Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Si estás al día de las noticias de hoy, sin duda conoces los extraordinarios peligros de nuestro tiempo, desde las guerras y los rumores de guerras hasta las divisiones cada vez más profundas y el declive del civismo en todos los niveles de la sociedad.
Nos enfrentamos a los graves efectos del cambio climático y la degradación del medio ambiente que amenazan nuestros suministros de alimentos y agua, a la erosión de la confianza en instituciones antaño consagradas y a la alarmante tolerancia de los «hechos alternativos» y las falsas narrativas, por nombrar algunos. Me duele el estómago cuando contemplo la miríada de amenazas a las que nos enfrentamos en este mundo díscolo, vergonzosamente desigual y desordenado.
Es natural que compartimentemos o nos aferremos a una feliz negación para poder pasar el día, pero si sigues leyendo, sospecho que estarás de acuerdo en que vivimos en una época aterradora en la que las cosas a menudo parecen estar a punto de salirse de control.
De algún modo, tenemos que encontrar tierra firme, sobre todo cuando las tempestades se arremolinan a nuestro alrededor y en nuestro interior.
¿Cómo conseguimos sentirnos seguros en estos tiempos difíciles y qué tienen que decir las enseñanzas bahá’ís sobre nuestra seguridad y protección? Una búsqueda en Internet generará multitud de estrategias para abordar la seguridad física, pero me gustaría que pensáramos en la respuesta última a estas preguntas cruciales.
Según mi lectura de las enseñanzas bahá’ís, debemos encontrar nuestro hogar perdido en el mundo espiritual, como relata esta oración de Bahá’u’lláh: «Tú ves, oh mi Señor, a este extraño que se dirige presuroso a su exaltadísimo hogar que se halla bajo el dosel de Tu majestad, en los recintos de Tu misericordia…».
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Si esto suena un poco inusual para una estrategia de seguridad, aguanta y sigue leyendo. Yo lo veo así: Imagina que estás perdido en algún lugar de una tierra desconocida donde los peligros acechan por todas partes. Dondequiera que mires, hay nuevas amenazas para tu seguridad. Lo único que quieres es volver a casa.
Resulta que tu hogar está más cerca de lo que imaginas.
Antes de que te rías y digas: «¿De dónde saco mis zapatillas de rubí?», quizá te interese saber que una sólida mayoría de la población mundial sostiene la creencia de que existe una fuerza vital en nuestro interior que sobrevive a nuestra muerte física: que nuestra conciencia e identidad siguen vivas después de que nuestros cuerpos se conviertan en polvo. Personalmente, he tenido experiencias que respaldan esta creencia. Solo contaré una.
La madre de mi esposa Leslie, Ethel, estaba en su lecho de muerte a la edad de 100 años, postrada y casi en coma mientras Leslie le cogía la mano. Yo me senté en silencio en un rincón de la habitación con mi portátil, apartado, donde nadie pudiera verme. Para pasar el rato, escribía sobre personajes ficticios: un médico británico en Persia en la década de 1850 y su interés amoroso, Layli, una doncella persa.
En el momento en que tecleé las palabras «Henry y Layli son mundos aparte», Ethel se levantó repentina y sorprendentemente de la cama y dijo: «¡No lo entiendo!».
Leslie dijo: «¿Qué es lo que no entiendes, mamá?».
Ethel contestó inmediatamente: «¡Por qué están tan apartados!».
«¿Quiénes están tan apartados, mamá?». preguntó Leslie.
Pero la madre de Leslie no contestó; volvió a tumbarse en la cama. Su transición fue gradual y, evidentemente, su alma era consciente de lo que yo pensaba y tecleaba. A la mañana siguiente falleció en paz.
Si crees en una vida después de la muerte, como hacen los bahá’ís, ¿te has preguntado alguna vez qué hace tu alma o espíritu en este mundo material mientras trabajas, juegas, te preocupas, te inquietas y te relacionas con los demás? ¿Cómo podemos saber que nuestra alma está realmente ahí? No podemos verla ni tocarla. ¿Necesita alimentarse como nuestro cuerpo necesita comida, agua y aire? ¿Tiene poderes que podamos aprovechar?
Las enseñanzas bahá’ís afirman que es absolutamente necesario alimentar nuestra alma a diario y confiar en los recursos espirituales a nuestro alcance. De hecho, las enseñanzas bahá’ís sugieren que la necesidad es urgente, que no podemos permitirnos esperar, que éste es el momento de que dirijamos nuestra atención a la parte espiritual de nuestro ser.
Para profundizar en estas cuestiones, quiero presentarles a Bahá’u’lláh (1817-1892), el profeta y fundador de la fe bahá’í, un noble persa que sacrificó su comodidad y seguridad por la promoción de la vida espiritual de la humanidad. Cuando Bahá’u’lláh reveló las enseñanzas bahá’ís, estableció un plan global para convertir esta Tierra en un hogar sano, seguro y pacífico para la humanidad. Entre sus 100 volúmenes de escritos, escribió:
Has de saber que el alma del hombre está por encima de todas las enfermedades del cuerpo y de la mente y es independiente de ellas… Considera la luz de la lámpara. Aunque un objeto exterior interfiera con su resplandor, la luz en sí continúa brillando sin disminuir su poder. De igual manera, cualquier mal que afecte al cuerpo del hombre es un obstáculo que impide la manifestación del poder y fuerza inherentes al alma. Sin embargo, cuando ésta abandone el cuerpo, evidenciará tal ascendiente y revelará tal influencia como ninguna fuerza en la tierra puede igualar. Toda alma pura, refinada y santificada estará dotada de tremenda fuerza, y se regocijará con inmensa alegría.
Las palabras de Bahá’u’lláh constituyen una guía, no solo para la comunidad bahá’í, sino para el mundo en general:
A dondequiera que Nos destierren, por grande que sea la tribulación que suframos, aquellos que son el pueblo de Dios, con firme resolución y perfecta confianza, deben mantener su vista dirigida hacia la Aurora de Gloria, y ocuparse con todo lo que conduzca al mejoramiento del mundo y a la educación de sus pueblos.
Bahá’u’lláh nos prometió que: El bienestar de la humanidad, su paz y seguridad son inalcanzables, a menos que su unidad sea firmemente establecida.
Entonces, ¿cómo encontramos nuestro hogar espiritual en medio de toda la confusión y los peligros de la actualidad?
La revelación de Bahá’u’lláh le llegó por primera vez en un calabozo de Teherán (Persia) llamado el Pozo Negro, situado a tres pisos bajo tierra, una prisión tan repugnante que los visitantes se desmayaban por el hedor. Sobrevivió cuatro meses en el invierno de 1852-53 en el barro y la suciedad, agobiado por pesadas cadenas tan notorias que tenían nombres asignados.
Sin embargo, espiritualmente hablando, estaba en casa. Sorprendentemente, ¡enseñó a sus compañeros de prisión a cantar en alabanza de su Creador!
Espero recordar esto en tiempos de peligro y cuando finalmente me llamen para cruzar al otro mundo.
Probablemente ya sepas que Bahá’u’lláh no fue prisionero por haber cometido ningún delito, sino por promover sin miedo, en tierras musulmanas, nuevas enseñanzas espirituales como la igualdad de mujeres y hombres, la eliminación de prejuicios de todo tipo, la erradicación de la superstición y el fanatismo, la aceptación de la ciencia y la razón, y el imperativo de considerar a los pueblos del mundo como una sola familia humana.
Desde ese temprano encarcelamiento hasta su fallecimiento en 1892 en Tierra Santa, Bahá’u’lláh nunca estuvo a salvo de la amenaza del daño físico, soportando torturas e indignidades durante la mayor parte de su vida, todo ello para plantar las semillas de una nueva era en la historia de la humanidad: una era de unidad, justicia y paz.
Su llamamiento a la humanidad incluía estas palabras:
Los días de vuestra vida se escapan como un soplo de viento, y toda vuestra pompa y gloria serán replegadas como lo fueron la pompa y gloria de quienes partieron antes que vosotros… Felices los días consagrados al recuerdo de Dios y benditas las horas dedicadas a alabar a Quien es el Omnisapiente.
Podemos leer las admoniciones espirituales de Bahá’u’lláh en busca de pistas sobre cómo debemos invertir nuestro tiempo, energía y recursos en estos días de cambio y agitación radicales.
La base sólida que todos buscamos puede hallarse en el conocimiento de que somos fundamentalmente seres espirituales al cuidado de un Creador todopoderoso. Puesto que somos seres espirituales, el mejor alimento para el alma es la palabra de Dios revelada por Sus mensajeros a través de los milenios, la más reciente traída por la voz y la pluma de Bahá’u’lláh. Esas enseñanzas proporcionan el elixir que puede calmar nuestros temores mientras trabajamos con diligencia en los inmensos retos de hoy en día y, de este modo, adquirimos poder en lugar de sentirnos indefensos. Cada uno de nosotros se sentirá mejor si forma parte de la solución, no del problema.
No podemos garantizar que siempre estaremos seguros materialmente en este mundo, pero espiritualmente, el hogar está dulcemente a solo un paso.
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