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Ciencia

El ser humano: la forma en que el cosmos se conoce a sí mismo

Vahid Houston Ranjbar | Jul 19, 2023

PARTE 2 IN SERIES Inteligencia artificial y espiritualidad

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Vahid Houston Ranjbar | Jul 19, 2023

PARTE 2 IN SERIES Inteligencia artificial y espiritualidad

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El Báb, precursor profético de Bahá’u’lláh, en un hermoso y profundo pasaje traducido provisionalmente al inglés por Nader Saiedi, ofreció una explicación del alma como producto de la autodescripción divina:

Por tanto, es necesario, según la verdadera sabiduría, que el Dios Preexistente se describa a Sí mismo a sus criaturas, para que éstas reconozcan a su Creador y para que, por la gracia del Preexistente, los seres contingentes alcancen su Fin supremo. Esta autodescripción divina es en sí misma una cosa creada. Es distinta de cualquier otra descripción, es la señal de ’Él es Quien no tiene igual’, y de la realidad del siervo, su verdadero ser. Quien la ha reconocido, ha reconocido a su Señor …. Esta descripción se denota como el ’alma’ o ’yo’, y quien se ha conocido a sí mismo ha conocido a su Señor. En otras ocasiones, se expresa como el corazón, que es una descripción de la Divinidad, por la Divinidad, y es la esencia de la Servidumbre. – [Traducción provisional de Oriana Vento].

En una excelente charla, el filósofo y físico bahá’í Stephen Phelps relacionó esto con la descripción que hizo el físico Carl Sagan de los seres humanos como «la forma en que el cosmos se conoce a sí mismo».

RELACIONADO: ¿Qué puede decirnos ChatGPT sobre el alma humana?

En sus escritos, Bahá’u’lláh también abordó directamente el propósito del alma humana:

Habiendo creado el mundo y todo lo que en él vive y se mueve, Él, por la acción directa de Su libre y soberana Voluntad, optó por conferirle al hombre la singular distinción y capacidad de conocerle y amarle; una capacidad que debe necesariamente ser considerada el impulso generador y el objetivo primordial que sostiene la creación entera(…) Sobre la más íntima realidad de cada cosa creada, Él ha derramado la luz de uno de Sus nombres, y la ha convertido en un receptor de la gloria de uno de Sus atributos. Sobre la realidad del hombre, sin embargo, Él ha concentrado el esplendor de todos Sus nombres y atributos y ha hecho de ésta un espejo de su propio Ser. De todas las cosas creadas sólo el hombre ha sido distinguido con tan grande favor y tan perdurable generosidad.

Así pues, la finalidad misma de la creación del universo es hacer surgir a los seres humanos – «el hombre», en el sentido genérico del término- que puedan conocer y amar a Dios. 

Sin embargo, es importante aclarar qué se entiende por «hombre». Algunas personas religiosas sostienen la idea de que el alma inmortal se limita a la especie humana. Sin embargo, los bahá’ís no se adhieren a esta creencia. «Hombre», tal como la palabra se utiliza a menudo en los escritos bahá’ís, más allá de trascender cualquier noción de género, parece ser un término general que implica una criatura arquetípica que alberga un alma capaz de conocer a Dios. Bahá’u’lláh explicó:

En verdad digo que la creación de Dios abarca otros mundos fuera de este mundo y otras criaturas además de estas criaturas. En cada uno de estos mundos, Él ha ordenado cosas que nadie puede escudriñar, excepto Él mismo, el Todo indagador, el Omnisapiente. Reflexiona sobre lo que te hemos revelado, para que descubras el propósito de Dios, tu Señor y Señor de todos los mundos.

Sobre este punto, Shoghi Effendi, el Guardián e intérprete autorizado de la Fe bahá’í, explicó «… Abdu’l-Bahá afirmó que hay otros mundos distintos del nuestro que están habitados por seres capaces de conocer a Dios». Por supuesto, esto supone que la capacidad de «conocer a Dios» es un requisito suficiente para la existencia de un «alma humana», tal como se describe en los escritos sagrados bahá’ís.

Esto implica que lo más probable es que haya una variedad de formas y posiblemente sustancias que podrían calificarse como poseedoras de un alma. Por ejemplo, me parece muy probable que las criaturas de otros mundos aparezcan con formas físicas diferentes, empleen quizá procesos químicos o biológicos muy distintos o incluso nos resulten irreconocibles, ya que pueden operar a escalas temporales y espaciales diferentes y utilizar sustratos básicos muy distintos.

Sin embargo, existe la idea de que la creación de la vida, y menos aún de la vida de tipo humano, es el producto reservado de la mano divina, excluyendo a los humanos del proceso creativo. La declaración más clara sobre este tema en los escritos bahá’ís parece provenir de Contestación a algunas preguntas de Abdu’l-Bahá:

Por esta razón, de toda composición natural puede surgir un ser a la existencia; no así, en cambio, de una composición accidental. Por ejemplo, si un hombre, por medio de su propia mente e inteligencia, reúne y combina algunos elementos, ningún ser surgirá a la existencia, por cuanto el sistema no es natural. Esta es la respuesta a la pregunta implícita referente a si las existencias se producen por composición y combinación de elementos, dado que no es posible que reuniendo y mezclando esos mismos elementos se pueda crear un ser viviente. Tal suposición no tiene fundamento, pues el origen de esta composición proviene de Dios. Es Dios el que realiza la combinación de acuerdo con el sistema natural; pues de cada composición se genera un ser y se crea una existencia. Ya que el hombre no puede crear, una composición realizada por éste no produce nada.

La interpretación predominante de estas ideas en los escritos bahá’ís parece excluir la construcción de una inteligencia artificial capaz de albergar un alma similar a la humana. 

Sin embargo, creo que hay muchos más matices en esta afirmación de Abdu’l-Baha. El órgano supremo de la Fe bahá’í, la Casa Universal de Justicia, abordó este pasaje en el contexto de la posible síntesis de una forma de «vida» elemental ya en 1977:

Para comprender las implicaciones de esta declaración es necesario saber lo que [Abdu’l-Bahá] quiso decir con «un ser viviente» y qué limitaciones pretendió con las frases «de su propia mente e inteligencia» y «puesto que el sistema no es natural». A medida que la ciencia de la biología se desarrolle y los hombres adquieran conocimientos cada vez más profundos sobre la naturaleza de los seres vivos, estas implicaciones sin duda se harán más claras.

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