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Espiritualidad

¿Qué entiendes por «Dios»?

Bryan Donaldson | Dic 9, 2020

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Bryan Donaldson | Dic 9, 2020

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«¿Crees en Dios?», le preguntó un hombre llamado Nikolai a su amigo, Ali-Akbar Furutan.

«Nikolai, no creo en el Dios en el que tú no crees», respondió el Sr. Furutan. Él era un bahá’í que vivía en la Unión Soviética en los años 20. Si respondía que sí, se arriesgaba a visitar el gulag, y si respondía que no, estaría mintiendo. Gracias a su rápido ingenio, consiguió vivir para contarme esa historia en 2001.

Aunque no estoy bajo ninguna amenaza, tomo un enfoque similar al del Sr. Furutan cuando la gente me pregunta si creo en Dios. No suelo usar la palabra «Dios» en el lenguaje cotidiano porque puede significar algo diferente para cada persona con la que hablo. Puedo estar de acuerdo con un ateo en que la imagen comúnmente representada de un Dios parecido a un humano es una idea falsa y dañina. Sin embargo, me profesaría como creyente en Dios cuando hablo con un cristiano. Si eso suena confuso, siga leyendo.

No creo que Dios sea un superhombre fabricante de milagros que administre el cielo, pero también reconozco que todo lo que pueda articular sobre Dios probablemente también esté equivocado. He estado yendo y viniendo, preguntándome si descifrar a Dios es la pregunta más crítica y relevante para la vida diaria o no. Si Dios es tan incognoscible e inabarcable, ¿por qué preocuparse por ello?

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Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, presenta un flujo lógico de ideas que es a la vez familiar y revolucionario al describir a Dios en su Libro de la Certeza. Explica que gran parte de la realidad de Dios es desconocida y simplemente más allá de la capacidad de cualquiera para comprenderla. «Es evidente para todo corazón perspicaz e iluminado que Dios, la Esencia incognoscible, el Ser divino, es inmensamente exaltado por encima de todo atributo humano tal como existencia corpórea, ascenso y descenso, salida y retorno. Lejos está de Su gloria el que la lengua humana pueda apropiadamente referir Su alabanza, o que el corazón humano pueda comprender Su misterio insondable».

La incógnita de la esencia de Dios es fundamental. Pero Bahá’u’lláh también explica que «La Fuente de la gracia infinita ha hecho que…  aparezcan del reino del espíritu aquellas luminosas Joyas de Santidad, en la noble forma del templo humano, y sean reveladas a todos los hombres, a fin de que comuniquen al mundo los misterios del Ser inmutable y hablen de las sutilezas de Su Esencia imperecedera».

Esas «Joyas de Santidad» describen un papel específico recurrente encontrado a lo largo de la historia, una posición que Bahá’u’lláh dice que continuará apareciendo cada mil años dentro del futuro indefinido. Los bahá’ís se refieren a ellos como»Manifestaciones de Dios»: una persona que nace con una percepción espiritual innata y pasa por una iluminación divina que le da un conocimiento y una perspicacia perfectos. Como un médico experto, perciben las enfermedades de la humanidad y prescriben un remedio en forma de enseñanzas y leyes que traen el nivel más alto posible de educación espiritual a los que responden a su mensaje.

Estas manifestaciones siempre son rechazadas inicialmente por aquellos que están en el poder. Son perseguidos; sin embargo, su religión finalmente vence a sus enemigos al amanecer una nueva edad de oro. Sin embargo, con el tiempo, toda religión se corrompe a medida que la vida espiritual se desvanece de la comunidad de adherentes, y la Esencia desconocida – lo que llamamos «Dios» – vuelve a levantar otra Manifestación para llevar a la humanidad al nuevo nivel de educación que necesita desesperadamente. Yo creo que Bahá’u’lláh fue una Manifestación de Dios. Además, creo que esto será evidente para todos los que investiguen los signos de su revelación con una mente abierta e imparcial.

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Dios no tiene forma material y no está ahí fuera en algún lugar del universo. Estas manifestaciones de Dios no son físicamente Dios, pero muestran espiritualmente los atributos de Dios. Observar sus atributos espirituales es observar los atributos de Dios, que es todo lo que podemos conocer de Dios. En menor medida, esos atributos pueden ser observados en nosotros mismos. Baháʼuʼlláh también enseñó que Dios está potencialmente dentro de nosotros, más cerca de nosotros que nuestro propio ser: “Pues en [el ser humano] … están revelados potencialmente todos los atributos y nombres de Dios en un grado que no ha sido superado ni excedido por otro ser creado. A él le son aplicables todos esos nombres y atributos”.

En el Nuevo Testamento, Pablo dice, «Dios es amor». El amor está disponible para todos, y estas cualidades son infinitas. Nunca logramos el amor, la bondad, la justicia, o la unidad perfectos, simplemente estamos siempre acercándonos ellos. Estas virtudes son el objetivo de nuestras vidas individuales y colectivas, y nos traen una alegría que nunca se desvanece.

Hay una oración bahá’í que dice, «Oh Dios, mi Dios, mi amado, el deseo de mi corazón». Para mí, esta oración no está hablando de algo que esté fuera de mí mismo o fuera de mi capacidad de comprensión. Está hablando de las cualidades espirituales que veo en mí y en los demás. Estas ideas se repiten en muchos de los escritos de Bahá’u’lláh. Él menciona que la capacidad de conocer los atributos de Dios debe ser considerada como “el impulso generador y el objetivo primordial que sostiene la creación entera”. Y, sobre la realidad humana, Dios ha “Él ha concentrado el esplendor de todos sus nombres y atributos y ha hecho a ésta un espejo de su propio Ser”.

Suena cliché decir que Dios está dentro de nosotros, pero esto es lo que todos los libros sagrados nos han enseñado, y Bahá’u’lláh lo afirma claramente. Pasamos nuestras vidas buscando satisfacción – en cosas materiales, validación de otros, placeres físicos, o poder mundano – pero la verdadera alegría puede ser alcanzada mientras se está privado de todas esas cosas. Cada persona tiene un poder latente que conduce a la satisfacción, el amor, la curiosidad, el desinterés, el coraje y más.

Estar sin esos atributos es estar lejos de Dios, y ser fuerte en esos atributos es estar cerca de Dios.

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