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¿Qué es la maldad extrema?

Marco Oliveira | Mar 29, 2017

PARTE 7 IN SERIES La cosecha de la creación

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Marco Oliveira | Mar 29, 2017

PARTE 7 IN SERIES La cosecha de la creación

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En el artículo anterior de esta serie, reflexionamos sobre las respuestas espirituales ante el sufrimiento causado por eventos naturales. Ahora, volvamos nuestra atención sobre aquellos eventos donde los seres humanos mismos son los que causan terribles sufrimientos. A esto le llamo “la maldad extrema”.

Tenía solamente 10 años cuando vi una serie de documentales de la televisión británica llamados “El mundo en guerra”, dedicados a la Segunda Guerra Mundial. Cada episodio relataba la historia de eventos específicos durante esos años terribles: las principales campañas de la guerra, la vida en Alemania y en Gran Bretaña, las atrocidades ocurridas en los países ocupados, etc. Uno de los episodios titulado “Genocidio” se centraba en la ejecución de la “Solución final” nazi y de los campos de la muerte. Ver los buldócer depositar las pilas de cadáveres en las fosas comunes me causó una impresión tan profunda que esa noche no pude comer nada durante la cena. Fue mi primer contacto con la “maldad extrema”.

Gestapo concentration camp in Germany during WWII

Campo de concentración de la Gestapo en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial

Diversas películas y documentales nos han dado una descripción bastante completa de los horrores del holocausto. De los recuentos y testimonios que he encontrado, aquí les comparte uno de un sacerdote católico, el padre Eloi Leclerc:

Estuve en Buchenwald y en Dachau. Allí atestigüe los inmensos horrores inhumanos. Fue un verdadero descenso al infierno en medio de miles de personas sacrificadas como ganado. Allí, experimenté el silencio de Dios ante tanta maldad, tanta muerte. Aquellos que no hayan pasado por esta experiencia no pueden siquiera imaginar lo que es. Es el momento del silencio absoluto de Dios, de Su ausencia. Dirigía mis ojos al cielo, pero el cielo no respondía. El llanto no llegada hasta ahí. Allí me di cuenta que uno bien podía ser ateo. Esta es una cuestión muy seria para un creyente. ¿Cómo creer en un Dios de Amor luego de Auschwitz, Dachau y Buchenwald? ¿Podemos seguir creyendo en un Dios de Amor frente a tal miseria, soledad y sufrimiento?
Esta pregunta, que resalta el punto central de la teodicea, nos desafía a todos.

Un artículo anterior de esta serie definió “maldad” como las acciones humanas cometidas con el propósito deliberado de infligir sufrimiento. Pero todo ser humano, como nos dicen los escritos bahá’ís, tiene libre albedrío, cada uno de nosotros puede optar por realizar hechos buenos o hechos malos:

Mas en lo que se refiere a elegir entre obrar el mal y el bien, el hombre es libre de obrar de acuerdo con su propia voluntad. Por ejemplo, si así lo desea puede destinar su tiempo a la alabanza de Dios, o bien ocuparse en otros pensamientos; puede tornarse en un bienhechor amante del mundo, en una luz incandescente encendida por el fuego del amor a Dios, o bien odiar al género humano y dejarse absorber por las cosas materiales. Puede ser justo o cruel. Semejantes actos y obras están sujetos a la voluntad del hombre mismo y de ahí su responsabilidad ante ellos. –  ‘Abdu’l-Bahá, Contestación a Algunas Preguntas, páginas 302-303.

Reflexionar sobre la maldad extrema que las personas pueden cometer, nos puede llevar a cuestionar la existencia del bien comparable que las personas pueden hacer en el mundo. Pero hasta la historia del holocausto tiene su parte de ejemplos poderosos de actos de valor y desprendimiento, donde buenas personas salvaron las vidas de otros poniendo en riesgo su propia vida. De hecho, la respuesta del mundo a aquellas atrocidades demuestra un sorprendente ejemplo de compromiso unificado para detener la maldad extrema y prevenir que ésta ocurra nuevamente.

Parece lógico atribuir la maldad extrema que la gente comete a la degradación y crueldad del ser humano. Estos sobrecogedores eventos pueden ser tan horrorosos que inmediatamente concluimos que no trajeron ningún beneficio a la humanidad. Pero la maldad extrema nos obliga a reflexionar sobre dos asuntos importantes.
• ¿Cómo es que esto pudo ocurrir?
• ¿Cómo podemos prevenir para que no vuelva a ocurrir?

Si no reflexionamos sobre estas preguntas, y actuamos en base a esa reflexión, entonces sabemos que esta maldad extrema podrá manifestarse una y otra vez.

Cómo es que los bahá’ís al ver esos eventos de maldad extrema pueden creer que el mundo puede prevenir su ocurrencia en el futuro. Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe Bahá’í, describe este fenómeno de maldad extrema como los “últimos estertores del viejo orden mundial” dominado por fuerzas como el nacionalismo y el racismo, y destinado a ser remplazado por un nuevo orden mundial moldeado por las enseñanzas bahá’ís de unidad, gobierno mundial y cooperación internacional. El caracterizó nuestra era como la “época de transición” entre el sistema actual basado en la soberanía nacional y lleno de conflictos y uno nuevo para una época de paz, armonía y unificación de perspectiva más espiritual. Todo esto parte de “… procesos simultáneos de altos y bajos, de integración y de desintegración, de orden y caos, con sus reacciones continuas y recíprocas unas con otras …” –  El Advenimiento de Justicia Divina, página 69.

Desde una perspectiva bahá’í, estos eventos de maldad extrema, con toda su tragedia y envergadura, no pueden ser vistos como episodios aislados en la historia reciente de la humanidad. Paralelamente a estas calamidades, otras iniciativas concurrentes contribuyen a la construcción de un mundo más seguro y pacífico para toda la humanidad. A pesar de la extensa cobertura de parte de los medios de conflictos, guerras y atrocidades, las estadísticas muestran que nuestro planeta se está haciendo menos violento.

En este mundo compuesto de estados nacionales, cuyas irritables relaciones institucionalizan el conflicto y la defensa de intereses nacionales, podemos empezar a dar fe de un crecimiento gradual de un mundo unido, de un orden mundial basado en la cooperación y en los intereses comunes de toda la humanidad.

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