Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
El 29 de abril de 2013 más de 1000 delegados de 157 países y territorios se reunieron en Haifa, Israel en el Centro de Convenciones de Haifa para elegir la Casa Universal de Justicia, el cuerpo supremo de la Fe Bahá’í.
Como periodista gráfico he cubierto a íconos del pop, estrellas de cine, desastres naturales y desastres no tan naturales, terremotos, tsunamis y la reconstrucción de naciones luego de años de guerra reciente. También me ha tocado cubrir elecciones políticas, reuniones con alcaldes, gobernadores, senadores, primeros ministros y presidentes antes de las elecciones, durante y luego de ellas. En suma, me parece que estoy en capacidad de decir que conozco de elecciones. También puedo decir con seguridad que nada de mi experiencia me había preparado para ser parte de la elección de la Casa Universal de Justicia.
Las elecciones bahá’ís no se parecen a ninguna otra. No hay campañas, reelecionismo, nominaciones o candidatos.
Nueve delegados de cada nación, cada uno de ellos elegido para servir en el cuerpo gobernante nacional de los creyentes de sus respectivas naciones, silenciosamente oran y meditan y simplemente escriben nueve nombres. Eligen a los que consideran que servirán mejor al cuerpo gobernante internacional de la Fe Bahá’í.
En la mañana del primer día de la convención internacional, que dura cuatro días, comienza la votación. Uno por uno, en orden alfabético, los delegados de cada una de las naciones, es llamado por su nombre. El delegado da un paso adelante para emitir su voto secreto con la máxima reverencia. No escuchamos gente hablar, ni aplausos, ni vítores, sólo un silencio muy cómodo durante casi tres horas. Luego de depositada la última balota, el conjunto de delegados irrumpe en una ovación de pie.
Lo que ocurre de aquí en adelante es aún más místico.
El jefe de escrutadores, uno de los 19 escrutadores nombrados de entre los delegados, sella la urna con una cinta y una firma, y la urna es llevada para el recuento de los votos.
En las elecciones «normales» que he experimentado como reportero, aquí es donde comienza la «diversión» – los chismes, las suposiciones imprudentes de los medios de comunicación y el breve período en el que nadie es responsable de lo que especulen o digan. A menudo las naciones y las comunidades caen en la desunión, se dividen mientras que la burla continúa, los insultos y los rumores vuelan, y, a veces, erupta la violencia. Pero en esta elección nada de eso ocurre. Absolutamente nadie habla de cómo creen que va la el recuento de votos. Nadie menciona por quién votó – ninguna especulación, ningún «informe preliminar», nada «trasciende», ….y punto. Para los bahá’ís, esta elección representa un emprendimiento espiritual sagrado, no un concurso de popularidad o un ejercicio político.
Para los delegados, unidos en oración y en propósito, las cosas continúan como habitualmente. Consultan sobre la construcción de comunidad, sobre proyectos de desarrollo social y económico para los pobres y desfavorecidos en todo el mundo, sobre la educación de los niños y jóvenes. Alientan a otros en su éxito y desafíos, en sus crisis y victorias. Se centran en el trabajo que los bahá’ís llevan a cabo en todas partes, para hacer del mundo un lugar mejor para todos.
Con la llegada del segundo día viene el anuncio de los nueve miembros de la Casa Universal de Justicia. Una vez más, un hermoso silencio envuelve el centro de convenciones de Haifa, y el coordinador de la sesión lee los nombres de los miembros elegidos.
Uno por uno, con la cabeza inclinada, como si fuera por la pesada responsabilidad que se les han pedido aceptar, los miembros de la Casa Universal de Justicia suben al escenario. Un silencio de oración llena el centro de convenciones, junto con una sensación palpable de amor en el aire – hasta que una vez más, escuchamos el nombre del último miembro y este llega al escenario. Entonces y sólo entonces, los delegados estallan en una ovación de pie.
Para los bahá’ís, la elección a un órgano administrativo no significa que el individuo haya alcanzado una posición superior. Significa que se les ha pedido que sirvan a la humanidad de manera desinteresada y humilde. Entonces, espontáneamente, de la nada, suavemente y con reverencia, alguien comienza a cantar una breve oración, y los delegados se unen. En sus voces todos escuchamos el amor incondicional, el respeto y la máxima reverencia por los nueve hombres sobre cuyos hombros descansará responsabilidad del mundo bahá’í.
Con la conclusión de la oración, el miembro de la recién elegida Casa de Justicia que recibió el mayor número de votos dice unas breves palabras y pide a los delegados que los mantengan en sus oraciones para que puedan cumplir con su deber … y luego simplemente dejan el escenario, y se ponen a trabajar.
Nunca en mi vida hubiera pensado que una elección pudiera ser algo bello. Pero esto fue ciertamente algo bello y esperanzador, que a su vez engendra esperanza en toda la humanidad.
Una y otra vez, me han dicho que tal elección sólo sería posible en una comunidad religiosa «pequeña». Un amigo resumió esa posición de la siguiente manera: «La gente está demasiado hambrienta de poder». Pero después de haber presenciado las elecciones bahá’ís en acción, con delegados de todo el mundo, con cada miembro de su fe involucrado desde el nivel de la base, no puedo dejar de preguntarme: ¿Qué pasaría si las naciones del mundo adoptaran el proceso electoral de la Fe Bahá’í?
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