Belleza inesperada: el aspecto positivo de las pruebas, la pérdida y el dolor

Hace unos años, vi la película Belleza inesperada. En una de las conmovedoras escenas, veíamos los recuerdos de una madre reviviendo los últimos días de su hija en el hospital con una forma rara y mortal de cáncer cerebral.

La madre, luchando por aceptar que su hija no iba a sobrevivir, lloraba en el pasillo fuera de la habitación de su hija. Una mujer mayor le preguntó: «¿A quién pierdes?».

«A mi hija», respondió.

Para su sorpresa, la mujer mayor le dijo: «Asegúrate de notar la belleza inesperada».

La primera vez que escuché ese comentario me pareció extraño y un poco ridículo. Me pregunté: «¿Cómo puede una experiencia tan traumática producir algo de belleza, y qué significa siquiera ’belleza inesperada’?». Pero cuanto más me humillo ante las pruebas y aprendo de las lecciones que dan, más noto su potencial para crear algunas repercusiones de belleza, si se lo permitimos.

Bahá’u’lláh, el fundador de la fe bahá’í, habló de la doble naturaleza de las pruebas y los desafíos de la vida:

¡Oh hijo del hombre! Mi calamidad es Mi providencia, aparentemente es fuego y venganza, pero por dentro es luz y misericordia. Apresúrate hacia ella para que te conviertas en una luz eterna y un espíritu inmortal. Este es Mi mandato para ti; obsérvalo. – Bahá’u’lláh, Las palabras ocultas.

Mi primo murió en un accidente de moto hace nueve años. Éramos muy unidos, era como un hermano para mí y para el resto de mis hermanos. Perderlo fue increíblemente doloroso para todos nosotros, y tardamos mucho tiempo en recuperarnos. Solía preguntarme si habría algún día en el que no se me saltarían las lágrimas en cuanto me acordara de él.

Pero mirando hacia atrás, veo que en medio de tanto dolor y angustia, mi familia y yo nos unimos más. Vi cómo mi familia ganaba una nueva hermana -la novia de mi primo de toda la vida- que se quedó con nosotros durante un mes después de su muerte. Vi cómo dos de mis hermanos, que no se llevaban bien, se hablaban por fin después de muchos años de silencio. Vi a mi hermana, que a menudo levanta muros emocionales, sentirse lo suficientemente cómoda como para ser vulnerable y llorar a mi lado. Sentí que mi corazón se conectaba más con mi primo, después de muchos sueños que me mostraban que estaba en un lugar mejor.

Cuando me hundí más en una depresión al año siguiente, después de asistir a una escuela con un clima racista y tóxico, empecé a escribir canciones y poemas tras un paréntesis de varios años para sanar y honrar la memoria de mi primo. Si antes él no sabía lo amado que era, definitivamente lo sabría entonces. Con cada poema que escribía sobre cada experiencia dolorosa, más ligero se sentía el peso en mi corazón.

Escribir poesía me dio voz y se convirtió en una fuente de curación. Estoy muy agradecida por ese regalo de luz en la oscuridad. Ahora sé que cada vez que me siento triste, solo tengo que escribir hasta que el sentimiento desaparezca. Necesitaba aprender a crear belleza a partir del dolor.

Me di cuenta de que la belleza inesperada crea ese aspecto positivo detrás de cada tormenta, el fortalecimiento de nuestras almas, y esa luz divina dentro de nosotros que brilla aún más en la oscuridad. Exteriormente, las pruebas suelen parecer «fuego y venganza». La calamidad es difícil, traumática y dolorosa, pero la necesitamos para crecer y fortalecer nuestras almas. Las enseñanzas bahá’ís dicen:

Cuanto más uno se separa del mundo, de los deseos, de los asuntos humanos y de las condiciones, más resistente es uno ante las pruebas de Dios. – Abdu’l-Bahá, según lo dicho a Edward Getsinger, Star of the West [Traducción provisional por Oriana Vento].

Como cualquier prueba académica o física, también podemos pasar o fallar nuestras pruebas espirituales. Fallamos estas pruebas cuando aumentamos nuestro apego a este mundo y nos volvemos más enojados, deprimidos y desesperados como resultado.

A menudo, la gente deja que las emociones difíciles justifiquen sus sentimientos o sus acciones, que les llevan a su degradación, como la murmuración, la promiscuidad, las drogas o el alcohol. Pero esto solo intensifica el dolor y lo multiplica en diversos grados, porque entonces se siente dolor de múltiples fuentes en lugar de solo la original. Todo esto crea daños colaterales.

Creo que Dios nos da pruebas para crear belleza inesperada. Así que, en cada prueba que recibimos, ¿qué pasaría si nos preguntáramos: «¿Por qué me ha puesto Dios en esta posición, y cómo puedo aprovecharla al máximo? ¿Qué puedo aprender de esta dificultad en mi vida?».

En la película Belleza inesperada, la madre de la historia acabó dirigiendo un grupo de apoyo al duelo para ayudar a otros a afrontar pérdidas tremendas como la suya. No se limitó a fijarse en la belleza inesperada: buscó activamente formas de crearla, y todos podemos hacerlo también.