Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Los seres humanos podemos tener una gran variedad de sentimientos hacia los demás. Por sí sola, la palabra amor no puede abarcar todo este fenómeno emocional, sino que debe combinarse con una serie de descripciones.
Pensemos, por ejemplo, en estas diversas variedades de amor: amor apasionado, amor fraternal, amor incondicional, amor erótico, amor divino, amor a la humanidad, amor de parentesco, amor compasivo, amor afectuoso, amor entrañable, amor amoroso, amor adorador, amor venerable.
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Algunos de estos sentimientos pueden engañarnos. El amor romántico, por ejemplo, suele crear una ilusión que contiene las semillas de su propia destrucción. Nacido del deseo de crear un sentimiento de plenitud con otra persona, el amor romántico requiere que gastemos nuestra energía para buscar la unión con una pareja, pero esa expectativa de gratificación, el argumento básico de todas las novelas románticas y de casi todas las canciones de amor, suele ser fugaz.
Anhelar a otro y luego encontrarlo se siente como un enamoramiento, como un proceso sobre el que no tenemos elección consciente, algo que nos sucede en lugar de algo que creamos. El amor romántico suele operar fuera de la propia conciencia como una respuesta inconsciente a la expectativa de satisfacer una necesidad.
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Pero la creación de una condición de plenitud interior no se encuentra en los brazos de otro. De hecho, el inevitable fracaso en alcanzar este tipo de plenitud puede resultar en una lucha de poder de interacciones egocéntricas y heridas.
Entonces, ¿cómo podemos crear el tipo de unión que nutra y perdure? Me parece que construir una relación satisfactoria tiene cuatro aspectos distintos.
1. Empezando por el amor divino
El primer y más importante aspecto es el amor divino: el amor de Dios por la humanidad y el amor que tenemos por Dios. Esta es la fuente de la que fluye toda la atracción, y esta energía espiritual alimenta y da vida a los otros tres aspectos de una relación sostenible. Cuando reconocemos que somos seres esencialmente espirituales, y que nuestro sentido de plenitud proviene de nuestro interior, tenemos una base firme sobre la que construir, como señalan estos pasajes de «Las Palabras Ocultas» de Bahá’u’lláh sobre el amor de Dios:
¡Oh hijo del ser! Ámame, para que Yo te ame. Si tú no Me amas, Mi amor no puede de ningún modo alcanzarte. Sábelo, oh siervo.
¡Oh hijo del ser! Tu Paraíso es Mi amor; tu morada celestial, la reunión conmigo. Entra en ella y no tardes. Esto es lo que ha sido destinado para ti en nuestro reino de lo alto y en nuestro exaltado dominio.
¡Oh hijo del ser! Tú eres Mi lámpara y Mi luz está en ti. Obtén de ella tu resplandor y no busques a nadie sino a Mí. Pues te he creado rico y he derramado generosamente Mi favor sobre ti.
2. Amar incondicionalmente
El segundo aspecto en toda relación humana grandiosa y duradera implica tomar la decisión de amarse incondicionalmente, al igual que el Creador ama incondicionalmente a la creación. Esto puede suceder cuando traemos la conciencia a la atracción y tomamos una decisión consciente, una elección consciente, pura y simple. Es el regalo que le das a tu pareja sin ataduras. Dar sin esperar nada a cambio libera energía en la relación que de otro modo se habría gastado en esfuerzos infructuosos. En una charla que dio en París, Abdu’l-Bahá describió este tipo de amor incondicional:
El amor perfecto requiere un instrumento desprovisto de egoísmo, absolutamente libre de cualquier clase de restricciones.
Dios es infinito, y el amor es una efusión de Dios, un rayo de espíritu puro.
3. Convertirse en un ayudante y en un amante
Después de empezar con el amor divino y aprender a amar incondicionalmente, ahora tienes la energía para practicar el tercer aspecto, ser el ayudante del otro, uno que se convierte en un amigo apasionado comprometido plenamente con el bienestar de los demás. En lugar de buscar culpables o criticar, podemos dedicarnos a ser como un espejo en el que el otro pueda ver su verdadero yo con claridad.
Con esta ayuda uno puede responsabilizarse de su propio crecimiento, con la seguridad de que su pareja le cubre las espaldas. Al ser el ayudante del otro, los miembros de la pareja aprenden a verse en su verdadera luz y se valoran tanto como a sí mismos. Como dijo Abdu’l-Bahá en una charla que dio en una reunión sobre el sufragio femenino en Nueva York en 1912, la mujer:
…Es la ayudante auxiliar del hombre, su complemento y compañera. Ambos son humanos, ambos están dotados con las potencialidades de la inteligencia y encarnan las virtudes de la humanidad. En todas las capacidades y funciones humanas ellos son socios e iguales.
Cuando dos personas se convierten en compañeros, camaradas iguales y amorosos, mejoran la vida espiritual del otro. Cuando una relación alcanza el nivel en el que se tratan espontáneamente con amor y respeto, están preparados para el cuarto aspecto.
4. Volver la atención a los demás
En esta etapa, la capacidad de amar que has creado en tu relación está ahora disponible para los demás. Eres libre de dirigir tu atención a tus hijos y a los hijos de la humanidad, sanando las heridas del mundo. Puedes amar a los demás atendiendo a las personas necesitadas, defendiendo causas importantes y trabajando por la paz y la unidad de nuestro planeta. Abdu’l-Bahá aconsejó a todos que alcanzaran esta etapa de amor altruista por toda la humanidad:
Demostrad que estáis llenos de amor universal. Cuando os encontréis… con cualquier otro extranjero, habladle como a un amigo; si está solo, ayudadle, servidle complacidos; si está triste, consoladle; si es pobre, socorredle; si está oprimido, liberadle; si está en la miseria, confortadle; si así lo hacéis, demostraréis, no solo con palabras, sino con hechos y con la verdad, que consideráis que todos los seres humanos son vuestros hermanos.
Las enseñanzas bahá’ís afirman que la estación más elevada que cualquiera puede alcanzar es la de servir a los demás. Esta es la forma más pura de amor, altruista y desinteresado. Proporciona la mayor alegría al alma de uno, y fomenta el más alto sentido de bienestar. Te devuelve a la base de una relación sostenible: el amor infinito de Dios.
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