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Ridván: un día feliz para los bahá’ís y el mundo

From the Editors | Abr 21, 2019

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From the Editors | Abr 21, 2019

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Si vives cerca de algún bahá’í, es posible que veas algunas celebraciones hoy: el comienzo del Festival Bahá’í de Ridván.

La palabra Ridván, pronunciada «rez-van», significa «Paraíso». Los bahá’ís celebran el festival del paraíso durante doce días, llamado así porque Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, dio a conocer sus afirmaciones proféticas por primera vez en un jardín de Bagdad al que llamó Ridván y donde anunció que él era el último mensajero de Dios para esta época.

Los bahá’ís celebran el Festival del Ridván para conmemorar el aniversario de aquella estancia en el jardín donde Bahá’u’lláh declaró su misión e inauguró la Fe bahá’í, la cual tuvo lugar fuera de Bagdad durante los doce días anteriores a su destierro a Estambul (entonces llamada Constantinopla) en 1863.

Diez años antes, en 1853, el gobierno persa exilió a Bahá’u’lláh de Teherán a Bagdad porque temía la rápida difusión de sus enseñanzas y su impacto progresivo en la sociedad. En abril de 1863, debido a que el exilio no cumplió su propósito, las enseñanzas de Bahá’u’lláh continuaron extendiéndose y al ser una amenaza para los clérigos, las autoridades lo expulsaron a un mayor exilio:

Nosotros sólo deseamos el bien del mundo y la felicidad de las naciones; sin embargo, nos consideran causantes de sedición y de rivalidades, merecedores de la prisión y del destierro… Que todas las naciones tengan una Fe común y todos los hombres sean hermanos; que se fortalezcan los lazos de afecto y unidad entre los hijos de los hombres; que desaparezca la diversidad de religiones y se anulen las diferencias de raza. ¿Qué mal hay en esto? – Bahá’u’lláh citado por J.E. Esslemont en Bahá’u’lláh y la Nueva Era, pág. 36.

Durante esa fatídica primavera, la estancia simbólica de Bahá’u’lláh en aquel verdoso jardín de Ridván se llevó a cabo después de semanas de trágicos y tristes momentos para sus amigos, seguidores y familiares. Informados de la orden del gobierno, la cual anunciaba el destierro de Bahá’u’lláh fuera de Bagdad, orden que lo sacaría de su alcance para siempre, lloraron y se lamentaron, amontonándose alrededor de su casa en gran número. Profundamente preocupados por su destino final, ya que aquel mismo gobierno había ejecutado a su predecesor y heraldo el Bab, los seguidores de Bahá’u’lláh vieron su próxima partida con gran temor.

Entrada al Jardín de Ridván en Bagdad.

Entrada al Jardín de Ridván en Bagdad.

Pero en medio de todo ese miedo y tristeza, Bahá’u’lláh proclamó la misión de su nueva Fe, y ese potente anuncio transformó la ocasión de su destierro de la tragedia al triunfo.

Así que hoy las comunidades bahá’ís y sus amigos en todo el mundo conmemoran la víspera de la expulsión de Bahá’u’lláh de Bagdad a Estambul, no como un momento de pena o pesar, sino como un festival de gran alegría.  El día festivo es una demostración de que, a pesar de los repetidos destierros de Bahá’u’lláh, el poder del mensajero de Dios puede generar bien del mal, sacar la luz de las tinieblas y obtener la victoria de la aparente derrota:

El gobierno persa creyó que el destierro de Persia de [Bahá’u’lláh] significaría el exterminio de Su Causa en ese país; en cambio se dieron cuenta de que se esparcía más rápidamente. Su prestigio aumentaba; Sus enseñanzas se propagaban más ampliamente. Entonces los jefes de Persia usaron su influencia para hacer que Bahá’u’lláh fuese desterrado de Baghdád; fue llamado a Constantinopla por las autoridades turcas. Mientras se hallaba en Constantinopla, Él ignoró todas las restricciones, especialmente la hostilidad de los ministros del estado y del clero. Pero los representantes oficiales de Persia nuevamente ejercieron su influencia sobre las autoridades turcas y lograron que Bahá’u’lláh fuese deportado de Constantinopla a Adrianópolis, el objetivo era mantenerlo lo más lejos posible de Persia y hacer más difícil Su comunicación con ese país. No obstante, la Causa seguía esparciéndose y fortaleciéndose. – Abdu’l-Bahá, La Promulgación a la Paz Universal, p. 50.

La declaración de Bahá’u’lláh en el Jardín de Ridván dio nueva inspiración al puñado de creyentes a quienes eligió para escuchar su nuevo mensaje, infundiendo alegría y vida a toda la reunión en el jardín. Incluso aquellos que desconocían completamente la declaración de Bahá’u’lláh reportaron sentir una sensación inexplicable de felicidad y exuberancia. Cada año, los bahá’ís expresan estas emociones y pensamientos alegres durante las celebraciones del Festival Ridván:

…mediante la aparición de estas Lumbreras de Dios se renueva el mundo, brotan las aguas de vida eterna, se agitan las aguas de amorosa bondad, se amontonan las nubes de la gracia y sopla la brisa de la munificencia sobre todas las cosas creadas. El calor que generan estas Lumbreras de Dios y los fuegos inextinguibles que encienden son los que hacen que la luz del amor de Dios brille intensamente en el corazón de la humanidad. – Bahá’u’lláh, El Libro de la Certeza, pág. 28.

En reconocimiento del mensaje de Bahá’u’lláh de “la renovación de todas las cosas”, en el período de Ridván también es el momento en que todos los bahá’ís de todo el mundo renuevan las instituciones democráticamente elegidas que administran su Fe.  Los bahá’ís no tienen clero, por lo que las comunidades bahá’ís se gobiernan a través de organismos elegidos de nueve personas llamadas Asambleas. Las elecciones de las asambleas espirituales locales bahá’ís en todas las localidades y las asambleas espirituales nacionales en todos los países se llevan a cabo cada año durante los doce días de Ridván. Cada cinco años, los bahá’ís eligen a la Casa Universal de Justicia durante este mismo período.

Cuando es momento de que los bahá’ís se reúnan a orar y emitir en silencio sus balotas de voto para elegir las instituciones que ayudarán a inspirarlos y guiarlos a lo largo del año, los bahá’ís afirman las enseñanzas de su Fe sobre la unidad de la humanidad, renuevan simbólicamente su pacto con Bahá’u’lláh y cumplen con aquella declaración trascendental en el Jardín de Ridván, afirmando la estructura de una comunidad global viva y unificada establecida en nombre de Bahá’u’lláh.

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