Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Hoy, hay un dolor en el corazón del mundo. Lo puedo sentir, y sé que muchas personas lo sienten también. Es el dolor por aquellos que hemos perdido durante esta época difícil.
Así como muchos más alrededor del mundo, he perdido a alguien que amo: mi padre. Y aunque a veces el sentimiento me vuelve a golpear fuertemente, tengo certeza de que él está feliz ahora.
Encuentro tranquilidad y esperanza en las enseñanzas bahá’ís, ya que, según estas, la muerte es solo otra forma de nacimiento. Al igual como cuando vivíamos dentro del vientre de nuestra madre, nuestro oscuro y diminuto hogar fue cambiado por este mundo amplio y luminoso, lleno de cosas por aprender y descubrir. Al rápidamente dejar atrás aquella otra esfera, descubrimos que esa corta experiencia solo fue un período de crecimiento y desarrollo para prepararnos para esta vida.
Lo mismo ocurre ahora, porque esta vida es solo una preparación para la siguiente:
“Considera cómo en el mundo de la matriz la criatura estaba sorda, ciega y muda; cómo estaba privada de toda percepción. Mas al abandonar ese mundo de oscuridad y pasar a este mundo de luz, su ojo comenzó a ver; su oído, a oír; su lengua, a hablar. De igual modo, una vez que ha partido presuroso de este mundo de mortalidad para dirigirse al Reino de Dios, entonces habrá nacido en el espíritu; luego se abrirá el ojo de su percepción, el oído de su alma escuchará y se le harán comprensibles y claras todas las verdades que anteriormente ignoraba”. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los escritos de Abdu’l-Bahá.
Esta muerte física es como una liberación para el alma. Antes privada de conocimiento, ahora puede descubrir todos los misterios del universo y las realidades divinas.
Cuando el alma humana sale volando de este efímero montón de polvo y se eleva al mundo de Dios, entonces caen los velos y salen a la luz las realidades, y se vuelven claras todas las cosas antes desconocidas, y son comprendidas las verdades ocultas. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá.
Mi padre amaba la lectura, era escritor y periodista de profesión. Era un hombre caracterizado por la justicia y la honestidad, algo que en su profesión le trajo muchas dificultades a lo largo de su vida. Durante años tuvo que soportar las consecuencias de esa firmeza en sus principios y siempre procuró lograr la justicia.
Por muchos años se consideró ateo porque sentía que algo le faltaba a todo lo que había aprendido sobre las religiones y sobre Dios. Sin embargo, un día encontró la Fe bahá’í y sé con certeza que el día que decidió ser bahá’í fue uno de los días más felices de su vida. Mi padre fue un vehemente buscador espiritual y esta nueva Fe lo llenó de alegría y anhelo de conocimiento; no pasaba un día sin que leyera un libro nuevo, y no desaprovechaba ninguna oportunidad para hablar sobre ese gran descubrimiento que había tenido en su vida.
Ahora, después de que se fue tan inesperadamente que apenas nos dio tiempo de respirar, sé que mi padre está volando libremente, descubriendo todos esos misterios del universo que tan intensamente anhelaba conocer.
Para todas aquellas personas que han perdido personas que aman durante esta época difícil, sepan que esta no es sino una breve despedida. Un siguiente reencuentro llegará y será maravilloso. Somos nosotros los que aún estamos en este mundo preparando nuestras almas para la siguiente vida. Esforcémonos para lograr que nuestra vida dé frutos: que logremos expresar amor a todos, llevar alegría a otras almas, ayudar a quien lo necesite, limpiar nuestras mentes y corazones, para que así, cuando nos toque a nosotros partir de este mundo, podamos volar libremente y nuestros corazones se llenen de alegría verdadera, volando hacia el reencuentro de aquellos que amamos.
Vive pues los días de tu vida, que son menos que un momento efímero, con tu mente limpia, tu corazón inmaculado, tus pensamientos puros y tu naturaleza santificada, para que libre y contento te desprendas de este cuerpo mortal, te dirijas al paraíso místico y habites en el reino eterno para siempre. – Bahá’u’lláh, Las palabras ocultas.
Estamos en este mundo solo por un fugaz momento, y mi padre lo sabía. Él estaba listo: había trabajado por el mejoramiento del mundo hasta sus últimos días. Siempre le decía a mi madre que él partiría primero, que pasaría al mundo de los misterios antes que ella. Y se fue estando en su hogar, junto a mi madre y mi hermano mayor- tranquila y valientemente se desprendió de este mundo y su alma fue libre.
El día después del inesperado fallecimiento de mi padre, mi pequeña sobrina Rafaella, su primera nieta, a quien él amaba tanto y con quien había compartido el amor por la música clásica desde que la pequeña tuvo uso de razón, tuvo un sueño. Al despertar, corrió llena de alegría hacia la habitación de mi hermana y con los ojos abiertos como dos faroles y rebosante de esperanza le dijo que en su sueño, Raúl (como ella lo llamaba) le había dicho: “¡Rafaella estoy inmensamente feliz! Quiero que estés feliz conmigo, no estés triste”.
Ese sueño refresca mi alma, ya que reconozco las palabras de mi padre en él. Y cada vez que me siento triste, trato de imaginarlo diciéndomelo a mí: que ahora él está inmensamente feliz.
Bahá'u'lláh