Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
El estrés en el lugar de trabajo se ha llamado una enfermedad moderna. Como dijo el poeta Henry David Thoreau, «la masa de hombres lleva vidas de silenciosa desesperación«.
Los lugares de trabajo a menudo están presionados y saturados por la necesidad de extraer el máximo rendimiento de los empleados, que hacen su mejor esfuerzo en entornos a menudo tóxicos donde «perro come perro» es el mantra que parece ser el mejor. ¿Cómo puede la sociedad resolver este problema?
Los escritos bahá’ís ofrecen algunas perspectivas útiles sobre la naturaleza y el propósito del trabajo, y cómo podemos considerarlo de maneras que pueden aliviar parte del estrés que podemos sentir.
Primero, debemos saber que si estamos haciendo un trabajo productivo, de acuerdo con las enseñanzas bahá’ís, estamos haciendo algo bueno y correcto:
Los mejores de los hombres son aquellos que se ganan el sustento con su profesión y lo gastan en sí mismos y en sus familias por amor a Dios, el Señor de todos los mundos. – Bahá’u’lláh, Las Palabras Ocultas, p. 98.
Sugeriría que la palabra «llamar» en este contexto significa un trabajo que sea adecuado para nosotros. Claramente, no todos somos afortunados o estamos lo suficientemente calificados como para poder hacer un trabajo que satisfaga algún llamado interior elevado, pero al mismo tiempo, cualquier rol en el que caigamos refleja algo acerca de nuestras preferencias, habilidades o situación actual de la vida.
Otra cosa para recordar es que la raíz de nuestro sufrimiento en el lugar de trabajo a menudo puede ser nuestro deseo natural de apreciación o de ser reconocidos como buenos en lo que hacemos. Si no recibimos tal reconocimiento, podemos sentirnos insatisfechos y desanimados. Una vez tomé un curso de administración donde me dijeron que hasta el noventa por ciento de todos los movimientos de trabajo dentro de la organización, incluidas las promociones, se precipitaban por la desconfianza o la insatisfacción con el gerente inmediato. Entonces, ¿cómo nos detenemos a no desanimarnos si nuestro trabajo no es reconocido?
Uno de los principios clave de Karma yoga sostiene que debemos hacer nuestro mejor esfuerzo en nuestro trabajo, pero no apegarnos a los resultados. En otras palabras, ya sea que nos feliciten o castiguen por nuestros esfuerzos, no debemos dejarnos llevar por ninguno de esos extremos, y haremos lo mejor que podamos. Si creemos en un Dios personal, entonces deberíamos dedicar nuestro trabajo a Él y a nadie más. Swami Vivekananda lo expresó de esta manera:
“La idea central del «Bhagavad Guita es «trabaja incesantemente, pero abandona todo apego a la obra».
“Todo pensamiento de obtener recompensa por la obra que hacemos limita nuestro progreso espiritual; más aun, al fin acarrea desdicha. Hay otra manera… la de considerar todo acto como «adoración» en el caso que creamos en un Dios Personal”. – Swami Vivekananda, Karma Yoga, p. 16; p. 19.
Dejando el dinero a un lado por un momento, el deseo de recompensa por parte del trabajador que conduce a la miseria es interesante. Los escritos bahá’ís parecen apoyar esta idea:
El que queda aprisionado por los deseos siempre está descontento; los hijos del Reino se han zafado de sus deseos. – Abdu’l-Bahá en Londres, p. 87.
Por supuesto, eso no quiere decir que no debemos esperar que nos paguen correctamente por nuestras labores, o defendernos si nos han juzgado mal por algo que hemos hecho o dejado de hacer. Debemos luchar por lo que es justo y correcto, pero una vez que hayamos hecho esto, deje el asunto en manos de Dios: Hollad el sendero de la justicia, porque éste es, ciertamente, el sendero recto. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, p. 131.
Este tema espiritual del trabajo que es equivalente a la adoración también se encuentra en los Escritos Bahá’ís:
A cada uno de vosotros se os ordena que os dediquéis a alguna forma de ocupación, como un oficio, un arte y otras similares. Nosotros hemos exaltado misericordiosamente vuestro trabajo al rango de la adoración a Dios, el Verdadero. – Bahá’u’lláh, Las Tablas de Bahá’u’lláh, p. 17.
Es por eso que, para los bahá’ís, el trabajo adquiere una dimensión espiritual, e incluso si no tenemos una necesidad financiera de aceptar un trabajo, el trabajo debería formar parte de nuestras vidas:
Cada individuo, sin importar cuán discapacitados y limitada que sea, tiene la obligación de participar en algún trabajo o profesión, para el trabajo, sobre todo cuando se realiza en el espíritu de servicio, es de acuerdo a Bahá’u’lláh una forma de culto. No solo tiene un propósito utilitario, sino que tiene un valor en sí mismo, porque nos acerca a Dios y nos permite captar mejor su propósito para nosotros en este mundo. Es obvio, por lo tanto, que la herencia de la riqueza no puede hacer que nadie sea inmune al trabajo diario. – Shoghi Effendi, citado por la Casa Universal de Justicia en el Libro Más Sagrado de Bahá’u’lláh, p. 192.
Uno de los frutos de nuestro trabajo nos ayuda a acercarnos más a Dios y comprendernos mejor a nosotros mismos y a nuestro papel en este mundo. ¿Incluye eso, por ejemplo, un padre o cuidador que se queda en casa para administrar el hogar o cuidar a los miembros de la familia? Sin duda, si! El trabajo útil de cualquier tipo, ya sea remunerado o no, especialmente cuando satisface las necesidades de los demás, se ajusta a la definición bahaí del trabajo como adoración.
Por lo tanto, parecería que al hacer alguna forma de trabajo, hacerlo lo mejor que podamos, considerarlo como un servicio a los demás y luego alejarnos de los resultados nos dará los mejores resultados. De esa manera podemos proveer para nosotros mismos, nuestros seres queridos y para nuestro propio desarrollo espiritual, y mantener nuestros niveles de estrés bajo control.
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