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Religión, ciencia y razón: las relaciones dinámicas

Behrooz Sabet | Sep 3, 2018

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Behrooz Sabet | Sep 3, 2018

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Vivimos en un mundo basado en la ciencia, la razón y la lógica. Sin embargo, ¿cómo pueden esas formas modernas de conocimiento relacionarse con los enfoques más místicos de la realidad?

Unificar lo espiritual y lo científico es uno de los objetivos principales de las enseñanzas bahá’ís, que los conectan todos como aspectos de un proceso único y holístico de aprendizaje y comprensión humana.

Un enfoque centrado solo en los sentidos estaría incompleto, ya que están sujetos a las interpretaciones de la mente. Recíprocamente, los sentidos no proporcionan una imagen completa y generalizada de la realidad; por lo tanto, la mente no puede depender únicamente de los sentidos, pero tampoco puede ignorar por completo la percepción sensorial. Sin los sentidos, la mente permanecería en el ámbito de la mera especulación. La utilización de la razón es una herramienta necesaria para validar la percepción de los sentidos y lo mismo se aplica al contrario. Esta relación recíproca es imprescindible para cualquier proceso analítico adecuado utilizado en la adquisición y el perfeccionamiento del conocimiento.

Además, Abdu’l-Bahá dio a entender que la deficiencia de usar solo la razón en el proceso de conocimiento se debe en parte al hecho de que a lo largo de la historia de la filosofía, los pensadores no han aprovechado todos los métodos de comprensión; en cambio, se basaron principalmente en el uso de pruebas lógicas.

Como ejemplo, Abdu’l-Bahá citó los debates entre los filósofos antiguos sobre la cuestión de la cosmología. Platón había probado por primera vez que la Tierra era estática y luego se contradijo al proponer una nueva teoría de un universo heliocéntrico. Sus ideas finalmente se olvidaron hasta la época de Galileo, cuando todo este razonamiento especulativo, así como los cambios en la cosmovisión, llegaron a la conclusión decisiva de que las pruebas empíricas y las mediciones objetivas debían utilizarse para lograr el consenso universal.

Por lo tanto, podemos concluir que la mente es capaz de comprender la verdad, pero es incompleta y parcial si se usa independiente de otros métodos de comprensión. Sin la integración de los sentidos con la lógica / razón, los pensamientos y las ideas permanecen en el ámbito de la especulación y la experiencia humana estaría desprovista de la precisión y el poder de confirmación de la verificación científica.

La lógica y el razonamiento combinados con la facultad de los sentidos pueden producir resultados creíbles. Por ejemplo, en el escenario anterior, fue la combinación de la interacción entre las observaciones basadas en los sentidos de Galileo y sus teorías lógico-matemáticas lo que le permitió obtener un conocimiento concluyente. De hecho, los éxitos de Galileo son únicos en la historia de la ciencia, no solo por lo que demostraron, sino también porque marcaron un mayor nivel de integración de los métodos de percepción sensorial y razonamiento lógico.

Sin embargo, la relación entre los sentidos y el razonamiento no es estática: se transforma y progresa continuamente. En el pasado, debido a la tecnología limitada y la ausencia de instrumentos precisos para facilitar el proceso de experimentación, el análisis de la investigación científica se basaba principalmente en la lógica y el razonamiento; sin embargo, en los últimos 400 años, los nuevos descubrimientos y avances científicos han producido un mayor nivel de colaboración entre estos dos métodos. Esta relación ha hecho posible que el avance de la ciencia progrese a un ritmo mucho más rápido.

La relación entre el razonamiento y el Espíritu Santo

Las enseñanzas bahá’ís sostienen que la mente es el fruto del progreso del espíritu. Abdu’l-Bahá dijo:

“La mente es el poder del espíritu humano. Si el espíritu es la lámpara, la mente es la luz que brilla en la lámpara… La mente es la perfección del espíritu y su cualidad esencial, de modo semejante a como los rayos son un requisito esencial del sol”.  – Abdu’l-Bahá, Contestaciones a unas preguntas, p. 256.

Por lo tanto, podemos decir que el poder de la mente es un componente evolutivo de nuestra espiritualidad y autodesarrollo. Si consideramos que la mente es estática, entonces será susceptible al error; pero si vemos la mente a la luz de un proceso progresivo integral, entonces mantendrá su potencialidad, validez y, por ende, su nobleza. Este proceso evolutivo está íntimamente conectado con las emanaciones del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo influye en el yo individual y la facultad de la razón de dos formas fundamentales. En primer lugar, revela continuamente nuevos conocimientos a través de los mensajeros de Dios, los profetas de las religiones del mundo, en forma de tradiciones orales y textos escritos. Estas tradiciones orales y textos escritos literalmente se suman al contenido del conocimiento humano. Por ejemplo, la revelación bahá’í describe en términos específicos nuevas ideas y conceptos sobre la naturaleza y el origen de la realidad física, la evolución del universo y la dinámica de la mente humana y la organización social. Si examinamos todas las tradiciones religiosas, veremos que esto ha sucedido antes de manera profunda. Considere, por ejemplo, la sugerencia de Barbour de que:

“… la doctrina bíblica de la creación hizo una contribución distintiva al surgimiento de la ciencia experimental porque combinaba ideas de racionalidad y contingencia. Si Dios es racional, el mundo es ordenado; pero si Dios también es libre, el mundo no tiene que tener el orden particular que tiene. Entonces, el mundo puede entenderse solamente observándolo, en lugar de deducir su orden de los primeros principios necesarios, como los griegos intentaron hacer.” – Ian Barbour, Religión y Ciencia, p. 210.

Tradicionalmente, el mundo espiritual a menudo ha estado sujeto a una alienación total del mundo material. La Fe bahá’í, sin embargo, considera que estos dos ámbitos están estrechamente relacionados. De hecho, el mundo de los fenómenos permite que el mundo espiritual exprese sus potencialidades. Los efectos del espíritu, tal como se expresan en fenómenos tangibles, se pueden estudiar de acuerdo con estándares empíricos y racionales. Por lo tanto, la facultad de los sentidos, combinado con el razonamiento, nos proporciona la información y la comprensión sobre el mundo físico que nos rodea. Este conocimiento nos permite establecer la base para la comprensión metafísica.

Las contradicciones entre el contenido de conocimiento de las escrituras religiosas y las formas de pensar científicas y filosóficas no deben considerarse como una suposición de que la razón ha sido incapaz de comprender este tipo de conocimiento revelado religiosamente. Vistas desde una perspectiva diferente, estas aparentes contradicciones pueden deberse a tradiciones religiosas o al razonamiento científico rezagados en el curso de la progresión del conocimiento.

El conocimiento contenido en la religión debería ser idealmente visto como complementario al razonamiento científico / filosófico. Las contradicciones entre los dos deben atribuirse al elemento del tiempo y la historicidad del conocimiento. Tanto la ciencia como la religión pueden quedarse rezagados en la búsqueda del conocimiento. Abdu’l-Bahá dio un ejemplo de que la religión puede rezagarse e incluso obstaculizar el avance del conocimiento al referirse al papado medieval:

«El propósito de nuestro argumento viene a ilustrar que las enseñanzas de Cristo son una cosa y la manera de ser del gobierno papal otra muy diferente: no hay acuerdo entre ellas. ¡Observa cuántos protestantes han perecido por orden de los papas, cuántas tiranías y despotismos han sido favorecidos, cuántos castigos y torturas han sido infligidos! ¿Puede percibirse en estos hechos algo de las dulces fragancias de Cristo?…» – Abdu’l-Bahá, Contestaciones a unas preguntas, p. 170.

La segunda influencia primaria del Espíritu Santo funciona como la fuente del refinamiento espiritual y moral del ser humano. Libera la mente del ego y crea un patrón trascendente en el camino de adquirir conocimiento.

El Espíritu Santo, más allá de su influencia en el reino de los pensamientos, proporciona significado y propósito a la vida y, por lo tanto, una razón para renunciar al ego. El conocimiento adquirido del Espíritu Santo requiere reflexión y acción, permitiendo que uno delibere sobre lo que es correcto y justo. Como tal, el Espíritu Santo actúa como la verdadera fuente de la moralidad humana, la compasión y la bondad.

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