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Un deber bahá’í: defender la esencia de todas las religiones

Badi Shams | Feb 4, 2023

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Badi Shams | Feb 4, 2023

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Hace poco volví a leer esta profunda cita de los escritos de Bahá’u’lláh, y esta vez me caló hasta el alma y me hizo ver con claridad lo que está ocurriendo a nuestro alrededor en todas las partes del mundo:

La vitalidad de la fe de los hombres en Dios se está extinguiendo en todos los países; nada que no sea Su saludable medicina podrá jamás restaurarla. La corrosión de la impiedad está carcomiendo las entrañas de la sociedad: ¿Qué otra cosa sino el Elíxir de Su potente Revelación puede limpiarla y hacerla revivir?

Aquí, en dos frases, Bahá’u’lláh diagnostica el principal problema de la humanidad y sugiere el remedio.

Esta cita me removió el alma y me hizo pensar que tiene que haber algo que yo pueda hacer. Después de todo, cuando el Creador, a través de la voz de Su mensajero, se lamenta de que « La vitalidad de la fe de los hombres en Dios se está extinguiendo en todos los países«, me hace darme cuenta de que la paz y la salvación de la humanidad están en manos de Dios, y también en las nuestras.

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Debemos preservar las grandes leyes espirituales enseñadas por todas las religiones y, al mismo tiempo, adaptar las leyes sociales inspiradas por esas religiones a las necesidades de la época, como recomendó Abdu’l-Bahá en un discurso que pronunció en Chicago en 1912:

… la Ley divina tiene dos funciones o aspectos distintos: uno es lo esencial o fundamental, el otro es lo material o accidental. El primer aspecto de la religión revelada de Dios es el que concierne al desarrollo ético y al progreso espiritual de la humanidad, el despertar de las sensibilidades humanas potenciales y el descenso de las dádivas divinas. Esas ordenanzas son inalterables, esenciales, eternas. La segunda función de la religión divina trata las condiciones materiales, las leyes de la comunicación humana y la regulación social. Estas están sujetas a cambios y transformación de acuerdo con el tiempo, el lugar y las condiciones.

Últimamente, me he encontrado defendiendo el islam de las críticas de los propios musulmanes, aquellos que están hartos de los mulás y del fanatismo de otros musulmanes, y que por ello ya no quieren saber nada del islam. Defenderlo ha resultado ser una tarea difícil, ya que la mayoría de la gente no puede o no quiere separar las acciones de los mulás de la espiritualidad inherente al islam y de sus enseñanzas esenciales.

Asimismo, he defendido el cristianismo de cristianos que no quieren saber nada más de los sacerdotes y otros cristianos que han dañado la imagen del cristianismo con sus acciones.

Todo esto me ha hecho estar más decidido a aconsejar a musulmanes, cristianos y seguidores de otras religiones que están descorazonados, animándolos a no «tirar las frutas frescas con las pochas». Según mi experiencia, de ahí viene generalmente el rechazo a la religión: la gente pone en duda las leyes espirituales de sus confesiones, cuando lo único que necesita es reexaminar las leyes sociales inspiradas por sus religiones, las cuales están sujetas a cambios.

Así que la propagación de la irreligiosidad en la actualidad ha añadido otro papel al objetivo principal de la Fe bahá’í, que es trabajar para lograr la unidad de la humanidad. Dado que el magnetismo de la religión está perdiendo poder y volviéndose cada vez más irrelevante a los ojos del mundo, los bahá’ís defienden la esencia de cada religión y el carácter sagrado de los Libros Sagrados y sus autores, porque, como escribió Bahá’u’lláh, todas las religiones son una:

Has de saber con toda seguridad que la esencia de todos los Profetas de Dios es una y la misma. Su unidad es absoluta. Dios, el Creador, dice: No hay distinción alguna entre los Portadores de Mi Mensaje. Todos ellos tienen un solo propósito; su secreto es el mismo secreto. No es de ninguna manera permitido preferir a uno sobre los demás, ni exaltar a algunos por encima de los otros. Cada verdadero Profeta ha considerado Su Mensaje como fundamentalmente el mismo que la Revelación de cualquier otro Profeta que Le haya precedido.

Los bahá’ís defienden la espiritualidad de todas las grandes religiones. Si no se protege, o se niega y menosprecia, entonces resulta imposible debatir la progresión de las religiones.

En su declaración resumida sobre las enseñanzas bahá’ís a las nacientes Naciones Unidas en 1947, Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe bahá’í, explicó:

El principio fundamental enunciado por Bahá’u’lláh, creen firmemente los seguidores de Su Fe, es que la verdad religiosa no es absoluta sino relativa, que la Revelación Divina es un proceso continuo y progresivo, que todas las grandes religiones del mundo son de origen divino, que sus principios básicos están en completa armonía, que sus objetivos y propósitos son uno y el mismo, que sus enseñanzas no son sino facetas de una misma verdad, que sus funciones son complementarias, que solo difieren en los aspectos no esenciales de sus doctrinas y que sus misiones representan etapas sucesivas en la evolución espiritual de la sociedad humana. – [Traducción Provisional de Oriana Vento].

La humanidad necesita afrontar las crisis sin precedentes de hoy con todas sus herramientas espirituales preparadas, y su futuro depende del grado de unificación de todos los países y de todas las religiones. Lamentablemente, el agua pura de los mensajes de curación espiritual se ha combinado con tantas impurezas que ya no posee todas sus cualidades curativas originales.

Lo que el mundo necesita hoy no es la destrucción de todo lo sagrado y moral en nombre de la libertad de expresión y acción. Esa conciencia de lo sagrado es la causa de nuestra salvación, y tiene su origen en los libros sagrados de todas las religiones.

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Los bahá’ís creemos que defender esos valores espirituales y el origen de esas enseñanzas en todas las religiones es un deber moral. Puesto que todas las religiones son esencialmente una, todas forman parte de nuestra Fe. Al mantener amistad con personas de todas las religiones, intento asegurarme de que son conscientes de mi respeto por sus profetas, sus mensajeros y sus escritos sagrados. Como escribió Abdu’l-Bahá:

Las religiones divinas deben ser la causa de unicidad entre los hombres y el instrumento del amor y la unidad; deben promulgar la paz universal, librar al hombre de todo prejuicio, conferir alegría y felicidad, practicar la bondad hacia todos los hombres y suprimir toda diferencia y distinción.

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