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¿La Fe Bahá’í llama a crear un mundo sin fronteras?

Rodney Richards | Ago 5, 2019

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Rodney Richards | Ago 5, 2019

Las opiniones y puntos de vista expresados en este artículo pertenecen al autor únicamente, y no necesariamente reflejan la opinión de BahaiTeachings.org o de alguna institución de la Fe Bahá'í.

Hoy, gran parte de nuestras disputas políticas, discordias y divisiones provienen de un único tema controvertido: las fronteras. Las dibujamos arbitrariamente en mapas y luego luchamos, matamos y morimos por ellas.

En la historia antigua, las civilizaciones no tenían los límites definidos que los estados tienen hoy en día. El Imperio Romano (27 a. C. – 476 d. C.) se convirtió en la primera civilización occidental conocida por definir con precisión sus fronteras. La base de muchos sistemas gubernamentales sucesivos surgió de la autoridad o ideas tomadas de ciudades-estado romanas o griegas. Más tarde, los estados europeos de los Años Oscuros y la Edad Media obtuvieron su autoridad de la iglesia católica romana. Durante ese período, se establecieron por primera vez fronteras nacionales relativamente indefinidas, principalmente a través de conquistas, guerras o colonizaciones. Solo recientemente en la historia humana, durante los últimos siglos, hemos delimitado fronteras y límites nacionales estrictos.

Más allá de esas fronteras artificiales, el principio fundamental de la Fe Bahá’í —la unidad de la humanidad y la unidad del mundo— visualiza un estado futuro de la sociedad en el que todas las personas viven y prosperan como ciudadanos globales:

Es de hecho un hombre quien hoy se consagra al servicio de toda la raza humana. El Gran Ser dice: Bienaventurado y dichoso aquel que se levanta para promover los mejores intereses de los pueblos y razas de la tierra. No debe enorgullecerse quien ama a su patria, sino más bien quien ama al mundo entero. La tierra es un solo país, y la humanidad sus ciudadanos. – Bahá’u’lláh, Las Tablas de Bahá’u’lláh, pág. 111.

¿Aquel principio básico significa que las enseñanzas bahá’ís defienden, como algunos podrían sugerir, un mundo completamente sin fronteras? ¿Significa que los bahá’ís son globalistas, que piden la eliminación de todas las naciones a favor de un gobierno mundial?

Al leer este discurso, dado por Abdu’l-Bahá en los Estados Unidos en 1912, inicialmente podría verse tentado a llegar a esa conclusión:

Este es un solo globo, una tierra, un país. Dios no lo divide en fronteras nacionales. Ha creado todos los continentes sin divisiones nacionales. ¿Por qué deberíamos hacer tales divisiones? Estas no son sino líneas y fronteras imaginarias. Europa es un continente; no está naturalmente dividido; es el hombre quien ha trazado las líneas y ha establecido los límites de los reinos e imperios. El hombre declara que un río es la frontera entre dos países, llamando a este lado francés y al otro alemán, mientas que el río fue creado para ambos y es una arteria natural para todos. ¿No es la imaginación y la ignorancia lo que impulsa al hombre a violar la intención divina y hacer de las mismas bondades de Dios causa de guerra, derramamiento de sangre y destrucción? Por tanto, todos los prejuicios entre los hombres son falseamientos y violaciones de la Voluntad de Dios. Dios desea la unidad y el amor. Ordena la armonía y el compañerismo. La enemistad es desobediencia humana. Dios mismo es amor. – Abdu’l-Bahá, La Promulgación a la Paz Universal, pág. 305.

Abdu’l-Bahá, sin embargo, ofreció una visión más detallada de una potencial comunidad mundial futura en su libro de 1875 El secreto de la civilización divina. En él, imaginó una unión de naciones globalmente federada, al igual que los estados individuales de los Estados Unidos o las naciones individuales de la Unión Europea de hoy, soberana e independientemente gobernada, pero también una parte unificada de un todo más amplio:

La verdadera civilización desplegará su bandera en el corazón mismo del mundo cuandoquiera que determinado número de sus distinguidos y magnánimos soberanos – ejemplos brillantes de devoción y tesón – se alcen por el bien y la felicidad de toda la humanidad, con voluntad firme y visión clara, a establecer la Causa de la Paz Universal. Deben convertir la Causa de la Paz en el objeto de una consulta general y procurar por todos los medios a su alcance establecer una Unión de las naciones del mundo. Deben concluir un tratado vinculante y establecer un convenio cuyas disposiciones serán sensatas, inviolables y concretas En este pacto exhaustivo deberán ser fijados claramente los límites y fronteras de todas y cada una de las naciones; quedarán definitivamente sentados los principios que subyacen a las relaciones de los gobiernos entre sí; y se reafirmarán todos los acuerdos y obligaciones internacionales. – Abdu’l-Bahá, El secreto de la civilización a divina, pág. 38.

Las enseñanzas bahá’ís no pueden entenderse de forma aislada. Estos pasajes, de Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe Bahá’í, explican más a fondo la visión bahá’í de cómo podría funcionar un mundo unido, uno que no elimina las naciones, sino que las reúne en una federación mundial de países:

La unificación de toda la humanidad es el distintivo de la etapa hacia la cual se aproxima ahora la sociedad. La unidad de la familia, de la tribu, de la cuidad estado y de la nación han sido intentadas sucesivamente y establecidas por completo. La unidad mundial es la meta que una humanidad hostigada se empeña por lograr. La construcción de las naciones ha llegado a su fin. la anarquía inherente a la soberanía del Estado se acerca a su clímax. Un mundo que crece hacia la madurez debe abandonar este fetiche, reconocer la unicidad y la integridad de las relaciones humanas y establecer, de una vez por todas, el mecanismo que mejor pueda encarnar este principio fundamental de su vida. – Shoghi Effendi, El Orden Mundial de Bahá’u’lláh, pág. 352.

La unidad de la raza humana, tal como es concebida por Bahá’u’lláh, implica el establecimiento de una mancomunidad mundial en la que todas las naciones, razas, creencias y clases estén estrecha y permanentemente unidas, y en la que la autonomía de sus Estados miembros y la libertad personal y la iniciativa de los individuos que la componen estén definitiva y completamente resguardadas. – Ibid., pág. 354.

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