Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Cuando era estudiante de posgrado, un profesor me pidió que presentara mi propia definición de comunicación y se me ocurrió «creación mutua de significados».
Esta forma de ver la comunicación pone de relieve la relación de dar y recibir inherente a la verdadera consulta con otra persona, y prescinde de la primacía del poder, aunque el poder pueda ser uno de los significados que se comparte. Cuando se crea un significado mutuo con otra persona, la comunicación no se centra solo en un intercambio de palabras, sino que incluye todos los aspectos no verbales. También encaja bien con las elegantes enseñanzas bahá’ís sobre el arte de la consulta, como ésta de los escritos de Abdu’l-Bahá:
La primera condición es la armonía y el amor absolutos… Deben estar completamente libres de distanciamiento y manifestar en sí mismos la Unidad de Dios, pues ellos son las olas de un solo mar, las gotas de un solo río, las estrellas de un solo firmamento, los rayos de un solo sol, los árboles de un solo huerto, las flores de un solo jardín.
Piensa en los grupos a los que perteneces: ¿podrían y estarían dispuestos a cumplir esa condición?
El énfasis europeo en la persuasión
La persuasión ha sido durante mucho tiempo el principal modo de tomar decisiones en Europa, Norteamérica y en los países que han colonizado. Los supuestos subyacentes son que cada uno quiere que su punto de vista prevalezca – todos queremos «ganar». Nuestros órganos de gobierno se organizan a menudo de esta manera, lo que requiere que dos bandos se enfrenten en sus respectivas posiciones. Los más ilustrados querrán llegar a algún tipo de compromiso, apaciguando a las dos partes, pero sin dar a ninguna de ellas lo que quiere. Gran parte de esta información anima a escuchar solo para poder encontrar vías para persuadir a los demás de que hagan las cosas a su manera. El consenso, para mucha gente, significa renunciar a algo para que «ambas» partes pierdan.
En su libro Persuasión, Aristóteles decía que adaptarse a un público plantea el problema básico de la comunicación, y que la retórica es el arte de encontrar en cualquier situación todos los medios de persuasión. Como un orador no puede acceder a la verdad absoluta, debe persuadir basándose en lo que el público cree que es cierto, y si no puede encontrar pruebas reales para la ocasión, puede inventarlas. Contrasta estos principios de persuasión con esta visión espiritual de Abdu’l-Bahá: «Cada uno de los amigos debe ensalzar al otro y cada uno debe considerarse a sí mismo como evanescente y como la nada en presencia de los demás» [Traducción provisional por Oriana Vento].
Las diferencias entre los estilos de comunicación oriental y occidental
Durante la segunda mitad del siglo XX, los estudiosos de la comunicación examinaron más detenidamente las diferencias entre los modos generales de comunicación occidentales y orientales. Simplificando mucho, generalmente se cree que las enseñanzas de Confucio influyeron en las culturas orientales para buscar la armonía manteniendo la comunidad y preservando la autoridad.
En cambio, la mayor influencia en Occidente ha sido la de Aristóteles, que decía que un orador hábil debe encontrar los medios de persuasión disponibles en cada caso particular. Las interacciones más estrechas de Occidente con los países orientales, especialmente desde los años 70, han inspirado a algunas personas y organizaciones a adoptar algunas de las estrategias de comunicación orientales menos agresivas.
¿Qué hace que la verdadera consulta sea única?
Entonces, ¿qué es lo que hace que la verdadera consulta sea una experiencia humana única? Cuando se produce un intercambio maravilloso, satisfactorio y sincero, implica un enfoque espiritual, no solo intelectual, y se siente tan diferente a cualquier otro medio de diálogo que puede requerir algún tiempo para comprenderlo plenamente. La verdadera consulta trasciende la noción de lograr un consenso básico o un compromiso, y en su lugar produce una unidad real de pensamiento y propósito. Las enseñanzas bahá’ís lo describen así:
Los requisitos primordiales para aquellos que se reúnen a consultar son pureza de intención, refulgencia de espíritu, desprendimiento de todo salvo de Dios, atracción a Sus Divinas Fragancias, humildad y sumisión entre Sus amados, paciencia y longanimidad en las dificultades y servidumbre en Su exaltado Umbral. Si son bondadosamente asistidos en la adquisición de estos atributos, les será concedida la victoria…
Al describir la verdadera consulta en un discurso que pronunció en los Estados Unidos en 1912, Abdu’l-Bahá relató un intercambio entre los discípulos de Jesucristo después de su ascensión. Los discípulos primero resumieron lo que habían obtenido de Jesús, luego consultaron sobre lo que debían hacer para serle fiel. Luego presentaron la pregunta sobre el problema que tenían entre manos:
… no tenemos más asociación y comunicación con Él en Su cuerpo físico; por lo tanto debemos serle leales y fieles, debemos estarle agradecidos y apreciarlo, porque Él nos ha levantado de entre los muertos, nos ha hecho sabios, nos ha dado la vida eterna. ¿Qué deberíamos hacer para serle fieles?
El primer discípulo dice que deben desprenderse de «las cadenas y grilletes del mundo». Todos coinciden en que ese estado espiritual es el nivel que cada uno debe alcanzar para ser fiel al mensaje de Cristo.
El segundo discípulo se centra en sus circunstancias materiales particulares en cuanto a las obligaciones familiares. Se trata de una extensión lógica de lo que podría ser la primera sugerencia -el desprendimiento-, ya que no debería significar descuidar las responsabilidades. Elabora que si son solteros deben permanecer así, pero si están casados, deben cumplir con sus obligaciones con sus familias.
Centrándose todavía en el problema original, ser fiel a Jesús, el tercer discípulo afirma que deben realizar buenas acciones, pero también estar dispuestos a aceptar las dificultades. Sugiere que permanecer fieles a Jesús implica dar ejemplo.
El cuarto discípulo dice: «Todavía hay otro aspecto de nuestra fe y unidad». Está de acuerdo en que deben estar preparados para las dificultades, incluso para sufrir la oposición, el rechazo, el dolor y la muerte. Aunque la pregunta original se centraba en ser fieles, no se mencionaba la palabra unidad. Sin embargo, este discípulo entendió esta importante dinámica, y nadie estuvo en desacuerdo. Abdu’l-Bahá concluyó:
Luego descendieron desde la cima de la montaña, y cada uno se dirigió en diferente dirección a cumplir su divina misión. Esto fue una consulta verdadera. Esto fue una consulta espiritual y no la mera expresión de puntos personales en la oposición y debate parlamentario.
Es evidente que los discípulos estaban unidos en espíritu y tenían un mismo parecer, como dio a entender el primer discípulo. Se mostraban fácilmente de acuerdo con los puntos de vista de los demás, incluso sin discutirlos. Llegar a este nivel de unidad espiritual debe implicar una actitud de oración, que incorpore la oración como una forma de vida.
vFinalmente, Abdu’l-Bahá dio a entender aquí y en otros lugares que la mera expresión de opiniones personales, a favor y en contra, no es una consulta. Más bien, el objetivo final de la consulta se centra en el descubrimiento colectivo de la verdad en cualquier situación, lo que significa que el descubrimiento de la verdad proporcionará en última instancia una solución válida. Su propósito no es lograr una victoria personal y lógica, sino fomentar la expresión de las ideas sinceras de todos sobre cómo se puede resolver un problema para el mejoramiento de todos. Por eso la consulta bahá’í comienza cuando las ideas que cada persona ofrece pasan a ser propiedad colectiva del grupo, en lugar de permanecer en la fortaleza mental inmóvil de esa persona.
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