿Será por eso que nuestras almas anhelan estar en la órbita de los que tienen resignación y fortaleza radiantes, de los que han sido probados y han perseverado, de los que han dejado atrás muchos rasgos del yo inferior por su Amado?

Nunca es demasiado tarde para conocer y amar a Dios y adquirir fortaleza y paciencia. Tú también puedes unirte a los que recorren este camino hacia el Amado, la Manifestación de Dios para hoy. Ese camino espiritual conlleva progreso, y alegría, para cada alma.

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