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Los fundamentos espirituales de la gestión del tiempo

Makeena Rivers | Mar 10, 2021

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Makeena Rivers | Mar 10, 2021

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¿Alguna vez te ha costado gestionar tu tiempo? ¿Te parece un reto conseguir hacer todo lo que tienes en tu lista de tareas?

He estado pensando mucho en la gestión del tiempo, en cómo aumentar mi eficiencia y eficacia, y en cómo utilizo mi energía y mi tiempo a lo largo del día.

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Hay todo tipo de perspectivas sobre cómo organizar y utilizar mejor el tiempo. El «bloqueo del tiempo», por ejemplo, es sólo una de las herramientas que muchas personas utilizan para planificar cómo pueden cumplir sus intenciones. Entre el mar de enfoques, me he dado cuenta de que hay una serie de cualidades subyacentes que pueden ayudarnos a actualizar una agenda eficiente y eficaz.

1. Disciplina

La disciplina es una cualidad interna que requiere práctica y esfuerzo para desarrollarla. Algunos de nosotros hemos estado en entornos tan controlados que nos cuesta crear nuestra propia motivación y estructura internas. Otros no han estado expuestos a suficientes ejemplos de cómo la disciplina conduce al crecimiento y la felicidad, por lo que no tenemos práctica para aplicarla en nuestras propias vidas.

Los escritos bahá’ís enfatizan la importancia de practicar la disciplina, considerando la realidad de la naturaleza humana:

Verdaderamente es indispensable cierto tipo de disciplina, ya sea física, moral o intelectual, y no puede decirse que una educación sea completa y fructífera si descuida este elemento.

Para utilizar el tiempo con eficacia, tenemos que aprender a ser estructurados y disciplinados. Una herramienta es tratar de desarrollar patrones de un punto a la vez, en lugar de intentar simplemente aumentar nuestra disciplina en cada área de nuestra vida a la vez.

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Tuve una amiga que luchaba por salir de un período difícil de depresión. Junto con el apoyo terapéutico formal, decidió que empezaría cada día con una ducha fría. Describió la lógica de que al hacer un acto consistente cada día, algo que no era súper cómodo o natural para ella, se estaba recordando a sí misma que podía controlar sus acciones y atenerse a algo, sin importar lo difícil que fuera. Con este pequeño acto, alimentaba su sentido de la disciplina y lo reconstruía después de un período de lucha para motivarse a sí misma a la acción.

2. Enfoque meditativo

La meditación nos permite volver a conectar con nuestro cuerpo, activar nuestro yo espiritual y despejar los sentimientos que nos distraen. Cuando meditamos, podemos re-energizar nuestra mente, lo que nos permite avanzar con fluidez y concentración. Cuando no bajamos el ritmo, no respiramos y no nos reorientamos, podemos encontrarnos utilizando nuestro tiempo de forma ineficaz. Es posible que procrastinemos, nos distraigamos con facilidad o nos cueste hacer las cosas bien, prolongando el tiempo que tardamos en completar cualquier tarea de nuestra lista de cosas por hacer.

Cuando nos movemos con energía meditativa, podemos experimentar las cosas de la forma en que pretendemos experimentarlas en lugar de distraernos con el siguiente punto de nuestra lista de cosas por hacer. Los escritos bahá’ís también indican que, a través de la meditación, tenemos la oportunidad de obtener una comprensión profunda del mundo que nos rodea:

Medita profundamente para que te sea revelado el secreto de cosas invisibles, aspires una fragancia espiritual imperecedera y reconozcas el hecho de que, desde tiempo inmemorial, el Todopoderoso ha probado a Sus siervos y continuará probándoles hasta la eternidad, a fin de que la luz sea distinguida de las tinieblas; la verdad, de la falsedad; lo justo, de lo injusto; la guía, del error; la felicidad, del infortunio; y las rosas, de las espinas.

3. Establecer prioridades

Cuando priorizo mi lista de cosas por hacer, a menudo me olvido de incluir las cosas que alimentan mi alma. Reservar tiempo para la oración, por ejemplo, que alimenta mi alma y tiene el poder de influir en el mundo que me rodea, puede dar sentido y claridad al resto de las tareas de mi vida.

Los escritos bahá’ís afirman que el propósito de nuestras vidas es adquirir virtudes celestiales, que sólo podemos conseguir haciendo el bien a los demás. Basar nuestras tareas en el servicio a los demás nos permite una cierta motivación externa para utilizar el tiempo de forma eficaz. Aunque naturalmente tenemos que ocuparnos de nuestras propias necesidades en este proceso, podemos orientar nuestro autocuidado en el contexto más amplio de hacer el bien a los que nos rodean.

Los escritos bahá’ís lo explican:

…la vida del hombre no es así de restringida: es divina, eterna, no es mortal ni sensual. Para él se ha preparado y ordenado en el Plan Divino una existencia y subsistencia espiritual. Su vida está destinada a ser una vida de goce espiritual que el animal no podrá alcanzar. Este goce depende de la adquisición de virtudes celestiales.

Lo sublime del hombre se halla en el logro del conocimiento de Dios. La bienaventuranza del hombre es la adquisición de las bondades divinas, las cuales descienden sobre él en la efusión de la munificencia de Dios. La felicidad del hombre se encuentra en la fragancia del amor de Dios. Este es el más elevado pináculo del logro en el mundo humano.

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