Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Las enseñanzas bahá’ís abogan por la eliminación de las disparidades extremas entre ricos y pobres, y consideran que estas disparidades son una gran injusticia y un gran impedimento para la paz mundial.
¿Puede una nueva infusión de espiritualidad resolver ese enigma? Abdu’l-Bahá escribió:
Sopesa lo siguiente, mientras que una persona, mediante la colonización de un país, acumula para su beneficio y disfrute una fortuna enorme, hasta asegurarse que las ganancias y los ingresos fluyan como un río, son centenares de miles las personas desamparadas, débiles e impotentes, precisadas de un simple mendrugo. En ello no hay ni igualdad ni benevolencia. Comprenderás que es así como la paz y la felicidad de todos son destruidas, el bienestar de la humanidad negado, y la vida de muchos llevada al extremo de volverse estéril. Pues las fortunas, los honores, el comercio y la industria están en las manos de unos pocos industriales, en tanto que el resto de la gente se encuentra sometida a una larga serie de dificultades y a una infinidad de tribulaciones, sin ventajas, sin beneficios, sin comodidades, sin paz.
En respuesta a este desafío vital, la creciente disparidad económica en el mundo, las enseñanzas bahá’ís sugieren la promulgación de leyes y reglamentos: «deberían establecerse normas y leyes para regular las fortunas excesivas de ciertos particulares y satisfacer las necesidades de millones de pobres», de modo que se obtenga «cierto grado de moderación«.
Pero las leyes y regulaciones por sí solas no pueden abordar el problema de manera efectiva, por lo que los escritos bahá’ís también señalan la necesidad de una base espiritual para el comportamiento económico como una salvaguarda necesaria y fundamental para la sostenibilidad de esas leyes y regulaciones. Según Abdu’l-Bahá, «Los fundamentos de toda condición económica son divinos por naturaleza y están asociados con el mundo del corazón y del espíritu».
Las referencias de Abdu’l-Bahá a la naturaleza esencialmente moral y espiritual de las condiciones económicas se corresponden bien con un futuro sistema de economía política. La economía política, como precursora de las disciplinas económicas modernas, surgió de la filosofía moral y del concepto de que la economía es esencialmente un campo de estudio normativo. Los economistas clásicos como Adam Smith y Thomas Malthus no intentaron superponer valores morales normativos al comportamiento económico.
En cambio, creían que los valores normativos constituyen la propiedad esencial de cualquier actividad económica. Creían que la agencia moral, como una fuerza de restricción, frenaría naturalmente los excesos de interés propio, pero eso no ha sucedido.
Las enseñanzas bahá’ís sobre la interacción dinámica de los mundos económico y espiritual nos llevan a creer que los valores morales tienen una existencia universal independiente, similar a la de las verdades matemáticas. Sin embargo, esos valores surgen en el contexto de los procesos socioeconómicos. Cuando la gente comenzó a desarrollar un sistema de intercambio, el mecanismo del mercado evolucionó gradualmente. Sin embargo, pronto la gente se dio cuenta de que todo sistema de intercambio funcional se basa en la honestidad, la confianza y la reciprocidad, que deben mantenerse para que puedan prevalecer la cohesión social y la viabilidad económica.
El barrio de Paraisópolis, uno de los más pobres de São Paulo, Brasil, está situado justo al lado de Morumbi, uno de los más ricos.
En nuestro mundo en constante reducción, esto requiere nuevos niveles de cooperación y unidad. Abdu’l-Bahá escribió:
Como fue preordinado por la Fuente de la Creación, el templo del mundo ha sido diseñado a imagen y semejanza del cuerpo humano. De hecho, cada uno de ellos refleja la imagen del otro, ojalá observaras con ojos perspicaces. Con ello quiere decirse que tal como el cuerpo humano en este mundo, que exteriormente se compone de diferentes extremidades y órganos, constituye en realidad una entidad estrechamente integrada y coherente, la estructura del mundo físico es del mismo modo como un solo ser cuyas extremidades y miembros están inseparablemente ligados entre sí. Si se observara con ojos que descubren las realidades de todas las cosas, quedaría claro que la máxima relación que mantiene unido al mundo del ser se halla en el ámbito de las cosas creadas mismas y que la colaboración, la ayuda mutua y la reciprocidad son características esenciales del cuerpo unificado del mundo del ser, por cuanto todas las cosas creadas están estrechamente relacionadas y cada una de ellas es influenciada por las demás u obtiene provecho de ellas, directa o indirectamente.
De ahí que se haya afirmado que la colaboración y la reciprocidad son propiedades esenciales propias del sistema unificado del mundo de la existencia, sin las cuales la creación entera quedaría reducida a la nada.
Cuanto más se refuerce y expanda esta interrelación, tanto más avanzará la sociedad humana en el progreso y prosperidad. En efecto, sin estos nexos vitales será completamente imposible que el mundo de la humanidad alcance la verdadera felicidad.
La visión del mundo bahá’í sugiere que los valores morales pueden ejercer una influencia significativa en el mecanismo del mercado, no separándolos de la empresa, sino más bien considerando la empresa misma como una disciplina y práctica moral. Detrás de esta afirmación hay un concepto más amplio basado en la unidad subyacente de los procesos sociales y la revelación religiosa.
Los bahá’ís creen que la revelación de las enseñanzas bahá’ís otorga a las transacciones económicas de significado y dirección, mientras que las transacciones económicas crean una matriz necesaria para la realización de la voluntad de Dios en la Tierra. La fusión de ambos en forma de un orden moral conforma el núcleo de la civilización humana. En consecuencia, considerar la economía como una disciplina esencialmente normativa no se considera una aberración, sino más bien una restauración del punto de vista histórico.
Sabemos que el mecanismo del interés propio, tal como se refleja en los mercados económicos, ha formado parte de la evolución natural de la humanidad. Sin embargo, el punto de vista bahá’í sostiene que la curva del interés propio ha agotado su papel dominante en la historia económica y ahora está perdiendo su antiguo terreno ante las realidades emergentes de una nueva civilización mundial.
Los escritos de los bahá’ís nos invitan a contemplar el curso de la evolución humana y la manera en que los seres humanos han ido más allá de sus impulsos instintivos a lo largo de la historia. Esta extraordinaria metamorfosis nos obliga a reflexionar sobre algunas cuestiones fundamentales: ¿Cuál fue la causa de la transformación moral de la especie humana? ¿Qué condujo al refinamiento de los valores humanos? ¿Qué factores han hecho que las personas expresen un amor incondicional o demuestren conductas de sacrificio por los demás?
La economía de intercambio se define como una economía en la que los bienes y servicios se intercambian por un retorno de igual valor. Por el contrario, en el comportamiento de sacrificio, uno da por amor sin esperar nada a cambio. El sacrificio desafía los fundamentos del intercambio material, y da plausibilidad a la idea de que pueda haber valores morales y espirituales independientes por encima de la mera medida de los beneficios materiales.
A lo largo de la historia, hemos visto un conflicto incesante entre la dinámica de la creación de riqueza y la justicia social. Desde una perspectiva bahá’í, la naturaleza de este conflicto, si se examina cuidadosamente, refleja un proceso histórico de prueba-error destinado a armonizar la economía del interés propio con una economía política internacional basada en un sistema de ética/ley universal, un gobierno mundial y una distribución equitativa de los recursos entre toda la humanidad.
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