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Espiritualidad

¿Por qué orar todos los días?

Rodney Richards | May 20, 2019

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Rodney Richards | May 20, 2019

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¿Por qué los bahá’ís oran todos los días? Para mí, está relacionado con la naturaleza del alma humana. Al igual que el cuerpo necesita comida y agua, nuestra alma necesita alimento espiritual diario.

Los bahá’ís pueden decidir libremente en qué momento orar, pueden usar las oraciones bahá’ís reveladas por Bahá’u’lláh, el Bab y Abdu’l-Bahá, o pueden crear espontáneamente sus propias oraciones.

Sin embargo, en una de las leyes básicas instituidas por Bahá’u’lláh, se les pide a los bahá’ís recitar en voz alta una oración obligatoria diaria. Ellos pueden elegir entre tres: una corta, mediana o larga, dependiendo de su inclinación y las circunstancias en que se encuentren. Estas oraciones, prescritas para ser dichas en diferentes momentos del día y en diferentes modos, poseen diferentes longitudes y niveles de complejidad. La corta toma solo unos segundos en ser recitada, mientras que la más larga puede durar diez minutos, pero independientemente de su duración, cada una de las tres oraciones obligatorias bahá’ís contiene una gran percepción y sabiduría espiritual.

La oración obligatoria corta, que debe decirse una vez cada 24 horas al mediodía, consta de solo 50 palabras en tres oraciones. En esta se confirma la fe del creyente en Dios y el deseo de adorarlo. También confirma la relativa impotencia y pobreza del creyente, y su confianza en el poder de Dios. Termina con un reconocimiento de la unidad del Creador:

Soy testigo, oh Dios mío, de que Tú me has creado para conocerte y adorarte. Soy testigo en este momento de mi impotencia y tu poder, de mi pobreza y de tu riqueza. No hay otro Dios sino Tú, Quien ayuda en el peligro, Quien subsiste por Sí mismo. – Bahá’u’lláh, Oraciones Bahá’ís, pág. 3.

Cuando decidí hacerme bahá’í, conocía las oraciones obligatorias, pero me llevó años entrenar mi mente y mi corazón para recordar y dedicar tiempo para recitar una de ellas. Incluso puse la alarma en mi reloj para el mediodía como recordatorio. Al trabajar en una oficina, me encantó encontrar ese momento privado y tranquilo para recitar la oración obligatoria del mediodía. Se convirtió en un hábito beneficioso, generando una sensación de logro cuando la hacía y decepción cuando lo olvidaba. Cada día, este hábito también me conectaba con la realidad de mi alma, ayudándome a reconocer mi realidad espiritual en medio de este mundo físico:

«…en cada palabra y movimiento de la oración obligatoria hay alusiones, misterios y una sabiduría que el hombre es incapaz de comprender, y que las letras y rollos no pueden contener». – Abdu’l-Bahá, citado en el Libro Más Sagrado de Bahá’u’lláh, pág. 210.

Las tres oraciones obligatorias bahá’ís hablan de la certeza y la seguridad de saber que un Dios amoroso nos ayudará. Tanto la oración obligatoria mediana como la larga han prescrito movimientos o actividades asociadas con ellas. Con la oración de media longitud, por ejemplo, se debe lavar las manos y la cara, así como pararse y sentarse durante su recitación. Esa oración, que se realiza por la mañana, al mediodía y por la noche, toma de cuatro a cinco minutos cada vez.

Estas tres oraciones obligatorias bahá’ís me han ayudado a comprender que el poder de la oración no puede ser subestimada. Este sencillo acto puede elevar el espíritu y traer esperanza a los desesperados:

¡Oh tú que vuelves el rostro hacia Dios! Cierra los ojos a todo lo demás y ábrelos al dominio del Todoglorioso. Pídele solamente a Él cuanto desees; solicítale sólo a Él todo lo que requieras. Con una mirada Él otorga cien mil esperanzas, de un vistazo Él cura cien mil enfermedades incurables, con un gesto Él pone bálsamo en toda herida, con una ojeada Él libra los corazones de los grillos del dolor. Él hace lo que hace y ¿qué recurso tenemos nosotros? Él lleva a cabo Su Voluntad, Él ordena lo que desea. Así que es mejor que inclines la cabeza en sumisión y deposites tu confianza en el Señor Todomisericordioso. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 40.

Alabado sea Dios, pues tu corazón está ocupado en la conmemoración de Dios, tu alma se regocija con las buenas nuevas de Dios y estás absorto en oración. El estado de oración es la mejor de las condiciones, pues el hombre entonces está en asociación con Dios. La oración ciertamente confiere vida, en especial cuando es ofrecida en privado y en momentos como la medianoche, cuando se está libre de las preocupaciones diarias. – Ibid., pág. 152.

La oración obligatoria larga, recitada una vez en 24 horas, me hace llorar cuando la recito y me obliga a contemplar profundamente el significado de sus palabras. Comienza con una invocación a Dios:   «Te suplico… que hagas de mi oración un fuego que consuma los velos que me han apartado de Tu belleza». – Bahá’u’lláh, Oraciones Bahá’ís, pág. 7.

Cuando me dejo ser llevado por la belleza y la sinceridad que se encuentra en esa oración larga, me siento conmovido en muchos niveles a responder al llamado de Dios a la servidumbre y la fe. Su frase «Yo soy tu siervo, oh mi Señor, y el hijo de tu siervo», reconoce nuestra relación con nuestro Creador. Cuando atestiguamos que estamos «dispuesto a hacer tu voluntad y tu deseo», reconocemos esa estación de servidumbre. Cuando le pedimos a Dios que «no consideres mis actos ni mis esperanzas», nos damos cuenta de nuestra dependencia a su misericordia. En esa oración, puedo descubrir mi alma y recibir la seguridad de su existencia eterna:

Haz de mi oración, oh mi Señor, una fuente de aguas de vida para que yo viva tanto como perdure Tu soberanía y haga mención de Ti en cada mundo de Tus mundos. – Ibid.

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