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¿Cuál es la forma correcta de educar a un niño?

Rachelle Mohajer | Sep 18, 2018

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Rachelle Mohajer | Sep 18, 2018

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¿Cuál es la forma correcta de educar a un niño? Un sin número de educadores, maestros, cuidadores y padres luchan día a día con esta pregunta crucial.

A menudo nos preguntamos si estamos haciéndolo bien, a veces dejando a nuestros hijos a su libre albur y otras aplicando una disciplina a tal punto que los lleva a rebelarse contra nuestras reglas.

Pero en lugar de preocuparnos por esos temas, ¿no deberíamos preguntarnos: ¿Cuál es el propósito de la educación? ¿Por qué se educa a los niños?

Los escritos Bahá’ís dicen:

«Al comienzo de cualquier empresa es obligado mirar su fin. Entre todas las artes y ciencias, poned a los niños a estudiar aquellas que resulten de provecho para el hombre, aseguren su progreso y eleven su dignidad».

«…Los eruditos de la época deben orientar a la gente para que adquiera aquellas ramas del conocimiento que sean de utilidad, con el objeto de que tanto los eruditos mismos como la mayoría de la humanidad puedan obtener beneficio de ello…». – Bahá’u’lláh, Las Tablas de Bahá’u’lláh, p. 112

Los bahá’ís creen que el propósito del verdadero aprendizaje implica la adquisición de ramas útiles de conocimiento, para que podamos utilizar nuestras habilidades en beneficio de la humanidad.

Sin embargo, lo que vemos en nuestra sociedad a menudo es muy contrario a esta creencia. Los niños son enviados a la escuela para aprender diversas ramas del conocimiento a fin de elegir una profesión que esté en demanda, y la elección de su propia profesión a menudo depende de la rentabilidad de esta.

Y si damos un paso atrás y miramos el panorama general, ¿qué es lo que realmente estamos haciendo?

Estamos educando a una generación de personas que viven solo para sí mismos, estudiando para que puedan trabajar, trabajando para que puedan ganar dinero, ganando dinero para poder gastar: una interminable carrera materialista. No es de extrañar, a pesar de su éxito y sus ganancias materiales, la gente no está feliz.

¿Realmente queremos que nuestros hijos pasen el primer cuarto de sus vidas estudiando solo para que puedan vivir por sí mismos y no contribuyan en nada al bienestar de la humanidad? O, lo que es más importante, ¿nuestra sociedad necesita personas que ganen más y más dinero y se lo guarden para sí mismos, ampliando así la brecha cada vez mayor entre ricos y pobres?

Si no, entonces podemos notar que algo necesita cambiar, pero, ¿dónde comenzamos?

Podemos hacer muchas cosas, pero aquí hay dos ideas sobre cómo podemos criar niños que tengan un impacto significativo en la sociedad y hacer del mundo un lugar mejor de lo que lo encontraron.

«La educación en la moral y la buena conducta es mucho más importante que la erudición libresca. Un niño aseado, afable, de buen carácter, bien educado, aunque sea ignorante, es preferible a un niño grosero, desaseado, malévolo y, empero, muy versado en todas las ciencias y las artes. La razón de ello es que un niño que se porta bien, aunque sea ignorante, es útil a los demás, mientras que un niño malévolo, de mala conducta está corrompido y es perjudicial para los demás, aunque sea ilustrado. Sin embargo, si al niño se le enseña a ser tanto ilustrado como bueno, el resultado es luz sobre luz». – Abdu’l-Bahá, Las Tablas de Abdu’l-Bahá, p. 103.

¿Con qué frecuencia descuidamos el aspecto vital de la educación del carácter de nuestro hijo, solo para descubrir en los últimos años que no nos respetan, que no son amables con los demás y desarrollan cualidades como el egoísmo y la arrogancia? A menudo es demasiado tarde para cambiarlos. Lo más importante que podemos hacer como padres y educadores es nutrir las virtudes y las capacidades innatas del niño para mostrar amor, bondad, humildad y servicio desinteresado a los demás:

«Sois los árboles de Mi Jardín, debéis dar frutos excelentes y maravillosos para que vosotros mismos y otros obtengan provecho de ellos». – Bahá’u’lláh, Las Palabras Ocultas, p. 32.

La mejor manera que he encontrado guiar mi camino en la vida ha sido reflexionar sobre las razones detrás de mis decisiones y si mis motivos eran puros, entonces sabía que estaba tomando la decisión correcta. No es tan importante en qué arte, oficio o ciencia el niño desee participar; lo que es más importante es el por qué.

Un sin número de buenas profesiones ofrecen a las personas la oportunidad de ayudar a la sociedad y proporcionar algún beneficio a la humanidad. La diferencia es elegir ser médico para ganar dinero o estatus, o elegir ser médico para ayudar a las personas desfavorecidas que luchan contra las cargas financieras. Qué diferencia tan profunda le haría a la sociedad si cada persona escogiera su vocación con esta pregunta en mente: ¿cómo mi profesión, cómo mis estudios, me ayudarán a desarrollar las habilidades necesarias para servir a la humanidad?

Como padres y educadores, es nuestro deber inculcar estos valores en nuestros hijos, nutrirlos y guiarlos para que se conviertan en personas que contribuyan a la sociedad. Sabemos que nuestro sistema educativo reflejará algún día estos valores; actualmente podemos ver que el mundo se está dirigiendo hacia esta visión, pero nosotros, como padres, cuidadores o maestros, debemos inculcar conscientemente en nuestros hijos estos valores espirituales: un buen carácter, un alto sentido de propósito y un deseo desinteresado de ser una fuente de bienestar para cada persona que se cruce en su camino.

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