Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
El origen y centro de cualquier Fe es el fundador. Él, no sus seguidores, define la religión, establece sus principios y los presenta a los corazones humanos.
El mensajero de Dios es la referencia por la cual debemos evaluar cualquier religión, no las interpretaciones o ideas limitadas de los que vinieron después.
Bahá’u’lláh constituye el fundamento de la Fe Bahá’í, y el eje en torno al cual giran todas las enseñanzas y principios de su religión. Conocer a Bahá’u’lláh es leer sus escritos; ahí está la esencia de su mensaje.
Mis palabras son inadecuadas para describirlo; no encuentro ninguna descripción o caracterización satisfactoria.
¿Cómo puedo describir la majestad de Bahá’u’lláh, su santidad esencial y el resplandor de su ser, de manera que puedan compartir la estima y reverencia que siento cuando leo pasajes de sus escritos? Sólo al leerlos por ti mismo conseguirás esto. Incluso los historiadores contemporáneos que presenciaron y registraron los acontecimientos sin parangón de la vida de Bahá’u’lláh a menudo se quedaron sin palabras en su intento de describirlo.
Profesor Edward Granville Browne de la Universidad de Cambridge.
Probablemente el mejor intento de describirlo ocurrió sólo dos años antes de la muerte de Bahá’u’lláh, cuando recibió a uno de los pocos occidentales que lo conoció. El visitante fue Edward Granville Browne, un joven orientalista en ascenso y futuro profesor de la Universidad de Cambridge en Inglaterra. Años más tarde, al describir su encuentro con Bahá’u’lláh, Browne escribió:
Aunque yo tenía una vaga idea del lugar adonde iba y a Quién iba a contemplar (pues no se me había proporcionado ninguna información precisa), pasaron algunos segundos antes de que, estremecido de asombro y reverente temor, tuviera conciencia de que la habitación no estaba vacía. En el ángulo donde el diván se apoyaba en la pared, distinguí una extraordinaria y venerable figura… El rostro de Aquel a Quien contemplé nunca lo podré olvidar y, no obstante, no puedo describirlo. Esos ojos penetrantes parecían leer mi propia alma; en Su amplia frente había poder y autoridad… ¡No necesitaba preguntar en presencia de Quién me encontraba al inclinarme ante Aquel que es objeto de una devoción y amor que los reyes podrían envidiar y por los cuales los emperadores suspiran en vano! Una voz digna y suave me pidió que me sentara. – E.G. Browne, citado por Shoghi Effendi en Appreciations of the Baha’i Faith, p. 16.
Bahá’u’lláh le dijo estas palabras a Browne:
¡Alabado sea Dios por haber llegado hasta Mí! … Has venido a ver a un prisionero y un desterrado … Nosotros solo deseamos el bien del mundo y la felicidad de las naciones; sin embargo, Nos consideran causantes de sedición y rivalidades, merecedores de la prisión y el destierro … Que todas las naciones tengan una fe común y todos los hombres sean hermanos; que se fortalezcan los lazos de afecto y unidad entre los hijos de los hombres; que desaparezca la diversidad de religiones y se anulen las diferencias de raza. ¿Qué hay de malo en esto? … Pero esto se cumplirá, estas luchas sin objeto, estas guerras desastrosas desaparecerán y la ‘Paz Más Grande’ reinará … Sin embargo, vemos vuestros reyes y gobernantes disipando sus tesoros más en medios de destrucción de la raza humana que en aquello que proporcionará felicidad a la humanidad … Estas luchas, este derramamiento de sangre y esta discordia cesarán y todos los hombres serán como miembros de una sola familia … Que ningún hombre se gloríe de que ama a su patria; que más bien se gloríe de que ama a sus semejantes…”. – La proclamación de Bahá’u’lláh, pág. V.
Ningún término satisfactorio es suficiente para describir el carácter o la personalidad de Bahá’u’lláh o, de hecho, la naturaleza misma de los mensajeros. En el pasado, la gente ha tratado de describir retrospectivamente a Moisés, Buda, Jesús o Muhammad, pero no han logrado captar el espíritu místico de adoración de los primeros apóstoles y discípulos por los mensajeros de Dios. A lo largo de los años, poco a poco, la gente se fue conformando con un puñado de designaciones para el mensajero de Dios para su época: palabras como profeta, vidente, revelador, portavoz, salvador, mesías, redentor, iluminado. Estos representan nuestros esfuerzos empobrecidos para describir algo que ha venido de Dios y que está más allá de nuestro vocabulario.
Lo mismo sucede con Bahá’u’lláh. En cierto sentido, describir al mensajero de Dios es como describir al sol. Puedo describir la luz y el calor del sol, pero al final las palabras no transmiten su realidad centelleante y vivificante.
Tal vez, para entender mejor tanto al sol como al mensajero de Dios podamos representarlos con la analogía del espejo: así como un espejo perfectamente pulido ubicado frente a la luz del sol, Bahá’u’lláh, al igual que todos los mensajeros pasados, refleja la gloria de Dios. En un sentido físico, Bahá’u’lláh y estos mensajeros no son Dios, así como el reflejo en el espejo no es el sol. Aunque aquel reflejo brillante y el sol mismo parecen ser iguales, ambos derramando su luz y calor sobre nosotros, estos son dos elementos separados. Es imposible para nosotros acercarnos al sol real sin consumirnos en una fuerza poderosa más allá de nuestra comprensión, pero podemos acercarnos al reflejo en el espejo y entender algo de la luz y el poder del sol. En el mismo sentido, los santos mensajeros funcionan como intermediarios entre Dios y la humanidad, como aquel espejo en cuyo reflejo podemos ver los atributos de Dios.
Uno de los símbolos de la Fe Bahá’í expresa este concepto. Los bahá’ís que desean llevar un símbolo de su religión a veces lo utilizan como emblema en un anillo. El símbolo posee dos elementos básicos: el diseño en sí y las letras árabes caligráficas que contiene:
Como diseño, los trazos horizontales representan simbólicamente, de arriba abajo, el mundo de Dios, el Creador; el mundo del mensajero y su causa; y el mundo del hombre, la creación. La línea vertical pasa por la línea horizontal media: el mundo del mensajero, uniendo así el mundo del Creador con el de su creación. Las dos estrellas de cinco puntas a cada lado de la línea media representan el cuerpo humano, además de simbolizar a los dos mensajeros de esta época, Bahá’u’lláh y su antecesor, el Bab. El diseño está compuesto por las letras árabes «b» y «h», que representan las consonantes de las palabras «Baha» y «Bab», los títulos de los dos mensajeros más recientes de Dios.
Esta serie de ensayos es una adaptación del libro de Joseph Roy Sheppherd Los Elementos de la Fe Bahá’í, con permiso de su viuda Jan Sheppherd.
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