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La emancipación de la mujer

Rebecca Sherry Eshraghi | Sep 30, 2022

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Rebecca Sherry Eshraghi | Sep 30, 2022

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Hace un tiempo, una amiga mía de Facebook publicó una foto de ella misma luciendo el hijab -el velo que cubre el cabello de una mujer- y escribió «Llevando mi hijab con orgullo».

Lo que me hizo preguntarme «¿Qué tiene que ver el orgullo con llevar un hijab?».

Si es un motivo de orgullo, ¿por qué se obliga a las mujeres en algunos países como Irán o Afganistán, que exigen legalmente que las mujeres se cubran con un velo? ¿Por qué Masha Amini, una mujer kurda de 22 años, fue recientemente agredida mortalmente por la policía de la moral de Irán por violar la estricta ley del hijab de ese país?

Además, dado que las mujeres se cubren el cabello con un velo en diversas culturas, algunas monjas cristianas en ciertas órdenes, o mujeres judías ortodoxas en muchos lugares, o mujeres hindúes en la India, ¿qué significan esas coberturas y por qué se llevan tradicionalmente?

Decidí ver si podía averiguarlo.

En primer lugar, para los bahá’ís, el hecho de que una mujer se quite el velo y muestre su cabello y, sobre todo, su rostro, tiene un significado simbólico importante en la historia de la Fe bahá’í, y en la historia general de la emancipación de la mujer.

La audaz declaración de Tahirih sobre la emancipación de la mujer

En 1848, Tahirih, la primera mujer creyente en la nueva dispensación bahá’í, que también era conocida en la sociedad persa como valiente poeta e intelectual, se quitó el velo durante una gran reunión de hombres. Este acto sin precedentes conmocionó a toda la cultura, especialmente en una época en la que las mujeres debían ir totalmente cubiertas, porque representaba el firme principio bahá’í de la plena igualdad y emancipación de la mujer. Esta breve descripción de ese acto revolucionario, extraída de la obra de Shoghi Effendi Dios Pasa, permite vislumbrar su significado:

Cierto día y ante Su presencia [de Bahá’u’lláh] … Táhirih, considerada el bello e inmaculado emblema de la castidad … irrumpió, engalanada, pero sin velo, ante la concurrencia de compañeros… y, desgarrando mediante sus fieras palabras los velos que custodiaban la santidad de los preceptos del islam, hizo resonar la trompeta y proclamar la inauguración de una nueva Dispensación. El efecto fue eléctrico e instantáneo…

Sin amilanarse, impávida y exultante de júbilo, Táhirih se levantó y, sin la menor premeditación … realizó un llamamiento encendido y elocuente al resto de la asamblea… Acto seguido, les invitó a abrazarse y celebrar tan gran ocasión.

El valiente acto de emancipación de Tahirih escandalizó a muchos hombres de la época, y finalmente culminó con su asesinato aprobado oficialmente cuatro años después, pero también marcó el inicio de la libertad y la igualdad de derechos para las mujeres en Oriente, y puso en marcha el principio de la igualdad de género en la dispensación bahá’í. Casi en el mismo momento, en julio de 1848 en Estados Unidos, tuvo lugar la primera convención sobre los derechos de la mujer en Seneca Falls, Nueva York, patrocinada por los cuáquerosy encabezada por Lucretia Mott, Elizabeth Cady Stanton y Frederick Douglass. En todo el mundo comenzó a desarrollarse el principio bahá’í de la igualdad de género.

Abdu’l-Bahá, en un discurso pronunciado en 1912 ante los clubes de mujeres de Chicago, explicó el principio espiritual bahá’í de la igualdad de los sexos:

Cuando reflexionamos sobre los reinos de la existencia inferiores al hombre, no encontramos distinción o estimación de su superioridad o inferioridad entre macho y hembra. Entre la miríada de organismos de los reinos animal y vegetal el sexo existe, pero no existe diferenciación alguna en cuanto a la importancia relativa y valor en la ecuación de la vida… Puesto que no encontramos base para la distinción o superioridad en los reinos inferiores de acuerdo a la sabiduría creadora, ¿es lógico o digno para el hombre hacer tal distinción con respecto a sí mismo? El macho del reino animal no se vanagloria de ser macho o superior a la hembra. En realidad, la igualdad existe y es reconocida. ¿Por qué debería el hombre, criatura superior y más inteligente, negar y privarse a sí mismo de esta igualdad de la que los animales gozan? …

Aceptar y observar una distinción que Dios no propuso en la creación, es ignorancia y superstición. El hecho que debe considerarse, sin embargo, es que a la mujer, habiendo estado anteriormente privada, ahora se le debe permitir la igualdad de oportunidades con el hombre en cuanto a la educación e instrucción… Hasta que no sea completamente establecida y lograda la realidad de la igualdad entre el hombre y la mujer, no será posible el más alto desarrollo social de la humanidad.

Hoy comprendo aún más el significado del acto de quitarse el velo de Tahirih, porque veo que la recomendación original de llevar un hijab o un velo como signo de modestia está siendo mal utilizada y convertida en obligatoria como medio de opresión de las mujeres en muchos países. Me pregunto cómo empezó esta tradición cultural.

El origen del velo

Hay diferentes niveles y tipos de hijab. Algunas mujeres se limitan a cubrirse la cabeza con un velo suelto de modo que su cabello sigue siendo visible, mientras que otras se cubren todo el pelo con el hiyab tradicional. Otras mujeres no solo se cubren el pelo, sino también el cuerpo. En casos aún más extremos solo pueden mostrar sus ojos, o en algunos lugares como Afganistán las mujeres tienen que cubrirse por completo llevando un burka.

Muchos creen que estas prendas femeninas comenzaron en el Islam, pero eso no es cierto. De hecho, los historiadores señalan que la costumbre existía mucho antes de Muhammad, y se practicaba ya en el año 2500 a.C. Wikipedia dice: «Las mujeres de élite en la antigua Mesopotamia y en los imperios bizantino, griego y persa llevaban el velo como signo de respetabilidad y alto estatus».

La Biblia, en 1 Corintios 11, versículos 4-7, dice: «Toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta deshonra su cabeza».

En el nacimiento del islam, Muhammad sí pidió a las mujeres de su casa que se protegieran de las miradas de los extraños, pero la palabra árabe hijab puede significar tanto velo como tabique o cortina, como indica este versículo (sura 33:53) del Corán «Y cuando pidáis algo [a las esposas de Muhammad], pedidlo desde detrás de un tabique. Eso es más puro para vuestros corazones y los de ellas». Muchos eruditos islámicos contemporáneos dicen que esta prescripción se aplicaba solo a las mujeres de la familia de Muhammad, no a todas las mujeres musulmanas.

De hecho, descubrí que la práctica de llevar estas coberturas no se originó en ninguna religión; en realidad es un artefacto cultural, que probablemente tenía como objetivo original señalar la propiedad de una mujer por parte de un hombre.

Así pues, si las mujeres musulmanas eligen llevar el hijab para mostrar su modestia y evitar que los hombres las molesten y acosen, ¿no tienen los hombres musulmanes una responsabilidad similar? Aunque en la Fe bahá’í también se recomienda la modestia, las mujeres bahá’ís no están obligadas a llevar hijab, velo, pañuelo o peluca. Si deciden hacerlo debido a las expectativas de su sociedad, eso es cosa suya.

Ciertamente, el ejemplo de Tahirih, hace casi dos siglos, indicaba una clara ruptura con esas expectativas culturales, religiosas y sociales. Dado que una mujer que se cubre puede simbolizar subyugación, los bahá’ís rechazan las normas culturales que tratan a las mujeres como ciudadanos de alguna manera inferiores o de segunda clase. Abdu’l-Bahá escribió:

Y entre las enseñanzas de Bahá’u’lláh encontramos la de la igualdad entre la mujer y el hombre. El mundo de la humanidad tiene dos alas: una es la mujer y la otra el hombre. El ave no podrá volar hasta que ambas alas estén igualmente desarrolladas. El vuelo no será posible si una ala está débil. No se alcanzarán el éxito y la prosperidad en su debida forma hasta que el mundo de la mujer sea igual al mundo del hombre, en cuanto a la adquisición de virtudes y perfecciones se refiere.

Lamentablemente, las formas extremas de recubrimiento obligatorio de las mujeres también están fuertemente correlacionadas con su opresión, ya que en las culturas en las que las mujeres deben llevar velo a menudo se les prohíbe recibir educación, se las casa a una edad temprana, casi siempre sin su consentimiento, y suelen tener pocos derechos y poca o ninguna libertad personal. En muchas de esas culturas se espera que las mujeres sean sumisas a los hombres, o incluso se les exige legalmente que lo sean. Y lo que es más importante, cuando se obliga a una mujer a cubrirse la cara significa que no tiene identidad en la sociedad, ya que nuestro rostro es lo que nos identifica, y sin una identidad no existimos ni tenemos derechos.

Sin embargo, muchos sostienen que las mujeres de las culturas occidentalizadas están oprimidas de otra manera por medio de la explotación sexual y la extrema importancia que se da al atractivo exterior y a la belleza física.

Entonces, ¿dónde podemos encontrar la solución? Las enseñanzas bahá’ís piden a todos que eviten los extremos perjudiciales adhiriéndose al principio espiritual de la moderación:

Un buen carácter es, a los ojos de Dios y de Sus escogidos poseedores de perspicacia, la más excelente y elogiable cosa, pero siempre a condición de que su centro de emanación sea la razón y el conocimiento y su base se asiente en la verdadera moderación.

Las enseñanzas bahá’ís también dicen que vivimos en una época de madurez y, por tanto, permiten que cada uno decida por sí mismo qué ropa ponerse sin ser juzgado, acosado, castigado o regañado. Bahá’u’lláh, en su Libro Más Sagrado, escribió que “El Señor os ha eximido de las restricciones que anteriormente afectaban al atuendo”.

Hoy en día, lo que importa no es nuestra ropa, sino nuestra conducta, nuestra pureza de pensamiento y nuestras acciones.

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