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El pan de cada día: ¿mi alma también necesita alimentación?

David Langness | Sep 9, 2021

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David Langness | Sep 9, 2021

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Todos necesitamos comida. Un estómago vacío envía un mensaje urgente: ¡busca alimento! ¡Come o muere de hambre! ¿Acaso un alma hambrienta nos envía el mismo mensaje? ¿Nuestras almas también necesitan alimentarse, al igual que nuestros cuerpos?

Sí, dicen las enseñanzas bahá’ís.

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Esas enseñanzas utilizan como símbolo universal de nutrición espiritual el pan, que se encuentra en muchos libros sagrados y escrituras diferentes. De este modo, el pan se refiere no solo al sustento físico, sino al alimento eterno del alma.

La Torá, el Nuevo Testamento, el Bhagavad-Gita, el Zend-Avesta, el Corán y la mayoría de los libros sagrados de las grandes religiones del mundo se refieren a este mismo «pan de vida» de una u otra manera. En general, el pan simboliza el poder vivificante de las revelaciones de Dios; la fuerza interior que todos podemos obtener al participar de esas revelaciones; y el sustento que esas revelaciones dan al mundo entero. En el evangelio de Juan, Cristo explicó: «… mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da vida al mundo».

Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, escribió en su Libro de la Certeza ese mismo símbolo:

Éste es el alimento que confiere vida eterna a los puros de corazón y a los iluminados de espíritu. Éste es el pan del cual se dice: «Señor, haz descender sobre nosotros Tu pan del cielo»16. Este pan nunca les será retenido a quienes lo merecen, ni tampoco podrá jamás agotarse. Crece eternamente en el árbol de la gracia; desciende en toda época de los cielos de la justicia y la misericordia.

En una charla que Abdu’l-Bahá ofreció en París, el hijo y sucesor de Bahá’u’lláh dijo:

El Espíritu que emana de las Sagradas Escrituras es el alimento para todos los hambrientos. Dios, que ha conferido Su revelación a Sus Profetas, seguramente proveerá de Su abundancia el pan de cada día a todos aquellos que lo pidan con fe.

La frase «Danos hoy nuestro pan de cada día» viene del Padrenuestro, la única oración que la Biblia recoge como originada directamente por el propio Cristo. Esta poderosa oración, que se repite en versiones ligeramente diferentes en los evangelios de Mateo y Lucas, pide esencialmente al Creador que nos conceda la vida, pero no solo esta vida física sostenida por nuestros alimentos.

Tomada literalmente, por supuesto, la frase «pan de cada día» significa el alimento necesario que todo ser humano requiere. Pero tomada simbólicamente, se refiere al «pan de vida», el alimento espiritual que permite que nuestras almas crezcan y prosperen realmente.

Cuando se le preguntó a Abdu’l-Bahá sobre esta alusión bíblica al pan en el libro Contestación a unas preguntas, explicó:

Con este pan se quiere decir el alimento celestial de las perfecciones divinas. En otras palabras, quien participe de este alimento, es decir, quien obtenga la efusión de gracia divina, atraiga la iluminación de Su luz y reciba su parte de las perfecciones de Cristo, alcanzará la vida sempiterna.

Queda claro, entonces, que el pan y el vino eran símbolos, que significaban: Os han sido dadas Mi gracia y Mis perfecciones y, ya que habéis participado de esta abundante gracia, habéis logrado la vida sempiterna y habéis obtenido vuestra parte y porción del alimento celestial.

Las enseñanzas bahá’ís afirman que estas revelaciones, y el sustento celestial que proporcionan continuamente a la humanidad, nos llegan a lo largo de la historia como una generosidad del Creador, que nunca deja a la humanidad desprovista de guía. Y lo que es más importante, Bahá’u’lláh enseñó que las sucesivas revelaciones forman en realidad una escuela espiritual unificada para la humanidad; una secuencia progresivamente revelada de mensajeros espirituales entrelazados:

… todos los profetas de Dios, sus favorecidos, santos y escogidos mensajeros son sin excepción los portadores de sus nombres y la personificación de sus atributos. Sólo difieren en la intensidad de su revelación y la relativa potencia de su luz.

El sol da luz y calor al mundo cada día. Ninguno de nosotros podría sobrevivir sin sus rayos. De manera similar, los bahá’ís creen que el Creador nos envía como regalo a sus mensajeros y profetas espirituales para alimentar, nutrir e iluminar nuestras almas, como expresa este pasaje de Bahá’u’lláh:

Aquel que predomina sobre todos los demás dones, que es incorruptible en su naturaleza y que pertenece sólo a Dios mismo, es el don de la Revelación Divina. Toda dádiva conferida al hombre por el Creador, ya sea material o espiritual, está subordinada a ésta. En su esencia es, y siempre será, el Pan que desciende del cielo. Es el supremo testimonio de Dios, la más clara demostración de su verdad, el signo de su plena generosidad, la señal de su misericordia que todo lo abarca, la prueba de su muy amorosa providencia, el símbolo de su perfecta gracia.

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