Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Probablemente lo hayan escuchado muchas veces: «las guerras más sangrientas de la historia han sido las religiosas». Esto parece una sabiduría convencional, pero ¿es cierto? Examinemos los hechos y averigüémoslo por nosotros mismos.
Tal vez les sorprenda saber que la guerra verdaderamente más sangrienta le corresponde, precisamente, al ex presidente de Estados Unidos Richard M. Nixon, quien ordenó el bombardeo secreto de Camboya (y su posterior invasión) por parte de las fuerzas estadounidenses. Esa campaña de bombardeos mató a unas 100.000 personas, pero también provocó la desestabilización y caída del gobierno camboyano y la llegada al poder de los rebeldes jemeres rojos, que organizaron un horrendo genocidio que mató a unos dos millones de camboyanos. Realmente sangriento.
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Así que es fácil culpar a la religión de las guerras iniciadas por los hombres, pero la verdad es mucho más compleja. En los escritos de Abdu’l-Bahá, las enseñanzas bahá’ís reconocen que la guerra tiene toda una serie de causas multivariadas, al tiempo que proclaman que ninguna causa posible justifica un comportamiento humano tan envilecido:
…en nuestra edad iluminada, Dios enseña que los conflictos y las disputas no están permitidos…
Todavía vemos su mundo en guerra de polo a polo. Hay guerra las religiones; guerra entre las naciones; guerra entre los pueblos; guerra entre los gobernantes. ¡Qué cambio tan bienvenido sería que estas nubes negras se disiparan de los cielos del mundo, para que la luz de la realidad pudiese derramarse por doquier! Si se asentara para siempre el oscuro polvo de esta continua lucha y esta matanza, y los fragantes vientos de la bondad de Dios soplaran desde el manantial de paz, entonces este mundo se transformaría en otro mundo, y la tierra brillaría con la luz de su Señor.
Así pues, para obtener un panorama preciso de la religión y la guerra, exploremos lo que los historiadores tienen que decir sobre las guerras religiosas de la humanidad.
En primer lugar, la mayoría de los expertos definen una guerra religiosa como aquella causada principalmente por diferencias de religión, y solo identifican un pequeño porcentaje de un solo dígito de los 1.763 conflictos armados históricos conocidos/registrados como de naturaleza religiosa.
En segundo lugar, la autorizada referencia The Encyclopedia of War (Enciclopedia de la Guerra), editada por Gordon Martel, estima que solo el seis por ciento de las guerras de la historia de la humanidad pueden calificarse realmente como guerras religiosas.
En tercer lugar, según el ampliamente respetado trabajo de investigación de Irfan Omar y Michael Duffey, Peacemaking and the Challenge of Violence in World Religions, múltiples estudios de supuestos casos de violencia interreligiosa han concluido que, en general, la violencia está fuertemente impulsada por animosidades étnicas, no por la religión. Esta conclusión, que la mayoría de los estudiosos modernos aceptan ahora, considera que las guerras que antes se consideraban de naturaleza «religiosa» tienen su origen en causas seculares, económicas o políticas subyacentes.
Por ejemplo: los llamados «Problemas» en Irlanda del Norte, que muchos consideraron una guerra religiosa entre católicos y protestantes, fueron en realidad de carácter nacionalista y no muy religiosos en absoluto. Como los irlandeses nativos eran mayoritariamente católicos y los inmigrantes patrocinados por los británicos eran mayoritariamente protestantes, la lucha se convirtió en una batalla por delegación entre los dos países y sus culturas, clases, etnias y políticas, más que en una guerra causada principalmente por la religión.
Por supuesto, algunas guerras sí tienen que ver con la religión, así que consideremos también esos ejemplos.
¿Cómo la religión engendra la guerra?
A pesar de las pacíficas enseñanzas originales de las principales religiones, como todos sabemos, el espectro de las guerras religiosas ha rondado la historia de la humanidad durante miles de años, y a pesar de las prominentes enseñanzas sobre la paz en el Bhagavad Gita, la Torá, la Biblia y el Corán, esos libros sagrados también contienen mucho sobre la guerra.
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Cuando los grupos religiosos o los países de diferentes confesiones entran en guerra entre sí, ¿quién tiene la culpa? ¿Debemos asignar la responsabilidad de esas hostilidades a la propia religión, como han hecho varios expertos y filósofos ateos actuales?
Las enseñanzas bahá’ís ofrecen una respuesta detallada a estas importantes cuestiones, como explicó Abdu’l-Bahá en una charla que dio en París:
Por tanto, no debéis atribuir a los Maestros y Profetas las perversas acciones de sus seguidores. Si los sacerdotes, los maestros y la gente conducen su vida por senderos contrarios a la religión que profesan, ¿es ello, acaso, por culpa de Cristo o de los demás Maestros?
Al pueblo del Islam se le enseñó a comprender cómo Jesús vino de Dios y nació del Espíritu, y que debía ser glorificado por todo el mundo. Moisés fue un Profeta de Dios, y reveló, en su día y para el pueblo al que había sido enviado, el Libro de Dios.
Muhammad reconoció la sublime grandeza de Cristo, y la grandiosidad de Moisés y los profetas. Si el mundo entero tan sólo reconociera la grandeza de Muhammad y la de todos los Maestros que han descendido del Cielo, los enfrentamientos y la discordia desaparecerían muy pronto de la faz de la tierra, y el Reino de Dios sería establecido entre los seres humanos.
En el pueblo del Islam, quien glorifica a Cristo no se siente humillado por hacerlo.
Cristo fue el Profeta de los cristianos, Moisés el de los judíos. ¿Por qué los seguidores de cada profeta no reconocen y honran también a los demás profetas? Si todos ellos tan sólo pudiesen aprender la lección de mutua tolerancia, entendimiento y amor fraternal, la unidad del mundo pronto sería un hecho consumado.
Bahá’u’lláh pasó su vida enseñando esta lección de Amor y Unidad. Hagamos a un lado todo prejuicio e intolerancia, y esforcémonos con alma y corazón por lograr entendimiento y unidad…
Desde la perspectiva bahá’í, esto dilucida una de las principales razones por las que el Creador renueva regularmente la religión.
En la revelación inicial de cualquier gran Fe, las penetrantes enseñanzas de su fundador muestran un enorme poder para afectar y alterar los corazones de la humanidad. Esas enseñanzas, cuando alcanzan su cenit de luminiscencia espiritual en el mundo, tienen un tremendo impacto, no solo en los individuos sino en la civilización misma. Sin embargo, según explican las enseñanzas bahá’ís, toda religión también atraviesa eventualmente un período inevitable de decadencia, cuando su influencia disminuye, su unidad se fractura y sus seguidores no se adhieren a sus preceptos y enseñanzas originales. Al igual que los años, las religiones tienen estaciones, y en sus otoños e inviernos suelen convertirse en las sombras de lo que alguna vez fueron.
Históricamente, la mayoría de las guerras en las que está implicada la religión se producen durante esos periodos de declive, pero también suelen ocurrir cuando gobernantes corruptos, dictadores autoritarios y partidos políticos utilizan el nombre de la religión para justificar sus acciones hostiles y conseguir el apoyo de las masas. Cuando los ejércitos de Hitler invadieron los países vecinos de Alemania, por citar solo un ejemplo, utilizó el cristianismo como justificación, diciendo que los nazis practicaban algo que él llamaba «cristianismo positivo» y caracterizando a Cristo como «un luchador ario» contra el pueblo judío.
Difícilmente podemos culpar a las religiones, como señaló Abdu’l-Bahá, de las «malas acciones de sus seguidores».
Podemos, sin embargo, estudiar la historia de los principios pacificadores comunes a todas las religiones, y reconocer en esas enseñanzas una línea común, un conjunto coherente de moral y leyes espirituales que nos convocan a un mundo sin guerras. A pesar del dolor y la persecución que la gente les infligió cuando difundieron sus revelaciones, los mayores héroes de la bondad y la conciliación -Krishna, Buda, Abraham, Moisés, Cristo, Muhammad, los numerosos mensajeros de las poblaciones indígenas del mundo y, más recientemente, el Báb y Bahá’u’lláh- han atraído heroicamente a todos los seres hacia el amor, la belleza, la compasión y la paz.
¿Cómo podemos seguir sus brillantes ejemplos? En el próximo ensayo de esta serie, examinaremos lo que recomiendan las enseñanzas bahá’ís y conoceremos la vida de una heroína bahá’í desinteresada.
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