Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Las leyes de la religión, destinadas principalmente a elevar el alma humana, también tienen otra función importante: el avance y la protección de la civilización.
Si bien muchas de las leyes del Libro más Sagrado de Bahá’u’lláh ofrecen varias vías para cumplir con los sistemas legales debidamente establecidos, por una serie de causas, la razón imperante de todas las respuestas variables parece estar en la demostración de Bahá’u’lláh de la equidad, la justicia y la función educativa de la ley en general.
Por ejemplo, algunas de las leyes bahá’ís involucran un estándar mínimo junto con una alternativa más elevada. Quizás uno de los ejemplos más claros de la imparcialidad y flexibilidad demostrada en las leyes bahá’ís es el mandamiento de Bahá’u’lláh de que “no pueda observarse vestigio alguno de suciedad en vuestra vestimenta” – El libro más sagrado , pág. 74. Él llega a afirmar que «si la vestimenta de alguien está visiblemente manchada, sus oraciones no ascenderán a Dios, y el Concurso celestial se apartará de él«. – Ibid., pág. 75. Pero al discutir estas aparentemente severas consecuencias por no tener en cuenta el decoro y el comportamiento apropiados, Bahá’u’lláh declaró: «Quien no cumpla esta norma por motivos justificados no incurrirá en falta. Dios es, verdaderamente, el Perdonador, el Misericordioso». – Ibid., pág. 74.
La implicación general de esta ley parece ser que la justicia y la misericordia de Dios consideran cada acción según el motivo individual y las circunstancias atenuantes. Esta flexibilidad y justicia es lo opuesto al fundamentalismo rígido, como lo señaló el Guardián de la Fe Bahá’í, Shoghi Effendi. Él dijo, con respecto al recitación de las oraciones bahá’ís, que los bahá’ís:
… aunque de esta manera los amigos son dueños de seguir su propia inclinación, …deben prestar sumo cuidado a que la forma de practicarlo no adquiera un carácter demasiado rígido y se transforme así en una institución. – Shoghi Effendi, citado en El Libro más Sagrado, pág. 217.
Sin embargo, los escritos bahá’ís hacen distinciones claras entre el comportamiento de un individuo y cómo responde la sociedad como institución en términos de aplicar justicia. Al hacer esta distinción, Abdu’l-Bahá aclaró el propósito de las leyes. Según Abdu’l-Bahá, la primera obligación de los administradores de cualquier comunidad consiste en garantizar la justicia y el orden. En este contexto, Bahá’u’lláh advirtió:
Cuidado, no sea que por compasión dejéis de cumplir los reglamentos de la religión de Dios; haced lo que os ha sido ordenado por Quien es compasivo y misericordioso. – El Libro más Sagrado, pág. 38.
Lo más amado de todo ante Mi vista es la Justicia; no te apartes de ella si Me deseas y no la descuides para que Yo pueda confiar en ti. Con su ayuda verás con tus propios ojos y no por los ojos de otros, y conocerás con tu propio conocimiento y no mediante el conocimiento de tu prójimo. Pondera en tu corazón cómo te corresponde ser. En verdad, la justicia es Mi ofrenda a ti y el signo de Mi amorosa bondad. Tenla, pues, ante tus ojos. -Bahá’u’lláh, Las palabras Ocultas, pág. 27.
Los bahá’ís creen que los individuos deben demostrar compasión y perdón, pero que la sociedad en su conjunto debe mostrar una respuesta diferente. En resumen, el propósito de la comunidad como institución administrativa consiste en brindar justicia, no misericordia y perdón. Esto no significa que la sociedad deba buscar venganza. Como señaló Abdu’l-Bahá, el castigo nunca debe tomar la forma de venganza o represalia; más bien es una expresión de justicia en el sentido más amplio del término:
Hay dos clases de sanción: la venganza y el castigo. El hombre no tiene derecho de vengarse; pero la comunidad sí tiene el derecho de castigar al criminal, en cuyo caso el castigo tiene por objeto advertir y evitar que ninguna otra persona se atreva a cometer un crimen similar. Dicho castigo tiene por objeto la protección de los derechos del hombre; no es una venganza…
Las comunidades deben castigar al opresor, al homicida, al malhechor, a fin de advertir y evitar que otros cometan los mismos crímenes. No obstante, lo más esencial es que las gentes sean educadas de manera que no lleguen a cometer delito alguno. Pues es posible educarlas tan eficazmente que no sólo logren abstenerse de perpetrar delito alguno, sino que conciban el crimen en sí mismo como el mayor de los tormentos, castigos y condenas. – Abdu’l-Bahá, Contestación a unas preguntas, pág. 323.
Además, Bahá’u’lláh escribió en El Libro más Sagrado que el perdón debe venir de Dios; uno no puede ser absuelto confesando sus pecados a otros; por lo tanto, el perdón no es algo que la comunidad pueda dar, incluso si se pensara que corresponde.
Es así que la respuesta penológica de la comunidad se ve en El Libro más Sagrado como distinta de la respuesta del individuo que, según observó Abdu’l-Bahá, debería ser la de compensar la injusticia de otra persona con perdón y misericordia. Explicó que los individuos bahá’ís deberían hacer lo que Cristo recomendó: «…actúa de la forma opuesta y muestra perdón, y si es posible, ayuda al agresor». – Ibid., pág. 310. Si la víctima responde infligiendo daño al autor del primero, su acción no es diferente de la del criminal: “los dos actos son iguales: ambos constituyen injurias; la única diferencia es que uno ocurrió antes y el otro después”. – Ibid., pág. 321.
En su Libro más Sagrado, Bahá’u’lláh hizo esta misma distinción, prohibiendo que el individuo agreda a otro, cargue armas o tome la vida de otra persona:
Se os ha prohibido en el Libro de Dios tomar parte en contiendas y conflictos, golpear a un semejante o cometer actos similares que muevan a almas y corazones a entristecerse. – El Libro más Sagrado, pág. 72.
Sin embargo, la respuesta y la responsabilidad de las instituciones es diferente: su responsabilidad implica proteger a la comunidad, al tiempo que se mantiene el orden, la tranquilidad y la seguridad de quienes están a su cargo. En consecuencia, la “constitución de las comunidades depende de la justicia, no del perdón”:
Así como la clemencia es uno de los atributos del Misericordioso, también la justicia es uno de los atributos del Señor. El pabellón de la existencia no se sostiene sobre el pilar de la clemencia, sino sobre el pilar de la justicia. La continuidad de la humanidad depende de la justicia, no de la clemencia. Si en la actualidad se pusiera en práctica la ley del perdón en todos los países, en poco tiempo el mundo y los fundamentos de la convivencia humana se derrumbarían. Ningún hombre habría quedado con vida si los gobiernos de Europa no hubieran resistido la perversidad de Atila. – Abdu’l-Bahá, Contestación a unas preguntas, pág. 325.
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