Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Si alguna vez hubo un lenguaje universal en este mundo, podría ser el del amor. Sin importar edad, raza, nacionalidad, género o condición social, todos queremos ser amados.
Los psicólogos modernos definen el amor como el fuerte deseo de unión emocional con otra persona. Cuando amas a alguien, te preocupas por ellos, hablas con ellos, quieres estar cerca de ellos y compartir con ellos.
Pero ¿cómo hacemos esas conexiones cuando amamos a Dios? ¿Cómo se puede crear un fuerte deseo de unión emocional con Dios? ¿Cómo hablas con Dios? ¿Cómo te acercas a Él?
En las enseñanzas bahá’ís, Dios le habla a la humanidad diciendo:
¡OH HIJO DEL SER!
Ámame, para que Yo te ame. Si tú no me amas mi amor jamás llegará a ti. Sábelo, oh siervo. – Bahá’u’lláh, Las Palabras Ocultas, p. 4.
Dios nos llama a amarlo, para que así nosotros podamos sentir su amor. El amor a Dios es recíproco, al igual que en otros tipos de amor. Sin embargo, el amor de Dios siempre está ahí. En primer lugar, Él nos creó por amor:
¡OH HIJO DEL HOMBRE!
Amé tu creación, por eso te creé. Por tanto, ámame para que mencione tu nombre y llene tu alma con el espíritu de vida. – Bahá’u’lláh, Las Palabras Ocultas, p. 4.
Si el deseo de una persona es hablar con la persona que ama y estar cerca de ella, entonces ¿cómo puede uno demostrar esto al tratar de nutrir su amor por Dios?
En las enseñanzas bahá’ís, Abdu’l-Bahá nos dice que la oración es «conversación con Dios». Cuando oramos, estamos hablando con Dios.
Piénselo de esta manera: cuando no hemos hablado con nuestros seres queridos por un tiempo, los extrañamos. Hay un vacío en nuestro espíritu. Hay un anhelo de escuchar su voz u obtener alguna comunicación de ellos, y eso es lo que mantiene la relación. Del mismo modo, cuando formamos un hábito espiritual como el de orar al menos cada mañana y cada tarde y cuando nos salteamos nuestra conversación diaria sentimos una desconexión con el Creador. Es como si no hubiéramos hablado con nuestro ser querido, por lo tanto, es difícil sentir el amor de Dios en esos momentos. Su amor no puede alcanzarnos.
Conocemos esa sensación de amor y calma que obtenemos cuando hemos hablado con los que amamos. Ese mismo sentimiento se logra en la oración cuando conversamos con Dios. «No hay nada más dulce en el mundo de la existencia que la oración«. – Abdu’l-Baha, Star of the West, Volumen 5, p. 41.
Debido a que no podemos ver a Dios, ¿cómo podemos estar cerca de Él? ya que el deseo más ferviente de todos es estar cerca del ser amado. En nuestro esfuerzo por alimentar nuestro amor por Dios, ¿qué debemos hacer para acercamos más a él? Es fácil percibir a Dios como lejano ya que Él está más allá de nuestro entendimiento físico y espiritual. Sin embargo, él nos ha asegurado que está cerca de nosotros:
«Nosotros estamos más cerca del hombre que su vena vital» – Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, p. 185.
Mi amor está en ti, conócelo para que me encuentres junto a ti. – Bahá’u’lláh, Las Palabras Ocultas, p. 6.
¿Qué es, entonces, aquello que nos impide sentir la presencia de Dios cerca de nosotros? En la Biblia, Génesis 1:27, nos dice que «fuimos creados a imagen y semejanza de Dios». Esta semejanza a Dios no es una semejanza física, sino más bien una manifestación de las virtudes o cualidades que Dios posee. Por ejemplo, Dios es el que todo lo ama, por lo tanto, Él nos ha dotado con la capacidad de amar. Dios es el Todomisericordioso, del mismo modo, al manifestar esta semejanza a Dios, el ser humano tiene la capacidad de perdonar.
Cuando uno ama a otro, es natural querer hacer cosas que agraden al ser amado. De esa manera, la unión emocional se fortalece y se desarrolla una sensación de cercanía, un vínculo fuerte.
Del mismo modo, en nuestro amor por Dios, nos esforzamos por hacer las cosas que le agradan y que nos acercarán más a Él. Por ejemplo, estar en perfecta unidad con los demás, servir a la humanidad, mostrar bondad, amar toda la creación de Dios y practicar todas las demás virtudes que Él ha dotado en nosotros.
Sin embargo, cuando hacemos cosas que desagradan a Dios, no podemos sentir Su presencia. La envidia, el odio, el apego a las cosas materiales, los chismes, los deseos mundanos, etc. nos privan de sentir el amor de Dios.
¡OH HIJO DE LA TIERRA!
Si me deseas no busques a nadie más que a mí, si quieres contemplar mi belleza cierra tus ojos al mundo y a todo lo que hay en él, pues mi voluntad y la voluntad de otro que no sea Yo, al igual que el fuego y el agua, no pueden permanecer juntas en un corazón. – Bahá’u’lláh, Las Palabras Ocultas, p. 33.
Cuando uno aprende a amar a Dios, Él se convierte en un confidente y un verdadero amigo, al igual que en el otro tipo de amor. En esta conversación a través de la oración, uno se vuelve hacia Dios en busca de guía y en ese proceso encuentra luz en todas partes. Como todos sabemos, el amor es contagioso. Cuando amas a Dios, podrás sentir el amor de Dios por ti y, a cambio, mostrarás un mayor amor a todas las personas que Dios creó con amor.
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