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Espiritualidad

Uniendo nuestras metas espirituales y materiales

Morgan Wishney | May 11, 2018

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Morgan Wishney | May 11, 2018

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Ser Bahá’í significa luchar por convertirse en un agente de cambio positivo en todos los aspectos de la sociedad. Este esfuerzo debe necesariamente comenzar con cambios internos a través de la oración, la meditación sobre las escrituras sagradas y la reflexión sobre el propósito y significado de la vida. A través de un esfuerzo continuo, nuestros pensamientos y actitudes se refinarán gradualmente hasta el punto que nuestras actividades diarias, ya sea ir a estudiar, trabajar o alguna hacer alguna otra actividad, se conviertan en una extensión de nuestra práctica espiritual.

“Y toda rama del conocimiento, conjuntamente con el amor de Dios, es aprobada y es digna de alabanza; mas privada de su amor la ilustración es estéril y, en verdad, conduce a la demencia. Toda clase de conocimiento, toda ciencia, es como un árbol: si su fruto es el amor de Dios, entonces es un árbol bendito, mas si no lo es, aquel árbol no es más que madera seca, y tan solo alimentará al fuego”- Selección de los escritos de Abdu’l-Bahá, p. 251.

La dicotomía perenne entre la búsqueda espiritual y la material ha llevado a las personas a distintos extremos durante la historia. Por un lado, algunas personas han buscado retirarse de la sociedad con la esperanza de descubrir a Dios o alcanzar la realización propia. Y al otro extremo, la seguridad y gratificación inmediata ofrecida por el poder y el dinero ha llevado a muchos a rechazar todas las formas de religión, considerándolas como una distracción irrelevante en su búsqueda de éxito material.

Los escritos Bahá’ís resuelven esta tensión al ver el aspecto material y espiritual como facetas complementarias de la vida, ambas demandan un continuo esfuerzo para ser refinadas y perfeccionadas. En un sentido práctico, el puente entre estas dos realidades es la actitud que nosotros decidamos adoptar frente a ellas. Cualquier actividad, ya sea espiritual o material, si es que la queremos a usar como un medio de progreso personal, debe ser dirigida por un deseo de servir a los demás. Solo entonces conseguirá lograr su consumación como un acto puro que produce beneficios para todos.

El comienzo de este proceso es sencillamente preguntarnos qué oportunidades existen en nuestras vidas laborales para practicar algunos de los conceptos elucidados en los escritos sagrados. Realizar esto de forma efectiva requiere preparación. Primero, debemos reflexionar sobre lo que implica física y mentalmente cada una de las tareas y considerar qué virtudes se pueden aplicar para cada caso. El segundo paso es realizar nuestras actividades con atención para que así podamos identificar las oportunidades para poner en práctica las virtudes. Finalmente, es efectivo, al finalizar cada día, evaluar si es que hemos logrado lo que queríamos alcanzar y, luego, comprometerse a realizar los ajustes necesarios para la próxima vez.

“Que cada amanecer sea mejor que su víspera y cada mañana más rica que su ayer El mérito del hombre reside en el servicio y la virtud”. – Tablas de Bahá’u’lláh, p. 138.

Al usar este enfoque, pronto nos daremos cuenta de que no existe virtualmente ninguna actividad de nuestras vidas diarias que no ofrezcan una oportunidad para lograr una transformación personal. Uno incluso podría argumentar que nos estamos privando a nosotros mismos, nuestros colegas y a la sociedad en general de un gran beneficio si fracasamos en reconocer y reaccionar frente a estas oportunidades.

También, es interesante considerar cómo los beneficios materiales pueden surgir de la aplicación de prácticas espirituales en nuestro lugar de trabajo. Por ejemplo, considere una situación en la que el dueño de un negocio paga a sus empleados por encima del salario mínimo, además este vincula su remuneración al éxito del negocio. Con la actitud correcta, esto también es una inversión espiritual, ya que es una expresión de principios divinos de amabilidad y justicia. En un sentido material, esta forma de inversión es como crear un negocio efectivo, debido a que ahora existe un incentivo adicional para que el personal realice un mayor esfuerzo y se apropie del trabajo.

Al colocar valores espirituales al centro de nuestras transacciones, estamos también realizando una inversión de largo plazo no solo en nosotros mismos, sino que también en aquellos que nos rodean. Esta inversión debe eventualmente pagar dividendos materiales así como espirituales, mientras crece la confianza entre personas y se restaura el equilibrio entre la generación, distribución y utilización de la riqueza material.

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