Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Mi amigo Misha, un judío askenazí que llegó de la Unión Soviética al principio de su adolescencia, se opuso, a veces de forma muy dura, al ideal bahá’í de unidad racial, especialmente en lo que respecta a los matrimonios interraciales.
Esta enseñanza básica de unidad, uno de los principios bahá’ís más destacados y profundos, insta a todas las personas a amar a la humanidad a pesar de las diferencias superficiales. Como Abdu’l-Bahá señaló claramente:
… la superficie de la tierra es un solo país natal. Todos pueden vivir en cualquier punto del globo terráqueo. Por tanto, el mundo entero es la tierra natal del hombre. Estas fronteras y sus pasos han sido ideados por el hombre. En la creación no han sido asignados tales límites y pasos fronterizos.
El propio hijo de Misha se había casado con una mujer negra que también era musulmana, lo que le molestaba mucho, pues le parecía una pérdida de identidad racial. Esto hizo que me planteara una serie de preguntas sobre los matrimonios mixtos y la mezcla cultural de poblaciones diversas.
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P: Con el matrimonio interracial, ¿acaso no será que cuanto más ascendamos en el árbol genealógico, nuestra única posibilidad de diversificar nuestros rasgos será a través de las mutaciones?
R: En primer lugar, las diferencias entre grupos étnicos -el color de la piel, por ejemplo- ya se deben a la mutación en combinación con el entorno. Si el mundo fuera un lugar infinito y plano, y las diferentes poblaciones se alejarán continuamente unas de otras, sin mezclarse nunca con otras poblaciones, entonces habría cada vez menos diversidad dentro de esa población, pero las mutaciones seguirían alterando la población para adaptarla a su entorno.
En realidad, la ciencia genética moderna ha demostrado que hemos estado y seguiremos estando mezclados étnicamente. Hay asiáticos que tienen mutaciones del norte de Europa debido a los matrimonios mixtos de antaño, y europeos del norte con características más africanas.
Pero nuestra evolución ha sido hacia la unidad. Una cuestión que ha desconcertado a los científicos hasta hace poco era por qué allí donde aparecíamos nosotros -el homo sapiens- se extinguían otros grupos de homínidos mientras nosotros prosperábamos. Ahora dicen que se debe a que los seres humanos desarrollamos las herramientas de cooperación y colaboración, en una palabra, la unidad. Primero tuvimos el lenguaje hablado, luego el escrito, la religión, el comercio, la agricultura, etc. Nos reconocimos no solo como individuos, sino como parte de una unidad familiar, un clan, una tribu, una nación.
Adivinen qué: una identidad global es el siguiente paso.
P: ¿Significa eso que todos se convertirán en personas parecidas a los robots y no conservarán ninguna singularidad?
R: ¿Por qué habría de ser así? La unidad no implica ni requiere uniformidad. Incluso personas de la misma nación, etnia o color pueden ser radicalmente diferentes en su forma de pensar y comportarse, tan radicalmente diferentes como tú y yo.
El lema bahá’í es «Unidad en diversidad». Nuestros diferentes talentos y habilidades nos dan fuerza como sociedad, y hacen que el mundo sea hermoso.
Esto es la evolución, genética y espiritual, que guía e informa la evolución cultural y social. El quid (y el hecho) de la cuestión es que todos somos miembros de una misma familia humana. Para que sigamos evolucionando socialmente en este planeta, debemos llegar a reconocerlo. La otra alternativa a la evolución es la extinción. Durante miles de años, hemos utilizado nuestras herramientas para lograr una mayor unidad. No hay razón para que dejemos de hacerlo ahora.
PERO Bahá’u’lláh comprendió de forma muy realista que no todo el mundo era capaz de ver más allá de sus propios intereses egoístas para preocuparse por lo que ocurría con otras personas. Dijo que durante un tiempo, lo que Él llama la Paz Menor -una paz política- será impulsada por el hecho de que la gente no quiere extinguirse. Esta paz será regida por consideraciones prácticas: los líderes buscarán la unidad porque no quieren que sus países (o su propio poder personal) sean destruidos.
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Después de un tiempo, escribió Bahá’u’lláh, a medida que la gente llegue a apreciar y hacer uso de los beneficios de esta Paz Menor, crecerá una paz más verdadera y duradera, basada en la transformación real de la comunidad humana. Jesucristo describió esto en el libro de Mateo del Nuevo Testamento, cuando sus discípulos le preguntaron cómo llegaría el Reino de Dios. Les dijo que es como un gran árbol que crece a partir de una pequeña semilla, o un poco de levadura mezclada con mucha masa de pan. En otras palabras, es un proceso lento y orgánico. En su libro místico Las palabras ocultas, Bahá’u’lláh escribió:
¿No sabéis por qué os hemos creado a todos del mismo polvo? Para que nadie se exalte a sí mismo por encima de otro. Ponderad en todo momento en vuestros corazones cómo fuisteis creados. Puesto que os hemos creado a todos de la misma substancia, os incumbe, del mismo modo, ser como una sola alma, caminar con los mismos pies, comer con la misma boca y habitar en la misma tierra, para que desde lo más íntimo de vuestro ser, mediante vuestros hechos y acciones, se manifiesten los signos de la unicidad y la esencia del desprendimiento.
Esto no es solo un pensamiento agradable: Bahá’u’lláh pidió «hechos y acciones» en pos de esta unidad humana. En otro pasaje llamó a la humanidad a transformar las enseñanzas de los mensajeros y profetas divinos en realidad y acción. Yo simplemente he optado por intentar llevarlo a la práctica, junto con otros millones de bahá’ís, y con personas que no se consideran bahá’ís o incluso ni siquiera religiosas.
Sin embargo, una cosa es absolutamente segura. Si nadie actúa de acuerdo con lo que la religión y la ciencia nos dicen sobre nosotros mismos -que somos una sola familia-, no encontraremos ni unidad ni paz. Como escribió Bahá’u’lláh: El bienestar de la humanidad, su paz y seguridad son inalcanzables, a menos que su unidad sea firmemente establecida.
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