Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Todos hemos tenido que recuperarnos de algún tipo de corazón roto. Después de todo, entonces, ¿en quién confías para sanar tu corazón?
Los escritos bahá’ís nos animan a mantener nuestros corazones puros para que la luz de Dios pueda reflejarse a través de ellos. Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, escribió: «Todo lo que hay en el cielo y en la tierra lo he dispuesto para ti, salvo el corazón humano, que lo he hecho el aposento de Mi belleza y de Mi gloria«.
Cuando sentimos nuestro corazón roto, podemos consumirnos por los celos, la ira o la desesperación. En esos momentos, puede ser tan difícil sacar un momento para ser amable, amoroso y enfocado en mejorar el mundo que nos rodea. Recordar que el destino de nuestro corazón es brillar con la luz de Dios nos ayuda a mantenernos enfocados en trabajar constructivamente para mejorar nuestras vidas y las vidas de los demás.
De hecho, la Biblia dice: «Por encima de todo, protege tu corazón, porque todo lo que haces fluye de él». – Proverbios 4:23.
La forma en que lo hagamos depende de una serie de factores psicológicos y sociales. Aquellos que tienden a ponerse en movimiento persisten en tratar de deshacer el suceso o las circunstancias que los han llevado a la desilusión, mientras también hay de aquellos que suelen batallar para desprenderse y experimentar la felicidad mientras procesan sus sentimientos. Por otro lado, a otros les resulta más fácil evitar experimentar emociones y evitar los recordatorios de la fuente de su dolor.
Necesitamos conocer nuestras tendencias personales cuando tratamos de curar un corazón herido. Podemos entender nuestros patrones predeterminados mirando a la gente que nos rodea; prestar atención a las normas culturales nos da pistas sobre cómo nos han enseñado a tratar con el dolor interno. Esto se debe a que el corazón no está separado de su entorno. La familia, los compañeros y nuestra cultura en general influyen en la forma en que enfrentamos nuestro proceso de curación – y su influencia puede tener efectos positivos o negativos.
Para curar mi corazón, encuentro útil rodearme de personas que me aman por lo mejor de mí: aquellos que ven mis buenas cualidades y de alguna manera permiten que esas cualidades brillen aún más. He estado leyendo a Bell Hooks (una escritora, feminista y activista social estadounidense) y pensando en cómo a menudo nos herimos unos a otros creando formas poco saludables de expresar nuestra idea del amor. Los escritos bahá’ís afirman:
«El amor que alguna vez existe entre amigos no es [verdadero] amor, puesto que está sujeto a la transmutación; no es más que mera fascinación. Cuando sopla la brisa, el árbol tierno se inclina. Si sopla del este, el árbol se dobla hacia el oeste, y si sopla del oeste, el árbol se dobla hacia el este. Esta clase de amor tiene su origen en las circunstancias accidentales de la vida. Esto no es amor, es simplemente amistad; está sujeta a cambios».
Estoy aprendiendo a prestar atención a cómo me hacen sentir los demás y a los hábitos que me complacen cuando estoy con ellos, para asegurarme de que estoy cultivando aquel verdadero amor, y no solo tener meros conocidos.
Nuestras amistades tienen una gran influencia sobre quiénes somos y cómo tratamos a los demás, y estas fuertes conexiones nos ayudan a protegernos del dolor y a la vez nutren relaciones positivas para el futuro.
Cuando nos sentimos desconsolados, puede ser difícil mantenerse amable, cariñoso y concentrado en mejorar el mundo que nos rodea. En una charla en Boston en 1912, Abdu’l-Bahá, hijo de Bahá’u’lláh y su sucesor designador, dijo «Que los espejos de los corazones se limpien del polvo para que el Sol de la Verdad se refleje en ellos«.
Abdu’l-Bahá continuó explicando eso:
El hombre posee dos clases de sensibilidad; las emociones naturales, las cuales son como el polvo en el espejo, y las sensibilidades espirituales, las cuales son características misericordiosas y celestiales.
Existe un poder que purifica el espejo del polvo y transforma su reflejo en intenso brillo y esplendor para que las sensibilidades espirituales puedan purificar los corazones y los dones celestiales los santifiquen. ¿Qué es el polvo que oscurece el espejo? Es el apego al mundo, la avaricia, la envidia, el amor por el lujo y la comodidad, la soberbia y el deseo egoísta; éste es el polvo que impide el reflejo de los rayos del Sol de la Realidad en el espejo. Las emociones naturales son censurables y son como el óxido que priva al corazón de las bondades de Dios. Pero la sinceridad, la justicia, la humildad, el desprendimiento y el amor por los creyentes de Dios purificarán el espejo y lo harán radiante mediante los rayos reflejados del Sol de la Verdad.
Recordar que nuestro corazón está destinado a brillar con la luz de Dios nos ayuda a mantenernos enfocados en trabajar constructivamente para mejorar nuestras vidas y las de los demás. Sanar nuestro corazón de una manera saludable no solo alivia el sufrimiento interno. También nos permite ser una fuerza del bien en la vida de los demás.
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