Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
¿Cómo medimos el progreso? Para algunos, tiene que ver con la economía, el poder o las clases sociales; para otros, la educación, la salud, el cuidado de la naturaleza, o la agricultura. Lo cierto es que aún no hemos logrado desarrollar un concepto claro sobre lo que realmente significa el progreso de la civilización. Abdu’l-Bahá, el hijo del profeta y fundador de la fe bahá’í, Bahá’u’lláh, ofrece una nueva interpretación al respecto en las siguientes palabras:
Sin duda, el progreso material es algo bueno y digno de alabanza, pero al proceder así, no olvidemos el importantísimo progreso espiritual, cerrando nuestros ojos a la luz divina que está brillando entre nosotros. Sólo progresando tanto espiritual como materialmente, podemos evolucionar verdaderamente… esforcémonos por alcanzar los beneficios espirituales, pues éste es el único modo de lograr el verdadero progreso, aquel que proviene de Dios y que sólo a Dios pertenece. – La sabiduría de Abdu’l-Bahá.
Es necesario reconocer que la humanidad se enfrenta a muchos cambios, los cuales nos llevan a prestar atención a la crisis moral que se ha ido evidenciando. Si analizamos los enfoques, estructuras y sistemas que nos gobiernan, podemos ver una desintegración ética y moral muy marcada, la cual está generando confusión y una inestabilidad profunda en todos los procesos de la sociedad.
Por encima de cualquier estructura se encuentra la de los actores sociales, que está siendo destruida por las fuerzas devastadoras que se manifiestan en la sociedad, como la desigualdad entre hombres y mujeres, el racismo, el nacionalismo, la lucha por el poder, la desunión de clases, razas y religiones.
Estas divisiones impiden un crecimiento rápido y orgánico en la estructura de la sociedad. La unidad de la humanidad es una realidad que subyace a la existencia, y si pudiéramos librarnos de todas esas limitaciones que tenemos como sociedad, esta podría ser establecida como un paso lógico dentro de nuestro proceso evolutivo.
La Comunidad Internacional Bahá’í mencionó en su declaración al segmento ECOSOC 2019: “…lo que llamamos unidad de la humanidad, requiere una expansión consciente de los límites de la empatía y la preocupación. Sin embargo, las corrientes dominantes en todas partes están separando a las personas, no uniéndolas. Las ideologías en competencia y las luchas por el poder proliferan a medida que varios grupos se esfuerzan por definirse a sí mismos, su lugar en el mundo y cómo deben actuar. Y las concepciones rivales sobre la primacía de pueblos particulares avanzan hasta la exclusión de la verdad de que la humanidad está en un viaje común en la que todos son protagonistas.”
A medida que comprendemos el principio de unidad y lo manifestamos en nuestras vidas, fortalecemos la unidad de pensamiento y acción, mientras busquemos unidad de propósito, estaremos empezando a construir una civilización en continuo progreso. Para establecer una civilización mundial guiada por principios espirituales debemos dar una nueva orientación a nuestras actitudes humanas. Principios como el de la justicia, un principio espiritual que eleva la consciencia del ser humano, evitan los peligros de la uniformidad y buscan la equidad. Si se considera la justicia como fundamento para cualquier actividad, si esta direcciona los diseños de programas, políticas y proyectos, entonces logrará asegurar que los objetivos no se distorsionen.
También el principio de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres debería ser una característica de la nueva civilización que queremos construir. Este principio dará dirección a las estrategias de desarrollo y se manifestará en las estructuras y actitudes apropiadas donde no existirá una posición de inferioridad, subordinación, opresión y discriminación. Dará paso a la convicción de que el alma no tiene sexo y que las verdaderas cualidades del ser humano — las cualidades espirituales — son las que deben gobernar la sociedad.
La relación entre la humanidad y la naturaleza también debe ser cuestionada. El antropocentrismo ha influenciado los procesos de desarrollo y la relación que se tiene con la naturaleza. Si nos vemos como guardianes de la naturaleza, buscando armonía y unidad, este entendimiento empieza a tener implicaciones profundas. Da al ser humano la gran responsabilidad de esforzarse para contribuir al funcionamiento equilibrado, y para poder hacer esto, ha de reconocer su conexión esencial con la creación de la cual forma parte.
Estos son algunos de los principios fundamentales para la construcción de una nueva civilización, donde una tarea fundamental del desarrollo es capacitar a las personas, liberando sus potencialidades espirituales y materiales de manera sistemática. Solamente si los principios espirituales han de gobernar las prácticas del progreso, podremos abolir cualquier enfermedad social.
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