Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Hoy en día mucha gente niega la existencia de Dios. Se encuentran desanimados por el estado confuso de la religión, ¿cómo es posible que solo una tenga razón y las otras estén condenadas?, ese estado de ánimo puede llevarnos fácilmente al pesimismo o a la depresión.
Este escepticismo sobre la existencia de un Creador divino se ha producido, al menos en parte, porque las enseñanzas originales de los fundadores de la religión se han confundido con supersticiones que entran en conflicto con la ciencia.
La llegada de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, ha modificado radicalmente esa percepción, no solo porque fundó la religión mundial más reciente, sino porque su naciente Fe renueva la promesa de la realidad de Dios.
Además, aunque algunos historiadores han cuestionado los relatos tradicionales de las vidas de los profetas del pasado, el notable registro de la vida de Bahá’u’lláh tiene una sólida base histórica. Sabemos cómo y dónde vivió y, con todo, también sabemos que vivió una vida distinta a la de un hombre, pero comparable a la de Jesús o Muhammad.
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Lo que Bahá’u’lláh trajo al mundo y lo que hizo para difundir esas enseñanzas a todas las personas nos ofrecen una clara evidencia del papel del Creador en el curso de la historia humana.
De hecho, su ejemplo reivindica los relatos de anteriores mensajeros y profetas de Dios. En sus escritos, Bahá’u’lláh afirmó específicamente la naturaleza divina de las misiones y enseñanzas de esos mensajeros anteriores. Sin embargo, también subrayó la necesidad de nuevas enseñanzas espirituales y sociales en esta era moderna y condenó las divisiones y creencias supersticiosas que se han acumulado en la religión y la sociedad.
Si Bahá’u’lláh es el mensajero divino que dijo ser, entonces sus explicaciones sobre la naturaleza de Dios, el propósito de la vida y la existencia eterna del alma barren con siglos de confusión y perplejidad y construyen un fundamento común para todas las religiones en armonía con la ciencia. Así que veamos, muy brevemente, algunos de los atributos y logros de Bahá’u’lláh.
Su carácter
Abdu’l-Bahá, el hijo y sucesor de Bahá’u’lláh, describió los años de juventud de su padre y su forma de vida, diciendo que Bahá’u’lláh:
… perteneció a la familia real de Persia. Desde Su más temprana niñez fue distinguido entre Sus parientes y amistades. Ellos decían: “Este niño tiene un poder extraordinario”. En sabiduría, inteligencia, como fuente de nuevo conocimiento, Él estaba adelantado a Su edad y era superior a la mayoría. Era usual en ellos decir: “Semejante niño no vivirá”, porque es creencia común que los niños precoces no alcanzan la madurez.
Durante el período de la juventud la Bendita Perfección no concurrió a la escuela. No estaba dispuesto a que Le enseñaran. Este hecho está bien establecido entre los persas de Tihrán. No obstante, era capaz de resolver los difíciles problemas de todos aquellos que venían a Él. Se Le encontraba en cualquier reunión, asamblea científica o discusión teológica. Se convirtió en una autoridad por Sus explicaciones sobre las intrincadas cuestiones que Le presentaban.
Sus Escritos
Los bahá’ís creen que los escritos de Bahá’u’lláh revelan la palabra de Dios para esta época. Bahá’u’lláh comenzó a escribir tablas, cartas, epístolas y libros enteros en la década de 1850 y esa revelación continuó hasta que dejó este mundo en 1892. En conjunto, sus escritos constituyen más de cien volúmenes. Nunca antes la humanidad había recibido un don espiritual tan voluminoso y poderoso.
En 1912, mientras viajaba y hablaba en Norteamérica, Abdu’l-Bahá caracterizó el alcance y la importancia de los escritos de Bahá’u’lláh. Él dijo:
Las Tablas de Bahá’u’lláh son muchas. Los preceptos y enseñanzas que ellas contienen son universales, abarcan todos los temas. Él ha revelado explicaciones científicas que cubren todos los dominios del estudio y la investigación humana: astronomía, biología, ciencia médica, etc. En el [Libro de la Certeza] ha hecho exposiciones de los significados del Evangelio y de otros Libros celestiales. Escribió extensas Tablas sobre civilización, sociología y gobierno. Todos los temas son considerados. Sus Tablas son incomparables en belleza y profundidad. Incluso Sus enemigos reconocen la grandeza de Bahá’u’lláh, expresando que Él fue el milagro de la humanidad.
En la gran extensión y profundidad de los escritos de Bahá’u’lláh, encontramos las leyes y enseñanzas que la humanidad necesita para abordar nuestros problemas contemporáneos y formar la base de una nueva y pacífica civilización global.
La enseñanza más importante de Bahá’u’lláh, la unidad fundamental de toda la humanidad, afirma que todos somos miembros de una misma raza con un mismo origen. Todos los prejuicios, ya sean raciales, religiosos, nacionales o de género, deben ser erradicados, dijo él. Hombres y mujeres están destinados a trabajar juntos para su beneficio común. Tenemos que estar al servicio de todos.
Un nuevo orden mundial
Todas las escrituras de las grandes religiones nos ofrecen profecías de un mundo mejor por venir. A lo largo de la historia, los filósofos han escrito constantemente sobre ese futuro fructífero: la prometida «Edad de Oro» de la civilización humana.
Las enseñanzas de Bahá’u’lláh hacen realidad esas promesas. En los escritos bahá’ís, se vuelven mucho más específicos, esbozando y describiendo una hoja de ruta sobre lo que hay que hacer para lograr este objetivo largamente prometido.
En pos de estos objetivos, la comunidad global bahá’í ha ido desarrollando habilidades esenciales como la construcción de comunidades, la promoción de la unidad mundial y la toma de decisiones mediante consultas pacíficas en lugar de conflictos, todo ello basado en las enseñanzas de Bahá’u’lláh. Además, los bahá’ís educan a sus hijos para que se conviertan en ciudadanos globales que viven según los principios espirituales y se dedican a servir a la humanidad.
Profecías cumplidas
Para los cristianos, el siglo XIX representó una época de gran expectativa. Los eruditos cristianos consideraron que muchas profecías bíblicas predecían el regreso de Cristo alrededor de los años 1843 o 1844. Las profecías del Antiguo Testamento, como las de Isaías y Daniel, se alineaban con las de los Evangelios y el Apocalipsis. Estas profecías indicaban no solo el momento de una gran renovación, sino también los lugares y las circunstancias implicadas.
Los musulmanes experimentaron una excitación similar en esa misma época. Las profecías de las tradiciones suníes y chiíes también predijeron la aparición del Prometido en el año 1844, el año 1260 en el calendario musulmán.
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La revelación bahá’í, que comenzó en 1844 con la revelación del Báb, el heraldo y predecesor de Bahá’u’lláh, cumple esas profecías. Bahá’u’lláh no negó a los profetas anteriores, sino que los incluyó en su profundo concepto de revelación progresiva, la creencia bahá’í de que un Creador amoroso envía a Sus mensajeros a los pueblos cuando estos necesitan una guía espiritual renovada.
Bahá’u’lláh escribió sobre esta cadena de mensajeros sucesivos: “Estos Espejos se sucederán eternamente uno a otro, y continuarán reflejando la luz del Anciano de Días”. Él describió a todos los sagrados profetas de Dios diciendo:
Cada uno de ellos es el Camino de Dios que conecta este mundo con los dominios de lo alto y el Estandarte de Su Verdad para todos los que están en los reinos de la tierra y del cielo. Ellos son las Manifestaciones de Dios entre los hombres, las pruebas de Su Verdad, y los signos de Su gloria.
Los bahá’ís creen que cada persona es responsable de sus propios actos y que, por tanto, todos debemos investigar la verdad por nosotros mismos. Todo aquel que con una mente abierta investigue a Bahá’u’lláh probablemente encontrará difícil negar que él era más que un hombre común y corriente, y que sus enseñanzas son de origen divino. Los bahá’ís de todo el mundo instan a todos a investigar la vida, las afirmaciones y las enseñanzas de Bahá’u’lláh y a decidir la verdad por sí mismos.
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