Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Todas las religiones y culturas hablan de una dimensión espiritual, un reino invisible de belleza y luz, un lugar de antepasados y seres espirituales.
Este reino no es un lugar lejano «allá afuera». No hay separación entre nuestro reino material y esa dimensión espiritual: solo un fino velo los separa. Somos como bebés en el vientre materno, creciendo y desarrollando nuestras capacidades hasta que nacemos en ese reino. Aunque el infante puede no ser consciente del otro mundo y pensar que está solo: el velo entre este mundo y el siguiente es el manto que llevamos como una capa, la placenta que nos conecta con nuestra madre, como Abdu’l-Bahá explicó en sus escritos:
Has de saber que Dios nuestro Señor posee dominios invisibles que el intelecto humano jamás tendrá la esperanza de desentrañar, ni de concebir la mente del hombre. Una vez que hayas limpiado la vía de tu sentido espiritual de la contaminación de esta vida terrenal, aspirarás las agradables fragancias de la santidad que proceden de los dichosos jardines de aquel país celestial.
Desde mi infancia y juventud tuve la suerte de tener amistades y relaciones indígenas, y durante un tiempo viví en la reserva india de Wind River, en Wyoming. Aunque cada Fe tiene creencias en torno a la dimensión espiritual, muchas tienen dificultades para entender lo que esas enseñanzas significan en términos prácticos.
Una de las mayores alegrías de mi vida ha sido ser testigo de las tecnologías espirituales indígenas como formas vividas de honrar las relaciones íntimas con quienes han fallecido. Todas las comunidades indígenas están dotadas de muchas herramientas para tender puentes entre el reino físico y el espiritual y, al igual que las comunidades científicas de todo el mundo, han pasado miles de generaciones elaborándolas y perfeccionándolas.
Algunas personas entienden que la ciencia occidental es «objetiva» y «universal», sin embargo, en la cultura de la ciencia occidental se aprecia cada vez más que la comprensión científica se ve afectada por el propio acto de observación. Es relativa. Se podría decir que la comprensión tiene que ver con las relaciones.
Es el momento en el que tenemos un destello de perspicacia en el que se establecen todas las conexiones y, cuando comprendemos profundamente, lo sentimos en nuestro cuerpo. Podría decirse que no sabemos algo hasta que lo sentimos. Hasta que las verdades y principios universales no se localizan en nuestra experiencia, no podemos decir que los conozcamos realmente. Einstein pudo desarrollar su modelo matemático de la teoría de la relatividad porque cuando era joven tuvo un sueño o una visión de lo que se sentía al cabalgar sobre un rayo de luz. Entonces empezó a traducir esa experiencia subjetiva en expresiones matemáticas de lo universal. En su propia obra posterior, Einstein hizo explícita la importancia de la experiencia subjetiva como quizá el fundamento más importante del descubrimiento.
Sería injusto y falso pretender que la perspectiva del observador no influye en la naturaleza de lo que se observa. Aunque estos conocimientos han surgido con las ideas de Einstein y de otros, los pueblos indígenas lo saben desde hace muchas generaciones. Por eso los relatos de experiencias vividas son una forma de enseñar estas tecnologías espirituales.
En esa forma ancestral de narrar historias, podemos encontrar tanto un homenaje a la naturaleza subjetiva de la observación como una humildad intelectual que invita al oyente a explorar su propia comprensión.
Después de escribir el primer borrador de estas historias, me pidieron que explicara y aclarara algunos de los principios espirituales que contienen. Dudé durante mucho tiempo antes de intentarlo. Recordé una práctica de los Ancianos. Cuando cuentan sus historias, rara vez, o nunca, he visto a un anciano detener su relato para explicar su «significado» a quienes le escuchan. Esto es muy sabio, ya que cada persona tomará de la historia lo que está preparada para entender, y lo que aún no está preparada para entender quedará a la espera de que lo descubra a medida que madure. Tratar de explicárselo antes de que esté preparado podría impedirle dar el paso natural de aprenderlo más adelante de forma integrada. Quizá lo más importante es que he dejado de intentar «explicarlo» porque me he dado cuenta de que, de vez en cuando en mi vida, me doy cuenta de que una de mis suposiciones fundamentales sobre la realidad era completamente errónea.
Con el tiempo ha aumentado la frecuencia con que me doy cuenta de mi propia ignorancia. ¿Por qué entonces debería «explicar» mi propia interpretación de lo que hizo que ocurrieran los milagros de estas historias? Eso sería como decidir que debo cristalizar una etapa de mi ignorancia como Verdad. Así que he llegado a un compromiso y solo a veces he explicado mi comprensión actual de los principios espirituales involucrados. Mi mayor esperanza es que esto te invite a seguir adelante con tu propia investigación independiente de la realidad espiritual. La fe, la creencia y la confianza no son solo pensamientos firmes. Sino que, como Abdu’l-Bahá señaló en las enseñanzas bahá’ís, deben ponerse en práctica:
Esforcémonos día a día por ser más espirituales, por lograr la unidad del mundo humano, por practicar la igualdad humana, por difundir la misericordia divina, por mostrar el amor de Dios a todos los que están en la tierra, para que los poderes espirituales brillen en todo su esplendor; que no quede ninguna autoridad al cuerpo, para que el espíritu, que sostiene y rige el mundo humano, forme un solo ser, una sola persona. – [Traducción Provisional de Oriana Vento]
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