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Religión

¿Por qué la religión crece y luego declina?

David Langness | Jul 25, 2018

PARTE 1 IN SERIES Toda la creación renovada

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PARTE 1 IN SERIES Toda la creación renovada

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¿Qué sucede cuando una religión declina? Se vuelve violenta y corrupta, dando la espalda a los principios espirituales originales que una vez fueron una fuerza para el bien en el mundo.

Una vez que una religión aprueba o activamente recurre a la violencia, al parecer, las enseñanzas originales de amor y bondad pronto se desvanecen. En lugar de una presencia positiva en los corazones de la humanidad, se convierte en una colección de rituales vacíos y dogmas petrificados, que carecen de la luz interior y la sabiduría que su fundador trajo y enseñó.

Si estudias la narrativa histórica de las principales religiones del mundo, parecen seguir un patrón bastante constante de crecimiento y declive, similar al ciclo natural de las estaciones de la Tierra. Las enseñanzas bahá’ís describen ese patrón de esta manera:

El día de la aparición de las Santas Manifestaciones es la primavera espiritual, es el esplendor divino, es la munificencia celestial, es la brisa vivificadora, y es el surgimiento del Sol de la Realidad. Los espíritus se revitalizan, los corazones se renuevan y cobran vigor, las almas se tornan bondadosas; la existencia es puesta en movimiento, las realidades humanas se regocijan, y crecen y desarrollan las buenas cualidades y perfecciones. Se logra entonces un progreso generalizado y tiene lugar un renacimiento, por cuanto es el día de la resurrección, época de emoción y fermento, y estación de bienaventuranza, de felicidad y éxtasis intenso.

La vivificante primavera termina en el fructífero verano. La palabra de Dios es exaltada, la ley de Dios es promulgada; todas las cosas alcanzan la perfección. La mesa celestial es desplegada, las santas brisas perfuman el Oriente y el Occidente, las enseñanzas de Dios conquistan el mundo, los hombres se educan, se logran resultados dignos de elogio, el progreso universal se manifiesta en el mundo de la humanidad, y los favores divinos rodean todas las cosas. El Sol de la Realidad se eleva desde el horizonte del Reino con sumo poder y calor. Cuando llega al meridiano, comenzará a declinar y descender. Al verano espiritual seguirá el otoño, estación en la que el crecimiento se detiene. Las brisas se vuelven vientos cegadores, y la insalubre estación disipa la belleza y frescura de los jardines, praderas y enramadas. Es decir, la atracción y la buena voluntad desaparecen; las cualidades divinas se mudan; el brillo de los corazones se empaña; la espiritualidad de las almas se altera; las virtudes son reemplazadas por los vicios: la santidad y la pureza desaparecen. Sólo el nombre de la Religión de Dios y las formas exteriores de las enseñanzas divinas subsisten. Los fundamentos de la Religión de Dios se destruyen, no quedando en pie más que formas y costumbres. Surgen las divisiones, la firmeza deviene inestabilidad, y los espíritus mueren. Los corazones languidecen, las almas se vuelven inertes y el invierno aparece, o lo que es lo mismo, la frialdad de la ignorancia envuelve al mundo y la oscuridad del error humano prevalece. Luego de esto vienen la indiferencia, la desobediencia, la desconsideración, la indolencia, la bajeza, los instintos animales y la frialdad e insensibilidad de las piedras. Es como la estación del invierno, cuando el globo terrestre, privado de los efectos del calor del sol, se vuelve un lugar desolado y sombrío. Cuando el mundo de la inteligencia y del pensamiento ha llegado a ese estado, sólo quedan muerte perpetua y una nada interminable.

Cuando la estación del invierno ha producido su efecto, nuevamente retorna la primavera espiritual, y un nuevo ciclo aparece. Las brisas espirituales soplan, la luminosa aurora fulgura, las nubes divinas brindan su lluvia, los rayos del Sol de la Realidad resplandecen, el mundo contingente adquiere una nueva vida y se viste con maravilloso ropaje. Todos los signos y dones de la primavera pasada reaparecen, acaso con mayor esplendor, en esta nueva estación. – Abdu’l-Bahá, Contestación a unas preguntas, pp. 83-85.

En esta visión única de la historia de la religión, solo una nueva revelación puede renovar una antigua. Después del invierno, solo una nueva primavera puede hacer que las flores florezcan. La religión, entonces, no es lineal, tiene que ser progresiva. Como cualquier ser vivo, debe evolucionar o morir.

Es por eso que las enseñanzas bahá’ís dicen que solo un nuevo mensajero, un profeta de Dios, posee el poder y la inspiración para renovar completamente la religión.

En el pasado, algunos movimientos de reforma religiosa pudieron haber tenido un impacto positivo temporal; pero también, con el tiempo, han creado cisma, desunión e incluso guerras entre sectas. La desunión resultante, que afecta de manera problemática a casi todas las principales religiones reveladas del mundo en la actualidad, ha creado cientos e incluso miles de denominaciones y facciones rivales.

Por lo tanto, en lugar de hacer un esfuerzo por rehacer o reformar las instituciones religiosas existentes, las enseñanzas bahá’ís dicen que solo un nuevo mensajero y un nuevo mensaje renovarán verdaderamente los ideales espirituales fundamentales del pasado:

Observa atentamente que en este mundo de la existencia todas las cosas deben ser permanentemente renovadas. Contempla al mundo material en torno tuyo, y ve cómo ahora ha sido renovado. Los pensamientos han cambiado, los modos de vida han sido modificados, las ciencias y las artes muestran un nuevo vigor, los descubrimientos y las invenciones son nuevos, las percepciones son nuevas. ¿Cómo podría ser entonces que un poder tan vital como la religión -el garante de los grandes progresos de la humanidad, el medio mismo de lograr la vida sempiterna, el promotor de excelencia infinita, la luz de ambos mundos-, no sea renovada? Ello sería incompatible con la gracia y la amorosa bondad del Señor. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá, p. 51.

El nuevo profeta para esta era, Bahá’u’lláh, fundador de la Fe Bahá’í, ha renovado, reformado y vuelto a expresar las verdades eternas de la fe para toda la humanidad.

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