Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
¿Has tenido alguna vez un día en el que has sentido que todo te ponía a prueba? A veces, se debe a un conflicto más profundo, y otras veces a una acumulación de pequeños factores de estrés.
He aquí tres maneras de superar la irritabilidad.
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1. Ama a las personas por el Dios que llevan dentro
Una de las causas principales de la irritabilidad es el conflicto interpersonal. Todos somos imperfectos y, naturalmente, captamos los defectos de los demás. Digamos, por ejemplo, que tu amigo siempre llega tarde. Si tu amigo llega tarde a un compromiso que ambos han acordado, no es extraño que te moleste que tu amigo sea inconsecuente. La mayoría de las personas tienen más de un defecto notable, por lo que si buscamos la perfección absoluta de quienes forman parte de nuestra vida, no nos quedaría nadie en nuestro círculo de amigos.
Puede ser difícil descubrir cómo seguir amando a las personas con paciencia cuando cometen errores continuamente. Pero Abdu’l-Bahá, la personificación de los principios de la fe bahá’í, compartió un gran método para ayudar a que el amor prevalezca a pesar de nuestros fallos:
Amad a las criaturas por amor a Dios y no por sí mismas. Jamás estaréis enojados o impacientes si los amáis por amor a Dios. La humanidad no es perfecta. Existen imperfecciones en cada ser humano; seréis siempre desdichados si miráis a la gente. Pero si miráis a Dios, los amareis y seréis amables con ellos, porque el mundo de Dios es el mundo de la perfección y de la completa merced. Por lo tanto, no miréis los defectos de nadie; mirad con la vista del perdón. – Abdu’l-Bahá, La promulgación de la paz universal.
Aunque no siempre es fácil, cambiar nuestra mentalidad para pensar en cada persona como una creación de Dios puede volver a centrar la forma en que aprendemos a amarnos. Además, esto puede ayudarnos a manejar la impaciencia y la ira. Muchas veces, externalizamos la ira que sentimos hacia nosotros mismos, y andamos con los nervios de punta, irritados con las personas de nuestra vida y frustrados con las pequeñas idas y venidas de nuestro día porque en realidad estamos intranquilos por dentro. Ver lo bueno de las personas, incluso de nosotros mismos, nos permite liberar parte de la tensión que puede frustrarnos y oscurecer nuestro estado de ánimo.
2. Encuentra la manera de perdonarte a ti mismo y a los demás
He aquí otro consejo de las enseñanzas bahá’ís sobre las relaciones interpersonales:
Que vuestro corazón no se ofenda con nadie. Si alguien comete un error o daño en vuestro perjuicio, debéis perdonarlo instantáneamente. No os quejéis de otros. Absteneos de reprenderlos, y si deseáis amonestarlos o aconsejarles, hacedlo de modo que no agobie a quien lo reciba. Aplicad todos vuestros pensamientos para llevar alegría a los corazones. ¡Cuidado! ¡Cuidado! No sea que ofendáis algún corazón. – Abdu’l-Bahá, La promulgación de la paz universal.
Obviamente, este tipo de perdón no siempre resulta fácil. Se necesita un cierto nivel de confianza para moverse por la vida sin ofenderse, para vivir una vida arraigada en un propósito más profundo, en lugar de las cosas superficiales por las que tendemos a ser extrañamente sensibles, como nuestra apariencia, cuánto dinero ganamos o nuestra reputación. Una forma de fortalecer este tipo de confianza: actuar sistemáticamente de forma que alimente tu alma, en lugar de reforzar la confianza basada en cosas menos importantes. En lugar de decirnos a nosotros mismos «soy mucho mejor que esa otra persona», podemos intentar decirnos «Soy capaz de amar, ser feliz y ser generoso».
Otro camino para conseguir mayores niveles de confianza es revisar el tono que utilizamos con nosotros mismos. Cuando escuchamos nuestra voz interior, ¿parece condescendiente, demasiado dura o implacable? Para practicar el perdón con los demás, quizá sea conveniente aprender a practicarlo también con nosotros mismos.
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3. Combatir la irritabilidad con compasión
Probablemente todos hemos tenido esta experiencia: un miembro de la familia o un amigo se molesta por algo, y de repente nos encontramos enumerando todas las cosas que no nos gustan de ellos.
Para evitar que mi mente se centre en lo negativo, me ha resultado útil pasar al polo opuesto: practicar la empatía y recordarme a mí misma que hay muchas formas en las que el mundo puede fastidiarnos. Una vez que me he recordado a mí misma que no puedo juzgar porque no conozco a una persona, y que una acción de una persona no la representa en su totalidad, puedo contener el juicio.
Al reconocer que mi propia percepción tiene límites, puedo humillar mi propio apego a cualquier percepción que haya desarrollado sobre alguien:
Ahora bien, los amantes de Dios deben disponerse a llevar a la práctica estas instrucciones Suyas: que sean padres bondadosos para con los hijos de la raza humana y hermanos compasivos para con los jóvenes, y abnegados vástagos para con aquellos encorvados por los años. El significado de ello es que debéis mostrar ternura y afecto a todo ser humano, incluso a vuestros enemigos, y acoger a todos con inmaculada amistad, con buen ánimo y bondad. – Abdu’l-Bahá, Selección de los escritos de ‘Abdu’l-Bahá.
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