Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Esforzaos con todo el corazón, alzad la voz y clamad, hasta que este oscuro mundo se colme de luz y se ensanche este estrecho lugar de sombras, y este montón de polvo de un momento efímero se transforme en un espejo de los eternos jardines del cielo, y esta esfera terrenal reciba su parte de la gracia celestial. – ‘Abdu’l-Bahá, Selección de los escritos de ‘Abdu’l-Bahá, página 58.
Los bahá’ís aman los jardines.
Si usted va a una Casa de Adoración Bahá’í – hay una en cada uno de los continentes – sabrá a qué me refiero. Cada uno de ellos está rodeado de magníficos jardines llenos de flores, con árboles, plantas florecientes, senderos y fuentes.
Los jardines bahá’ís tienen muchos propósitos, algunos son materiales y otros espirituales. Por supuesto perfuman el aire con sus encantadores aromas, deleitan el ojo con su variedad de formas y colores y dan la bienvenida a todos para pasear por sus senderos. Su belleza es legendaria – los jardines del Centro Mundial en el Monte Carmelo en Haifa, Israel, han sido nombrados como una de las maravillas del mundo moderno.
En un sentido espiritual, los jardines simbolizan la unidad, la renovación, la conciencia del alma misma. Los jardines representan el crecimiento, la primavera y el viaje místico del alma. Todos descendemos del simbólico Jardín de Edén. Cada uno de nosotros tiene un jardín dentro de sí, un lugar de paz y belleza donde tendemos a nutrir nuestros ideales, esperanzas y virtudes, donde animamos nuestra esencia espiritual para que florezca y crezca. En ese jardín del corazón humano cultivamos las cualidades internas de amor, bondad, servicio y cuidado, cualidades que necesitaremos en nuestro viaje inmortal.
De alguna forma, entonces, todos somos jardineros, trabajemos la tierra o no. Cuidamos amorosamente nuestros jardines interiores y de la misma forma tenemos la responsabilidad de cuidar el jardín exterior del mundo, que nos sostiene y apoya a todos.
El señor de toda la humanidad ha diseñado el dominio humano para que sea un Jardín de Edén, un paraíso terrenal. Si, como es debido, encuentra el camino que conduce a la armonía y la paz, al amor y la confianza mutua, llegará a ser una verdadera morada de dicha, un lugar de múltiples bendiciones e interminables delicias. Allí se revelará la excelencia del género humano, allí resplandecerán por doquier los rayos del Sol de la Verdad. – ’Abdu’l-Bahá, Selección de los escritos de ’Abdu’l-Bahá, p. 362.
El día de hoy – El Día de la Tierra – nos recuerda a todos que nuestro reino humano en este planeta tiene un largo camino que recorrer antes de que podamos llamarlo un Jardín de Edén o un paraíso terrenal.
Así como el hogar de cada persona refleja su estado interior, nuestro hogar colectivo en este planeta refleja nuestra vida interior. La humanidad, orgánica con el mundo, debe someterse a una reforma, no solamente en la forma en la que usamos la energía y los recursos, sino en nuestra vida interior, dentro del jardín de nuestro propio corazón. No podemos reformar el medioambiente sin haber reformado el corazón humano.
Los bahá’ís creemos que la unidad de la humanidad es un prerrequisito para la curación de la Tierra. De hecho, los escritos bahá’ís dicen que el mundo puede convertirse en un jardín, un paraíso y un nuevo mundo, si logramos unificarnos:
Éste es un nuevo ciclo del poder humano. Todos los horizontes del mundo son luminosos. En verdad, el mundo se ha de convertir en un jardín paradisíaco. Ésta es la hora de la unidad de los hijos de los hombres y de la reunión de todas las razas y clases. Ya no estáis prendidos de las viejas supersticiones que han hecho de los hombres ignorantes y que han destruido los cimientos mismos de la humanidad.
El don de Dios para esta época esclarecida es el conocimiento de la unidad de la humanidad y de la unidad fundamental de la religión. Cesarán las guerras entre las naciones, y por voluntad de Dios vendrá la Más Grande Paz; el mundo será visto como un nuevo mundo, y todos los hombres se considerarán hermanos. – ‘Abdu’l-Bahá, ‘Abdu’l-Bahá en Londres.
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