Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Mi amigo es un materialista, es decir, acepta como realidad solo lo que puede ser percibido por los sentidos. ¿Usted también es materialista?
Si es así, al igual que mi amigo puede que usted sea un seguidor del filósofo holandés Baruch Spinoza (1632 – 1677). Él convenció a gran parte del mundo occidental de que Dios y la naturaleza son lo mismo. Spinoza escribió «Dios ya no es el creador trascendente del universo sino la propia naturaleza… porque podemos probar razonablemente la existencia de la naturaleza pero no de Dios«.
Instando a los humanos a vivir bajo la guía de la razón, Spinoza abogó por encontrar la felicidad a través de la comprensión racional de un sistema natural y nuestro lugar dentro de él.
Creciendo en Odessa, Texas, me encantaba mirar las estrellas durante los meses de verano. En aquellos días, la pequeña ciudad de 80.000 habitantes tenía un aire seco e impoluto, de tal manera que el brillo de las esferas celestiales me afectaba mucho. Los miles de millones de estrellas fijas, o más, de la Vía Láctea, los ocasionales destellos de los cometas y el zigzagueo de los objetos estelares más cercanos me inspiraron a reflexionar sobre cómo tales maravillas podían existir espontáneamente sin un Creador inteligente.
Décadas más tarde, la nave espacial Hubble estimaría que el universo observable se compone de dos billones de galaxias. Mi propia visión, como la de todos, no tiene la capacidad de reconocer esta realidad.
Pude ver algo interminable y atemporal en los cielos, y un orden no aleatorio que me impresionó. También reconocí algo importante acerca de mí: que incluso el universo físico y material superaba con creces lo que podía percibir con mis limitados sentidos.
Años más tarde, como bahá’í, descubriría que Abdu’l-Bahá, el hijo del fundador de la Fe de Bahá’u’lláh, y su líder después de su fallecimiento, había refutado efectivamente la visión materialista de la naturaleza y de Dios en el primer capítulo del libro “Contestación a unas preguntas”:
La naturaleza es aquella condición o realidad que en apariencia consiste en vida y muerte, o, en otras palabras, en la composición y descomposición de todas las cosas.
La naturaleza está sujeta a una organización absoluta, a determinadas leyes, a un orden completo y a un designio consumado, de los cuales nunca se apartará. Ello es cierto a tal punto que si observases atentamente y con visión penetrante desde el más pequeño e invisible átomo hasta los grandes cuerpos celestes como el globo solar u otras grandes estrellas y luminosas esferas, ya sea que fijes tu atención en su orden, composición, forma o movimientos, descubrirás que todos poseen el grado más elevado de organización, y que están regidos por una ley única de la que jamás se apartan.
Mas cuando repares en la naturaleza en cuanto tal, verás que no posee ni inteligencia, ni voluntad. Por ejemplo, la propiedad del fuego es arder; en su acto de arder no interviene voluntad o inteligencia alguna. La propiedad del agua es fluir; en su fluir no interviene voluntad o inteligencia alguna. La propiedad del sol es resplandecer; en su resplandecer no interviene voluntad o inteligencia alguna. La propiedad del vapor es ascender; en su ascender no interviene voluntad o inteligencia alguna. Por tanto, es evidente que los movimientos naturales de todas las cosas son movimientos obligados: el movimiento voluntario no existe sino en los animales, especialmente en el hombre. De hecho, al descubrir la constitución de las cosas, el hombre desarrolla la capacidad para resistir, oponerse a la naturaleza y reconducir sus fuerzas. Todos las inventos realizados se deben al descubrimiento de la constitución de las cosas. Es el caso del telégrafo, medio de comunicación entre Oriente y Occidente. Resulta indudable, pues, que el hombre domina a la naturaleza.
Ahora bien, al contemplar la existencia de tal orden, disposición y leyes ¿puedes afirmar que éstos son el resultado de la naturaleza, siendo así que ésta no posee ni inteligencia ni percepción? Es evidente, pues, que la naturaleza, estando desposeída de percepción e inteligencia, se halla en el puño de Dios Todopoderoso, quien es el Regidor de ésta. Cualquier cosa que Él desee hace que la naturaleza lo manifieste.
El hombre es uno de los seres y requisitos de la Naturaleza que ha aparecido en el mundo de la existencia. Considerado desde este punto de vista, el hombre es la rama y la naturaleza la raíz. Por tanto, ¿es concebible que estén ausentes de la raíz la voluntad, la inteligencia y demás perfecciones manifiestas en la rama?
Según Spinoza y otros pensadores afines, deberíamos vivir bajo la guía de la razón. ¿Por qué entonces los materialistas, razonando a través de argumentos racionales, rara vez llegan a un entendimiento común, divergen en sus opiniones o cambian sus conclusiones?
En una charla que dio sobre la filosofía de los materialistas en 1912 en el Hotel Ansonia de Nueva York, Abdu’l-Bahá respondió a esta pregunta diciendo que la base para el entendimiento racional es inexacta. Mencionó los cuatro criterios aceptados del conocimiento humano: percepción sensorial, razón, tradición e inspiración, pero luego señaló que nuestros sentidos tienen limitaciones significativas. No son completamente fiables, dijo, y a menudo son engañados por movimientos externos como un espejismo o una sombra. Dijo que la razón está sujeta a opiniones contradictorias, que las tradiciones se basan en diversas interpretaciones históricas y que la inspiración es solo «el influjo del corazón humano».
Lo que es indudable, continuó, está avalado por el Espíritu Santo.
Aunque la fe bahá’í no descarta estos criterios inexactos de los sentidos, Abdu’l-Bahá explicó en una charla que dio en Chicago que los seres humanos necesitamos un educador divino para acelerar nuestras mentes y armonizar los pensamientos divergentes:
Los Profetas de Dios son los primeros educadores. Confieren educación universal al hombre y hacen que se eleve desde los más bajos niveles del salvajismo a los más elevados pináculos del desarrollo espiritual… Jesucristo fue un Educador de la humanidad. Sus Enseñanzas fueron altruistas; Su dádiva, universal. Enseño a la humanidad mediante el poder del Espíritu Santo y no a través de medios humanos, pues el poder humano está limitado, en tanto que el Poder divino es ilimitado e infinito. La influencia y consumación de Jesucristo lo atestigua… El propósito de esto es demostrar que las santas Manifestaciones de Dios, los Profetas divinos, son los primeros maestros de la raza humana. Son Educadores universales y los principios fundamentales que Ellos establecen son las causas y factores del progreso de las naciones.
Guiados y acelerados por las enseñanzas de estos profetas y mensajeros, e inspirados por las energías del Espíritu Santo, obtenemos el verdadero conocimiento.
El materialista puede negar su existencia, pero Abdu’l-Bahá, en una charla que dio en París, explicó su poder para inspirar y educar a los humanos:
Una persona humilde sin instrucción, pero plena del Espíritu Santo, es más poderosa que el más profundo y noble erudito carente de esa inspiración. Aquel que es educado por el Espíritu Divino puede, a su tiempo, guiar a otros a que reciban el mismo Espíritu.
Las enseñanzas bahá’ís confirman que el principal favor concedido por el Todopoderoso es este regalo divino de conocimiento y comprensión.
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