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¿Qué es la opresión espiritual?

Zarrín Caldwell | May 25, 2024

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Zarrín Caldwell | May 25, 2024

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Como nueva profesora auxiliar que imparte clases en la universidad comunitaria, escucho constantemente las palabras «opresor, oprimido, opresión» tanto por parte de profesores como de alumnos, y el tema invade también últimamente los espacios de los medios de comunicación.

Así que empecé a preguntarme qué tienen que decir los escritos bahá’ís sobre conceptos como éste, cada vez más frecuentes en el discurso público, definidos de muy diversas maneras.

La palabra «opresión» aparece cientos de veces en los escritos bahá’ís, pero en la mayoría de los casos se refiere a la opresión de los primeros creyentes en la fe, que fueron perseguidos de muchas formas terribles por las autoridades religiosas de la época. Bahá’u’lláh, quien sufrió unos 40 años de tortura, encarcelamiento y exilio, también se refería a sí mismo como «El Oprimido».

Curiosamente, los escritos bahá’ís también se refieren a la opresión en el contexto de la opresión espiritual, apenas mencionada en los diálogos actuales. Bahá’u’lláh escribió al respecto de esta manera:

¿Qué «opresión» es más dolorosa que el hecho de que un alma busque la verdad y desee alcanzar el conocimiento de Dios, y no sepa a dónde dirigirse ni de quién obtenerlo? Pues las opiniones se han diversificado gravemente, y los caminos para alcanzar a Dios se han multiplicado… «opresión» significa la falta de capacidad para adquirir conocimiento espiritual y entender la Palabra de Dios. Significa que, cuando el Sol de la Verdad se haya puesto, y los espejos que reflejan Su luz hayan desaparecido, la humanidad será afligida por «opresión» e infortunio y no sabrá adónde dirigirse en busca de guía.

Desde esta perspectiva, quizá todos sufrimos opresión porque no hemos escuchado la guía espiritual que el Creador nos ha ofrecido, más recientemente a través de la revelación de Bahá’u’lláh.

¿Cómo se produce este tipo de opresión? Cualidades como la opresión, las disputas, las luchas, el derramamiento de sangre y los saqueos se mencionan en los escritos bahá’ís como originarios del mundo de la naturaleza, no de los reinos espirituales superiores. Como señaló Abdu’l-Bahá:

Son pocos los que han sido librados de esa oscuridad, que han ascendido del mundo de la naturaleza al mundo del hombre, que han seguido las Enseñanzas divinas, que han servido al mundo de la humanidad, que son resplandecientes, misericordiosos, iluminados y semejantes a un jardín de rosas.

En términos más sociales, cuando intentamos llevar la justicia al mundo de la humanidad, las enseñanzas de Bahá’u’lláh aconsejan a sus seguidores que sean «un sostenedor y defensor de la víctima de la opresión». Los escritos bahá’ís también asocian la palabra «opresión» con tiranía, como en el siguiente pasaje de Bahá’u’lláh: «La Justicia en este día lamenta su penosa condición, y la Equidad gime bajo el yugo de la opresión. Las densas nubes de la tiranía han oscurecido la faz de la tierra y han envuelto a sus habitantes».

En otro pasaje de un discurso que pronunció en París, Abdu’l-Bahá dijo:

Es mi esperanza que vosotros siempre tratéis de abolir la tiranía y la opresión; que trabajéis sin cesar hasta que la justicia reine en cada región, que conservéis vuestros corazones puros y vuestras manos limpias de injusticia.

Está claro que existen opresores en la sociedad humana, como atestigua cualquier análisis de las acciones de criminales de guerra y tiranos, y sus víctimas merecen justicia a través de instituciones eficaces y la aplicación justa del derecho internacional. Los bahá’ís de todo el mundo aspiran a hacer frente a las numerosas injusticias de la sociedad que deben abordarse, incluyendo, entre otras, la eliminación del racismo estructural y la lucha contra los extremos de riqueza y pobreza, que hacen que algunos vivan en el regazo del lujo mientras masas de la humanidad viven en la mayor miseria y privación.

A nivel individual, sin embargo, los escritos bahá’ís me parecen mucho más matizados. No segregan ni dividen a las personas en grupos antagónicos basados en ninguna clase de «opresores» frente a «los oprimidos». Este enfoque ocupa un lugar destacado en las ideologías de pensadores como el teórico político alemán Karl Marx y el filósofo y educador brasileño Paolo Freire. Aunque estos pensadores han llamado acertadamente la atención sobre las injusticias de la sociedad, sus ideas y soluciones, al menos en mi opinión, parecen fundamentalmente divisorias, oponiendo a grupos de seres humanos entre sí. Históricamente, este tipo de antagonismo de clase ha llevado a las sociedades por caminos muy oscuros, desunidos y manchados de sangre.

Según las enseñanzas bahá’ís, los prejuicios nunca resultan buenos. Adoptar ese tipo de mentalidad solo puede causar daño a los demás y a nosotros mismos. Como señalaba una carta de noviembre de 2022 de la Casa Universal de Justicia, el órgano de gobierno mundial de la fe bahá’í elegido democráticamente: «La rivalidad entre grupos perjudica a todos, obstruye la justicia y suprime las potencialidades de individuos y grupos, cuyas contribuciones son necesarias para la mejora de la sociedad» [Traducción provisional de Oriana Vento] .

¿Cómo podríamos poner en práctica este principio en nuestra vida cotidiana? Las enseñanzas bahá’ís recomiendan empezar por no juzgar ni categorizar a grupos enteros de personas como «buenos» o «malos». Por ejemplo, hace unos años tuve que utilizar un plan de estudios que tachaba repetidamente de «opresores» a todas las clases blancas y «privilegiadas» y decía que no habían hecho casi nada bueno por la sociedad a lo largo de varios cientos de años y que todos los demás, etiquetados como «los oprimidos», debían rebelarse, con violencia si era necesario.

La historia muestra indicios tanto de avances como de retrocesos, y los educadores deberían, por supuesto, enseñar ambas narrativas, pero no reconocer las primeras y juzgar a categorías enteras de personas basándose en etiquetas y estereotipos me parece tanto muy equivocado como intelectualmente perezoso. En consecuencia, dejé ese puesto en cuanto me fue posible. Espero que los profesores de todo el mundo puedan transmitir que todos los jóvenes, de cualquier clase o raza u origen, merecen dignidad. Para ello hay que ir más allá de las etiquetas y explorar cómo cada persona puede contribuir de forma significativa a la mejora de la sociedad.

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Para los bahá’ís, ese enfoque incluye a quienes tienen medios económicos. Los escritos bahá’ís contienen muchos pasajes que alaban a quienes son generosos y utilizan lo que han adquirido honestamente para ayudar a los menos afortunados. La Casa Universal de Justicia ha escrito más sobre este punto: «Sólo si perciben el honor y la nobleza en cada ser humano —lo cual es independiente de la riqueza o la pobreza— serán capaces de defender la causa de la justicia».

De hecho, a nivel individual, los escritos bahá’ís instan a los bahá’ís a «tratar a sus opresores con bondad amorosa». Como explicó Abdu’l-Bahá:

¡Oh mis amados! El mundo está envuelto en la densa oscuridad de una rebelión general y es barrido por un torbellino de odio. Son los fuegos de la malevolencia los que lanzan sus llamas hasta las nubes del cielo, es un torrente saturado de sangre el que rueda por las llanuras y desciende por las laderas de los montes, y nadie en toda la tierra puede hallar paz alguna. Por consiguiente, los amigos de Dios deben engendrar esa ternura que proviene del Cielo, y conferir amor en el espíritu a todo el género humano… Deben sacrificarse a sí mismos por sus amigos y desear buena suerte a sus enemigos. Deben consolar a los que tienen malas inclinaciones y tratar a sus opresores con bondadoso afecto. Deben ser como agua refrescante para el sediento y un remedio eficaz para el enfermo, un bálsamo curativo para el doliente y un solaz para todo corazón abrumado.

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