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Espiritualidad

Cómo investigar la verdad evitando pensamientos ilusorios

Andrew Scott | Nov 9, 2022

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Andrew Scott | Nov 9, 2022

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Uno de los principios primordiales de las enseñanzas bahá’ís pide a cada uno que lleve a cabo su propia investigación independiente de la verdad, que mire en profundidad la realidad de las cosas.

Investigamos la realidad porque no sabemos si las afirmaciones que encontramos están de acuerdo con la realidad o no. Como dijo Abdu’l-Bahá en un discurso que pronunció en Washington, D.C. en 1912:

La primera enseñanza de Bahá’u’lláh es un deber que a todos concierne: el de investigar la realidad. ¿Qué significa investigar la realidad? Significa que el hombre debe olvidar todos los rumores y examinar la verdad por sí mismo, pues él no sabe si las declaraciones que oye están de acuerdo con la realidad o no. Dondequiera que encuentre la verdad o la realidad, él debe aferrarse a ella, abandonando, descartando todo lo demás; porque fuera de la realidad no existe nada sino superstición e imaginación.

¿Alguna vez has leído algo que te atrae tanto que quieres que sea verdad, que realmente deseas que se haga realidad? Este tipo de pensamiento ilusorio puede acabar llevándonos por caminos sin salida y poco fructíferos.

El encuentro místico de un astronauta

Después de que Edgar Mitchell se convirtiera en el sexto hombre en pisar la Luna, a bordo del Apolo 14 en el vuelo de vuelta a casa, tuvo una experiencia inolvidable que cambió su vida. La nave espacial en la que se encontraba giraba lentamente, asegurándose de que en el viaje de vuelta a casa ningún lado se calentara o enfriara demasiado. Eso le permitió a Mitchell tener una vista panorámica de la Luna, la Tierra y el Sol, y de muchas más estrellas, más brillantes, de las que jamás vería desde la superficie de la Tierra.

Mitchell, extasiado por la maravilla de lo que estaba viendo, dijo «me di cuenta de que las moléculas de mi cuerpo y las moléculas de la nave espacial habían sido fabricadas a partir de una antigua generación de estrellas».

Esto no habría sido extraño para un hombre de su formación, pero para él «no se trataba solo de un conocimiento intelectual, sino de una experiencia visceral subjetiva acompañada de éxtasis: una experiencia transformadora».

Experiencias espiritualmente transformadoras

Mirando ahora hacia atrás, podríamos describir lo que Mitchell experimentó como una experiencia espiritualmente transformadora. Durante su experiencia, estaba «viendo las cosas en su singularidad, pero experimentándolas visceralmente como una unidad, como unicidad, acompañada de éxtasis».

Los conceptos de unidad y unicidad de su relato coinciden con los de muchos otros, y también con los escritos bahá’ís, expresados aquí por Abdu’l-Bahá:

Reflexiona acerca de las realidades intrínsecas del universo, las secretas sabidurías que encierra, los enigmas, las interrelaciones, las reglas que todo lo gobiernan. Pues cada parte del universo se vincula con todas las demás partes con lazos que son muy poderosos y que no admiten ningún desequilibrio ni aflojamiento alguno.

Mitchell sintió que lo que había experimentado era tan extraordinario que debía esforzarse por comprenderlo. Cuando regresó a la Tierra, se dirigió a la biblioteca y no encontró nada en la literatura científica disponible. Sin embargo, creyó encontrar algo útil en los libros esotéricos. Como muchos otros después de él, pensó que algunos de los conceptos más nuevos de la física de los fenómenos cuánticos podrían tomarse prestados, y ampliarse, para ayudarle a entender científicamente lo que había sentido emocional y espiritualmente.

El problema: no hay pruebas suficientes, basadas en nuestro conocimiento del funcionamiento del mundo en la actualidad, para respaldar la ampliación de estos conceptos de la forma que él quería. Para ayudarnos a entender hacia dónde quería ir Mitchell, y cuáles son los obstáculos, veamos dos conceptos de la mecánica cuántica: el entrelazamiento y el principio holográfico.

El entrelazamiento cuántico

El entrelazamiento cuántico se produce cuando dos partículas subatómicas, que antes eran vecinas cercanas y luego se distancian, conservan una conexión. Si se cambia cualquier cosa en una de estas partículas entrelazadas, por ejemplo, su velocidad, la velocidad de la otra partícula también cambia, instantáneamente, y exactamente de la misma manera.

La conexión entre las dos partículas no es local. Este entrelazamiento puede parecer extraño, pero es un concepto bien conocido en física que ahora nos está ayudando a construir circuitos muy pequeños, llamados qubits, que alimentan ordenadores altamente especializados para descifrar códigos. Todavía no sabemos por qué o cómo se produce el entrelazamiento, solo sabemos que es algo que ocurre.

El principio holográfico

El principio holográfico es una herramienta matemática útil utilizada en la teoría cosmológica de cuerdas. Estas «cuerdas» teóricas son construcciones bidimensionales inimaginablemente pequeñas que nadie ha detectado todavía. Al igual que un holograma, en el que se puede ver una imagen tridimensional en una imagen bidimensional, el principio holográfico permite reconstruir toda la información de un volumen «leyendo» la información de la superficie de ese volumen. Aplicado a la teoría del Big Bang, este principio holográfico se convierte en el «universo holográfico»: toda la información del interior del universo está teóricamente registrada en el «borde» del mismo.

Explicar las experiencias indescriptibles

Mitchell quería explicar su experiencia indescriptible, que no podía expresarse adecuadamente con palabras, utilizando nuestros conocimientos actuales sobre el funcionamiento de la física. En consecuencia, intentó utilizar lo que ahora conocemos para alcanzar su objetivo. En primer lugar, dijo que la existencia del entrelazamiento demostraba que todas las partículas del universo están conectadas, y que como todas las partículas están conectadas, incluidas las de nuestro cerebro, eso significaba que el universo está impregnado de una conciencia no-local que existe a través del mecanismo del entrelazamiento.

Mitchell también relacionó el principio holográfico con un concepto que tomó prestado de la teosofía conocido como «el registro akásico». En resumen, dijo que «la naturaleza tiene una historia, y se puede recuperar esa historia en el campo akásico». El holograma cuántico es un mecanismo que permite que eso sea cierto».

En aras de investigar la realidad, veamos hasta dónde ha llegado la ciencia en la aplicación del entrelazamiento y el principio holográfico. En el momento de escribir este artículo, los mayores objetos que se ha confirmado que están entrelazados son diminutos discos de metal, de no más de 15 millonésimas de metro de diámetro. Además, han tenido que ser enfriados a la increíblemente baja temperatura de menos 270 grados Celsius. Recientemente, un grupo de investigación afirmó haber logrado el entrelazamiento de un diminuto animal llamado tardígrado sobre uno de los dos qubits; sin embargo, ningún otro investigador ha sido capaz hasta ahora de reproducir los resultados, y un análisis posterior demostró que el experimento original no tuvo en cuenta efectos secundarios mucho menos interesantes que contaminaron sus resultados.

Hemos avanzado aún menos con el principio holográfico, que sigue siendo una simple herramienta en la caja de herramientas de un matemático, una forma conveniente de reducir el tiempo que se necesita para realizar los cálculos requeridos por la teoría de cuerdas, y nada más. Nadie ha leído realmente información de un plano bidimensional en ninguna parte, y mucho menos en el borde del universo. Ciertamente, ningún científico ha aportado pruebas de poder leer la historia de la vida de alguien a partir de un «holograma cuántico».

A pesar de las pruebas científicas que ahora poseemos, hay que dar toda la simpatía a Edgar Mitchell, y a todos los que buscan respuestas. Vivir con lo inexplicable, especialmente cuando ha cambiado toda tu perspectiva, tu forma de pensar sobre otras personas y el mundo, puede ser desconcertante. Pero este tipo de pensamiento basado en ilusiones (sobre-extendiendo o sobre-aplicando en exceso nuestros conocimientos científicos existentes sobre el funcionamiento de las cosas) se denomina «falacia de inducción débil «, lo que significa que las pruebas necesarias para apoyar la propuesta son demasiado débiles en este momento para apoyar una conclusión.

Los límites humanos del conocimiento

La ciencia no puede explicarlo todo. Es posible que muchas cosas sobre nosotros mismos y nuestro universo queden para siempre fuera de nuestro alcance, ya que nuestros débiles intelectos y nuestras restringidas percepciones limitan lo que podemos conocer empíricamente. Las enseñanzas bahá’ís confirman esas limitaciones demasiado humanas, como en estos dos pasajes del volumen místico de Bahá’u’lláh Las Palabras Ocultas y su Libro Más Sagrado:

Si contemplaras la soberanía inmortal, te esforzarías por abandonar este mundo efímero. Pero ocultarte el uno y revelarte el otro es un misterio que nadie sino el puro de corazón puede comprender.

Ciertamente, Él ha deseado para vosotros lo que aún no está al alcance de vuestro conocimiento, pero que os será dado a conocer cuando, después de esta vida fugaz, emprendan vuelo vuestras almas hacia el cielo y se desvanezcan las galas de vuestras alegrías terrenales.

Sin embargo, no cabe duda de que debemos seguir intentando ampliar los límites de lo que podemos conocer, y seguir poniéndonos a prueba frente a la extensión ilimitada de nuestro universo y las profundidades sin límites de nuestro ser. Como señaló una vez el estimado físico David Bohm en un momento personal:

La forma del conocimiento es tener en todo momento algo esencial, y la apariencia se puede explicar. Pero luego, cuando profundizamos en esas cosas esenciales, resulta que tienen algún rasgo de apariencia. No vamos a conseguir nunca una esencia final que no sea también la apariencia de algo.

A medida que nos esforcemos e investiguemos más, seremos capaces de ahondar más y más en los infinitos misterios de nuestro mundo. ¿Quién sabe lo que podremos descubrir?

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