Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Nuestras familias son los bloques de construcción de la sociedad, y donde podemos empezar a construir una unidad inquebrantable – es donde tenemos la oportunidad de modelar y vivir nuestra fe en la acción. ¿Cómo seguimos caminando en el amor cuando tenemos conflictos y discordias con nuestros seres queridos? Lo hacemos cuidando de nuestros espíritus.
Estoy segura de que has tenido esta experiencia. Un ser querido te dice algo que parece específicamente dirigido hacia ti y te sientes atacado. Entonces tus palabras se vuelven defensivas, y justificas tus acciones. Tus emociones son la respuesta de tu cerebro a la situación en una fracción de segundo, y provocan cambios en tu cuerpo. Sin embargo, esta postura defensiva, resultado de nuestro ego descontrolado, nos hace olvidar quiénes somos como seres espirituales.
Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, escribió, “Si llegaras a lograr una gota de las cristalinas aguas del conocimiento divino, fácilmente te darías cuenta de que la verdadera vida no es la vida de la carne, sino la vida del espíritu”. Los escritos bahá’ís también nos dicen que “Debemos esforzarnos incesantemente y sin descanso para lograr el desarrollo de la naturaleza espiritual el hombre, y empeñarnos con incansable energía para hacer avanzar a la humanidad hacia la nobleza de su verdadera y destinada posición”.
Cuando perdemos nuestra base espiritual, nos deslizamos a un modo defensivo, que no tiene nada que ver con el alma y todo que ver con el ego. Necesitamos hacer una pausa y respirar profundamente. A través de las enseñanzas de las Manifestaciones de Dios, podemos desprendernos de la emoción del momento y recordar que bajo la superficie de este comportamiento hay un sentimiento, y bajo ese sentimiento hay una necesidad. Necesito mirar objetivamente la interacción y preguntarme, «¿Qué necesito ahora mismo? ¿Qué necesita mi ser querido?». ¿Mi ego está reaccionando, o estoy en control de la situación objetiva y espiritualmente desde un lugar que no tiene nada que ver con el ego, pero sí con mi yo superior, mi alma?
Este paso crítico requiere ecuanimidad, que resulta de recordar quiénes somos y quiénes son nuestros seres queridos para Dios. Bahá’u’lláh nos lo recordó cuando escribió:
¡OH HIJ O DEL HOMBRE! Velado en Mi ser inmemorial y en la antigua eternidad de Mi esencia, conocí Mi amor por ti; por eso te creé, grabé en ti Mi imagen y te revelé Mi belleza.
Todos hemos sido grabados con la imagen de Dios. Tenemos una nobleza inherente porque somos un reflejo del amor de Dios. Sin embargo, cuando nuestro ego se interpone, y nos volvemos arrogantes y orgullosos, olvidamos su realidad. Una forma de remediar nuestro ego descontrolado es responsabilizarnos o practicar una auto-investigación de nosotros mismos cada día. No solo es una buena práctica, sino que Bahá’u’lláh también nos llamó a todos a hacerlo cuando escribió:
¡OH HIJ O DEL SER! Pídete cuentas a ti mismo cada día, antes de que seas llamado a rendirlas; pues la muerte te llegará sin aviso y serás llamado a dar cuenta de tus actos.
Antes de hacernos responsables, tenemos que pedirle a Dios que despeje el desorden de nuestros pensamientos para que podamos averiguar la verdad sobre nosotros mismos y dónde nos hemos quedado cortos.
Abre mis ojos para que pueda ver las maravillas de tu ley.
Aquí es donde podemos avanzar para recuperar el amor y la compasión que sentimos por nuestros seres queridos. Debemos ser humildes y reconocer que «Soy solo humano, estoy destinado a dar un paso en falso, pero puedo evitar repetir la falta y hacerlo mejor». El acto de auto-investigación requiere que reconozcamos auténticamente nuestros defectos humanos, no en habilidad o aptitud, sino cuando hemos causado dolor a otro, generalmente como resultado de nuestra inseguridad, que es generalmente el resultado de ser temeroso.
Un sabio maestro me enseñó una vez que «MIEDO» es una falsa evidencia aparentando ser real. Es una ilusión, y si no soy consciente de ello, actuaré o reaccionaré y por lo tanto me defraudaré no solo a mí mismo sino también a los que me rodean. Bahá’u’lláh enseñó que todo este mundo físico es una ilusión. Él escribió:
¡OH SOMBRA FUGAZ! Rebasa las bajas etapas de la duda y elévate a las exaltadas alturas de la certeza. Abre el ojo de la verdad, para que puedas contemplar la Belleza manifiesta y exclames: ¡Santificado sea el Señor, el más excelente de todos los creadores!
A la hora de la verdad, nuestra realidad no es «real», pero nuestra experiencia física nos da un marco de referencia que moldea nuestra percepción del mundo. Tenemos que preguntarnos, «¿Cuánto de mi experiencia, lo que estoy sintiendo y lo que estoy pensando y observando de mis seres queridos es real o una ilusión basada en mi propia experiencia?».
Los pensamientos ilusorios pueden crear miedo – miedo a la falta de control, impotencia, abandono, lo que sea. Abdu’l-Bahá, el hijo de Bahá’u’lláh y su sucesor designado, nos recordó que debemos aprender a cambiar nuestro marco de referencia, a mirar algo desde un punto de vista diferente. Nos incumbe ver desde la perspectiva de nuestro ser querido, empatizar con ellos durante una tormenta y envolverlos con el amor y la compasión de Dios. Después de todo, como escribió Abdu’l-Bahá:
Las fugaces horas de la vida del hombre en la tierra pasan rápidamente y lo poco que aún queda ha de llegar a su fin, mas aquello que permanece y perdura por siempre es el fruto que el hombre cosecha de su servidumbre ante el Divino Umbral.
En este contexto, estas percepciones personales y una mayor conciencia de sí mismo desarrollada a través de la autoinvestigación son esenciales para vivir con propósito y significado. Los rasgos asociados a mantener nuestro ego bajo control nos permiten venir de un lugar pacífico de humildad, empatía y escucha activa y son vitales para mantener la confianza y la asociación.
A través de la auto-investigación, discernimos nuestros desencadenantes. En un momento de tensión, tenemos una opción: atacar a la defensiva o ser humildes y avanzar con nobleza, amor y paciencia para poder mantener la salud, la seguridad y la unidad de nuestro hogar.
Los escritos sagrados de muchas religiones alientan esto. En Romanos 14:19 en la Biblia, se nos dice, «Por lo tanto, hagamos todo lo posible por hacer lo que nos lleve a la paz y a la edificación mutua».
Y en una charla en París en 1911, Abdu’l-Bahá nos animó cuando dijo: Cuando se os presente un pensamiento de guerra, oponedle uno más fuerte de paz. Un pensamiento de odio debe ser destruido por uno más grande de amor.
Debemos recordar que Dios, en su eterna tolerancia y paciencia hacia nosotros, nos corrige suavemente cuando no estamos alineados con sus palabras llamándonos a rendirle cuentas. Cuando nos encontramos con un espíritu de humildad, reverencia y verdadero amor por los demás, Dios nos invita, como dijo Isaías 1:18 en la Biblia: «Venid, razonemos juntos, dice el Señor; aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, serán como la lana».
La familia es el núcleo de la civilización y la unidad social básica de la sociedad. Lo sabemos no solo por las enseñanzas de las Manifestaciones de Dios, sino que la investigación también muestra claramente que la institución de la familia es la primera forma de comunidad. Abdu’l-Bahá nos dio una idea de cómo podemos crear un hogar que nutra a la familia:
Mi hogar es el hogar de la paz. Mi hogar es el hogar de la alegría y el deleite. Mi hogar es el hogar de la risa y la exaltación. Quien entre por los portales de esta casa debe salir con un corazón alegre. Esta es la casa de la luz; quien entre debe iluminarse. Este es el hogar del conocimiento, quien entre debe recibir conocimiento. Esta es la casa del amor, quien entre debe aprender las lecciones del amor; así aprenderán a amarse unos a otros – [Traducción provisional de Oriana Vento].
Nuestras familias son la puerta de entrada para construir una civilización en continuo progreso. Dejemos que la alegría y la tranquilidad en el hogar sea donde la fe siempre se pueda sentir, y donde los cambios y oportunidades de esta vida mantengan su fe inquebrantable.
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