Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Hace unos años en una charla que di, alguien me preguntó «¿Cuál es la Fe anti-bahá’í? En otras palabras, ¿hay algún grupo en el mundo que represente el polo opuesto del punto de vista de las enseñanzas bahá’ís?»
Tuve que pensar en ello por un minuto. Esa pregunta nunca se me había ocurrido. En mi experiencia, los bahá’ís son usualmente gente afectuosa, amable, atenta y acogedora, así que traté de imaginarme cómo sería lo contrario.
Entonces recordé que Heinrich Himmler proscribió la Fe Bahá’í en la Alemania nazi en 1937; y me di cuenta de que el partido nazi y sus acciones probablemente podrían representar lo más cercano a lo que podría ser el polo opuesto de la Fe Bahá’í.
Los nazis creían en una raza superior, en la superioridad eugenia y la supremacía de los arios sobre cualquier otro ser humano. Los bahá’ís creen en la unidad de la raza humana, la eliminación de todos los prejuicios y la unidad de la humanidad. Los nazis creían un solo país podía dominar militarmente todas las naciones. Los bahá’ís creen que la tierra es un solo país. Los nazis creían en la violencia y la guerra. Los bahá’ís creen en la paz mundial. Los nazis creían en exterminar a sus enemigos. Los bahá’ís creen que debemos amar a nuestros enemigos. Los nazis creían en el odio. Los bahá’ís creen en el amor.
Adolfo Hitler se ha convertido en el símbolo prototipo de todas las cosas malas en el mundo; pero Himmler, a quien yo denominaría como un competidor cercano por dicho título junto con Stalin y Mao, era uno de los mayores respònsables de los campos de exterminio. En esos campos de concentración, establecidos y controlados por él, supervisó personalmente el exterminio de seis millones de judíos, tal vez medio millón de romaníes, probablemente cinco millones de polacos y rusos, y un número incalculable de gays y de bahá’ís.
La mayoría de nosotros considera los campos de concentración nazis como uno de los puntos más viles de la historia humana. Pero la mayoría ignora que los campos nazis no fueron los primeros.
De hecho, el término «campo de concentración» no era en absoluto alemán – llegó originalmente, créanlo o no, de los británicos, que lo acuñaron en la Segunda Guerra de los Boers (1899-1902) en Sudáfrica. Inicialmente establecidos como «campos de refugiados» para los civiles forzados a salir de sus hogares por la guerra, el ejército británico expandió sus despiadadas ciudades-tiendas en 1900 para «concentrar» a todos los partidarios y simpatizantes de la guerrilla, incluidas las mujeres y los niños – y para privar a los Boers, los colonos blancos de habla afrikaans en Sudáfrica, de su capacidad de obtener sustento o ventaja de la población.
Junto con sus campos de concentración, el ejército británico se embarcó en una campaña de «tierra quemada» destruyendo todos los cultivos, ganado, hogares y granjas. Salaban los campos agrícolas y envenenaban los pozos. ¿Por qué? La mayoría está de acuerdo de que la guerra se libró, como tantos otros, por el oro. Tanto los británicos como los bóeres querían controlar las vastas minas de oro de Witwatersrand, que en ese tiempo producían una parte significativa de la riqueza mineral del mundo, y ambos pensaron que podían robar ese oro a los africanos.
¿Fueron los británicos los primeros en convertir los centros de internamiento en campos de concentración durante los tiempos de guerra? No. Estados Unidos de América los utilizaron por primera vez contra los nativos americanos, como los navajos en el siglo XIX. Tengo un amigo íntimo, un artista navajo, cuya bisabuela fue internada en Fort Sumner por Kit Carson, el oficial genocida de la caballería americana. Toda su familia murió, con miles de otros. Casi al mismo tiempo, los españoles mantuvieron terribles campos de internamiento en Cuba durante la Guerra de los Diez Años (1868-1878). Los británicos ampliaron el concepto, y la dirigieron a toda Sudáfrica, despejando regiones enteras del país y despoblándolas. Enviaron a la mayoría de los combatientes boer a prisiones en el extranjero, pero aproximadamente 28,000 mujeres y niños boer padecieron terribles muertes, la mayoría por enfermedad y hambre, en los brutales campos de concentración británicos. Por lo menos 14.000 africanos negros más murieron en sus propios campos segregados.
Los alemanes, que habían colonizado la vecina África Sudoccidental, aprendieron rápidamente la táctica. En 1904, el ejército alemán imperial estableció varios campos de concentración y el campo de exterminio de la isla Shark, en lo que ahora es Namibia, como parte del horrible genocidio de las tribus Herero y Namaqua.
En total, campos de concentración como los gulags soviéticos, las prisiones de trabajo de «reeducación» chinas y los campos de trabajo forzado nazis, acarrearon un horrendo daño humano durante el último siglo. Nadie sabe cuántas personas murieron en todos esos campos y prisiones, pero los historiadores calculan que entre los 1 y 10 millones de personas murieron en los gulags y entre15 y 27 millones murieron en los campos de trabajo chino. La mayoría de los historiadores coinciden en que los campos nazis mataron al menos 10 -11 millones entre civiles y prisioneros de guerra entre 1933-1945.
Aunque los bahá’ís europeos representaban un pequeño número en la década de 1930, las enseñanzas bahá’ís habían atraído a un significativo y bastante importante grupo de intelectuales, escritores y artistas (muchos de origen judío) en Alemania y los países circundantes europeos y del este de Europa desde que la comunidad bahá’í alemana comenzó en 1905. Como resultado de ese crecimiento Himmler, en nombre del gobierno alemán, prohibió la Fe Bahá’í en 1937. Muchos bahá’ís murieron como resultado de esto.
¿Cómo pueden los seres humanos manifestar tal crueldad? Esta serie de artículos explorará ese período de la historia, echará un vistazo a la poco conocida experiencia bahá’í durante el reinado nazi y tratará de responder a las importantes preguntas planteadas aquí en esta cita, a partir de un libro encargado por el cuerpo internacional electo de la Fe Bahá’í, la Casa Universal de Justicia:
Desde un punto de vista bahá’í, el culto de la humanidad a ídolos de su propia invención reviste gravedad no sólo por los acontecimientos históricos que se vinculan a estas fuerzas, horrorosos como son, sino por las lecciones que nos enseñan. Al remontarnos al mundo de penumbras en el que aquellas fuerzas diabólicas asomaron sobre el horizonte de la humanidad, cabe preguntarse qué clase de debilidad abonaba en la naturaleza de los hombres el que se volviesen vulnerables a este género de influencias. Reconocer en alguien como Benito Mussolini la figura de un “Hombre del Destino”, sentirse obligado a concebir las teorías raciales de Adolfo Hitler como nada que no fueran productos evidentes de mentes enfermas, haber acometido seriamente la interpretación de la experiencia humana a la luz de los dogmas que alumbraron a la Unión Soviética de Josef Stalin, tan gratuito abandono de la razón por parte de un segmento considerable de la intelectualidad exige una rendición de cuentas para la posteridad. – El Siglo de la luz, p. 100 y 101
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