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En enero de 2023, el Consejo de Ciencia y Seguridad del Boletín de los Científicos Atómicos movió las manecillas del Reloj del Juicio Final lo más cerca que ha estado nunca de una catástrofe global.
El reloj está ahora a 90 segundos de la medianoche.
El Reloj del Juicio Final –fijado cada año por el Consejo de Ciencia y Seguridad del Boletín en consulta con su Junta de Patrocinadores, que incluye a 10 premios Nobel– se ha convertido en un indicador universalmente reconocido de la vulnerabilidad del mundo a una catástrofe global causada por tecnologías artificiales.
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En su declaración, los científicos dijeron que tomaron su decisión de advertir al mundo debido en gran parte (aunque no exclusivamente) a los crecientes peligros de la guerra en Ucrania.
Esa invasión masiva tuvo lugar en enero de 2022, con las tropas y misiles de Rusia bombardeando Ucrania. Miles de personas han muerto y siguen muriendo en ambos bandos. Muchas de las ciudades de Ucrania han quedado reducidas a escombros y los dirigentes rusos siguen amenazando con utilizar armas nucleares.
El grupo de Científicos Atómicos, formado en 1945 por Albert Einstein y científicos de la Universidad de Chicago que desarrollaron la primera arma atómica en el Proyecto Manhattan, incluyó esta advertencia en su declaración:
Las amenazas poco disimuladas de Rusia de utilizar armas nucleares recuerdan al mundo que la escalada del conflicto –por accidente, intención o error de cálculo– es un riesgo terrible. La posibilidad de que el conflicto se salga de control sigue siendo alta.
También en este último año, Corea del Norte, que dispone de capacidad nuclear, ha lanzado un número récord de misiles al Mar de Japón, demostrando sus defensas destructivas y amenazando inestabilidad. China, también, en recientes ejercicios masivos aéreos y marítimos, amenaza con «recuperar» la independiente Taiwán.
Nosotros, los ciudadanos del mundo, contenemos la respiración y observamos. Todos sabemos que en la próxima guerra entre varias naciones, si se generaliza el uso de armas nucleares, morirán miles de millones de personas. La civilización moderna acabaría.
Pero las guerras tienen causas profundas. Algunas son el resultado de líderes agresivos que buscan ganancias políticas o territoriales. Algunas se libran primero como revoluciones. Otras se basan en odios tribales, sociales, históricos o ideológicos profundamente arraigados. Sin embargo, cuando consideramos las guerras modernas, surge una causa más profunda: las enseñanzas bahá’ís afirman sin lugar a dudas que todas estas guerras ruinosas son el resultado de los prejuicios. En un discurso que pronunció en París a principios del siglo XX, Abdu’l-Bahá dijo:
Se debe renunciar a todos los prejuicios, ya sean de religión, de raza, de política o de nacionalidad, pues estos prejuicios han causado la enfermedad del mundo. Se trata de una grave dolencia, que, a menos que sea detenida, es capaz de provocar la destrucción de la totalidad de la raza humana. Todas las guerras ruinosas, con su terrible derramamiento de sangre y sus miserias, han sido causadas por uno u otro de estos prejuicios
Entonces, ¿cuál es el remedio para los prejuicios? Suele implicar una combinación de educación moral, formación y ejemplo, junto con una política ilustrada y un sistema de gobierno justo, equitativo y equitativo. Que no nos enseñen a albergar prejuicios o vivir en una sociedad que no los fomente ayudará a eliminarlos, pero mucha gente cree que estas cosas no son humanamente posibles.
¿Estamos condenados a los prejuicios y a las guerras que generan?
Las enseñanzas bahá’ís dicen que no.
Si todo el mundo y sus círculos sociales, religiosos, familiares y otros no aprenden el prejuicio, y si todos los niveles de la sociedad enseñan el respeto y el amor a los demás como nuestro verdadero propósito humano, y si adoptamos soluciones espirituales al racismo y la intolerancia, podemos unirnos. Abdu’l-Bahá, en un discurso que pronunció en Pittsburgh en 1912, citó el ejemplo de la Fe bahá’í y sus enseñanzas, que han logrado la unidad entre pueblos anteriormente divididos:
Alrededor de sesenta años atrás, la más grande enemistad y contienda existía entre los varios pueblos y grupos religiosos de Persia. Generalmente la guerra y la disensión prevalecían a través del mundo. En ese momento Bahá’u’lláh apareció en Persia y comenzó a dedicarse a la elevación y educación de la gente. Unió credos y sectas divergentes, eliminó prejuicios religiosos, raciales, nacionalistas y políticos y estableció un fuerte lazo de unidad y reconciliación entre los diferentes niveles y clases de la humanidad. La enemistad que por ese entonces existía entre el pueblo era tan enconada e intensa que aun la asociación ordinaria estaba fuera de cuestión. De ninguna manera se reunían y consultaban entre ellos. Mediante el poder de las Enseñanzas de Bahá’u’lláh se lograron los más maravillosos resultados. Eliminó los prejuicios y el odio de los corazones humanos…
Todos somos producto de nuestro entorno, experiencias y aprendizaje, especialmente de la formación moral y la educación o la falta de ellas. Desde la creación, la religión y los mensajeros de Dios nos han mostrado, en sus propias vidas y en sus enseñanzas, cómo vivir en armonía.
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El mundo sabía poco de Bahá’u’lláh y de sus profundas y pacíficas enseñanzas cuando comenzó su revelación a mediados del siglo XIX. A la mayoría se le dijo que era un agitador y, tras torturarlo, las autoridades lo recluyeron como preso político bajo arresto domiciliario. Fue exiliado de un lugar a otro, encarcelado y torturado. Pero quienes le conocieron se enamoraron profundamente de su mensaje de unidad, justicia y paz.
La comunidad bahá’í, aunque está creciendo en todo el mundo, sigue siendo pequeña. Pero se suma a millones de personas, religiones y organizaciones que creen que podemos cambiar el mundo para que reine la paz y la prosperidad. Los avances de la humanidad en todos los ámbitos son asombrosos. Con una voluntad unida, podemos lograr el cambio definitivo de la agresión y la guerra a la paz, y retrasar las manecillas del Reloj del Fin del Mundo.
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