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Cómo eliminar las armas nucleares, no más tarde, sino ahora

Rodney Richards | Nov 29, 2022

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Rodney Richards | Nov 29, 2022

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¿Qué tal si la humanidad adoptara estas tres leyes futuras, como las Tres Leyes de la Robótica de Isaac Asimov, que podrían darnos la oportunidad de ponernos a salvo de las armas nucleares?

Primera ley: Debido a su poder destructivo sin control, todas las armas nucleares son una amenaza para la humanidad.

Segunda ley: La humanidad no puede permitir amenazas nucleares a su existencia.

Tercera ley: Cualquier gobierno o entidad que desarrolle o mantenga armas nucleares será aislado de todas las empresas mundiales, incluyendo los sistemas comerciales, políticos, sociales y tecnológicos hasta que sus armas sean desmanteladas.

Ya existen sistemas y métodos establecidos para verificar el desmantelamiento de las armas nucleares. Estos sistemas, supervisados por organismos de las Naciones Unidas, se han utilizado eficazmente en el pasado para desactivar y desmantelar miles de armas. Si siguiéramos la tercera ley del desarme nuclear, los fondos que de otro modo se gastarían en los costes de desarrollo y posesión de esas armas de destrucción masiva se desviarían a su desmantelamiento. Gradualmente, las naciones nucleares podrían reducir y finalmente eliminar sus bombas y misiles nucleares, reduciendo enormemente la amenaza de destrucción mutua asegurada.

Bahá’u’lláh, en los mensajes que escribió a los reyes y gobernantes del mundo a mediados del siglo XIX, abogó por este tipo de desarme:

Reconciliaos entre vosotros, oh gobernantes de la tierra, para que no necesitéis más armamentos, salvo en la medida que fuere necesaria para resguardar vuestros territorios y dominios. Cuidado, no sea que desatendáis el consejo del Omnisciente, el Fiel.

Estad unidos, oh reyes de la tierra, pues así será apaciguada la tempestad de la discordia entre vosotros y vuestros pueblos hallarán descanso, ojalá fuerais de los que comprenden. Si alguno de vosotros se levantara en armas contra otro, levantaos todos contra él, porque esto no es sino justicia manifiesta.

En una entrevista de 1912 con un reportero canadiense, recogida en el libro Abdu’l-Bahá en Canadá, Abdu’l-Bahá describió cómo debía ser el proceso de desarme:

En cuanto a la cuestión del desarme, todas las naciones deben desarmarse al mismo tiempo. No servirá en absoluto, y no se propone, que algunas naciones depongan sus armas mientras otras, sus vecinas, sigan armadas. La paz del mundo debe lograrse mediante un acuerdo internacional. Todas las naciones deben acordar desarmarse simultáneamente …

… ninguna nación puede iniciar por sí misma una política de este tipo y sería una locura que una sola potencia lo intentara… simplemente invitaría a la destrucción ….

El desarme está ciertamente en camino, pero debe venir, y vendrá, por el consentimiento universal de las naciones civilizadas de la tierra. Por acuerdo internacional depondrán las armas y se iniciará la gran era de la paz. De esta y de ninguna otra manera puede establecerse la paz sobre la tierra. – [Traducción Provisional de Oriana Vento].

RELACIONADO: Paso a paso hacia una verdadera paz mundial

Estos principios bahá’ís de desarme nos muestran a todos un camino hacia un mundo más seguro y sensato.

Tal vez, si estas tres leyes fueran votadas y aprobadas por uno o varios organismos como la ONU o la Unión Europea, o una docena más, y las Tres Leyes fueran instituidas, esa nación recalcitrante sentiría los efectos del ostracismo, especialmente en su economía, y se plegaría a la línea. Hacerlo, al menos en la ONU hoy, significaría acabar con el poder de veto que ejerce cualquiera de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad.

Algunas voces ya lo han pedido. Existen graves problemas en el mundo que una resolución de la ONU respaldada por la política y las fuerzas de mantenimiento de la paz podría mejorar, pero como puede ir en contra de los intereses de cualquiera de los cinco miembros permanentes, esas resoluciones suelen ser rechazadas. Han pasado más de 70 años desde que terminó la Segunda Guerra Mundial y, sin embargo, el mundo es rehén de cualquiera de esos cinco gobiernos, cuando son 193 los estados soberanos que integran las filas de la ONU.

En la actualidad, los gobiernos han gastado cerca de billones de dólares en la investigación, desarrollo e instalación de dispositivos nucleares destinados a matar a seres humanos y a destruir propiedades donde sea y como sea que se detonen. Esto tiene que terminar. Pero en realidad, aunque se alzaran millones de voces, no sería suficiente, porque el complejo militar-industrial es un sistema arraigado que apuntala enormes industrias mundiales.

Esto significa que es necesario un plan doble. Uno, los gobiernos deben detener el desarrollo y la adquisición de todas las armas de destrucción masiva. Solo podremos alcanzar la paz si todos se rigen por las mismas reglas. En segundo lugar, la capacidad intelectual, la mano de obra y la fabricación de armas deben convertirse en esfuerzos beneficiosos, más seguros y limpios, como la producción de electricidad o la eliminación del carbono de la atmósfera. Cada dólar o rublo que se destina a la fabricación de armas nos roba el futuro, produciendo únicamente más miedo y destrucción potencial.

Existen mecanismos para cambiar el actual paradigma destructivo y amenazante. Hay que tener la voluntad de hacerlo, y llegar a un acuerdo, lo cual es más difícil que desmantelar físicamente cualquier bomba nuclear. ¿Recapacitaremos?

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