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Ciencia

Ciencia y religión: abriendo espacio para el corazón y el espíritu

Brad Miller | Ene 8, 2022

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Brad Miller | Ene 8, 2022

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Vivimos en una era tecnológica, y el entrenamiento de la mente científica tiende a considerar las virtudes del corazón como impedimentos para alcanzar la verdad, hasta el punto de que la propia religión está a punto de convertirse en una opción de último recurso.

Sin embargo, es evidente que las enseñanzas bahá’ís alaban la ciencia, elevan su búsqueda y promueven la unidad de la ciencia y la religión. Abdu’l-Bahá, en los discursos que pronunció en Norteamérica a principios del siglo XX, dijo «La ciencia es la primera emanación o efluvio de Dios hacia el hombre» y «Las virtudes de la humanidad son muchas, pero la ciencia es la más noble de todas ellas».

Sin embargo, a pesar de la primacía de la ciencia en nuestra era, la mayoría de nosotros estaría de acuerdo en que nuestros esfuerzos para superar los enormes problemas a los que se enfrenta la humanidad tendrán que basarse en fuerzas espirituales además de materiales. En sus charlas y escritos, Abdu’l-Bahá lo expresó de forma clara y consistente:

… el progreso material y el progreso espiritual son dos cosas completamente distintas, y… solo si el desarrollo material marcha a la par del crecimiento espiritual, podrá alcanzarse un verdadero progreso… Si todas las personas siguieran los Sagrados Consejos y las Enseñanzas de los Profetas, si la Luz Divina brillara en todos los corazones y si fuesen realmente religiosas, muy pronto veríamos la paz sobre la tierra y el Reino de Dios entre los seres humanos. Las leyes de Dios pueden ser comparadas con el alma, y el progreso material con el cuerpo. Si el cuerpo no estuviese animado por el alma, cesaría de existir. Es mi más ferviente plegaria que la espiritualidad crezca y se desarrolle en el mundo, para que las costumbres sean iluminadas, y la paz y la concordia puedan ser establecidas.

En un artículo sobre este tema, el físico bahá’í Farzam Arbab aludió a una síntesis de esos dos sistemas de conocimiento:

… lo que creo que ocurrirá es que el físicalismo, el esfuerzo por explicarlo todo, incluyendo la vida, la conciencia, la razón y la moralidad, utilizando el contenido y los métodos establecidos por las teorías [puramente físicas], caerá en descrédito a medida que se produzcan avances en la comprensión de las interacciones entre lo subjetivo y lo objetivo.

A decir verdad, los conceptos centrales que Arbab discute en su artículo han mantenido mi atención envuelta durante años. Han funcionado en mí como un sueño recurrente, un acertijo metafísico, mientras intentaba descifrar sus implicaciones más profundas.

Ahora sé por qué. Su pieza contiene un desafío implícito e íntimo para mí, su mensaje es una enorme prueba psicológica y espiritual en mi propia búsqueda de crecer y dejar de lado las cosas de la infancia.

Lo confieso: durante mucho tiempo he tenido un prejuicio contra la supuesta supremacía de la mente, en favor de la calidez y la ternura del corazón. La mente racional, esa mente brillante de la ciencia y la tecnología, siempre me ha parecido incorregiblemente fría e indiferente, mientras que el corazón espiritual irradia amor y perdón. Especialmente hoy, inmersos como estamos en una cultura científica y tecnológica frenética, nuestros líderes de pensamiento dicen que la mente es solo una especie de máquina, un ordenador inteligente, y no un océano inquieto, un árbol tierno o un león agazapado.

¿Pero no es el corazón del hombre al que debemos dirigirnos, donde realmente residen la paz y la reconciliación, la alegría y el regocijo, el cambio y la transformación?

Por eso me preocupa que, si no tenemos cuidado, nos aclimatemos a un concepto de la mente desprovisto de esas dimensiones sentimentales pero más ambiguas de la intuición y la inspiración, incluso del sentimiento y el amor, cosas a las que los buscadores y los poetas prestan atención pero que la ciencia ha tendido a ignorar por considerarlas poco fiables desde hace siglos.

Pero en mi exploración de los escritos bahá’ís he respondido finalmente a ese enigma y he reconciliado esa rivalidad entre ciencia y religión. Mi avance se produjo cuando me di cuenta de que la mente y el corazón son realmente la misma cosa, son solo dos designaciones diferentes para varios aspectos del único espíritu de cada ser humano. No soy un psicólogo ni un profesor, solo un estudiante de la revelación bahá’í, y ahora comprendo que Bahá’u’lláh ya puso fin a este asunto, cuando escribió que el Creador:

… escogió conferirle al hombre la singular distinción y capacidad de conocerle y amarle; una capacidad que debe necesariamente ser considerada el impulso generador y el objetivo primordial que sostiene la creación entera…

En otras palabras, cuando esas dos capacidades se coordinan, constituyen un impulso y un propósito, por lo tanto, un movimiento, una intencionalidad que redefine por completo el núcleo de la conciencia humana. En esta época bahá’í, esas dos capacidades «son realmente indivisibles», según el autor bahá’í John Hatcher, «una acción que consta de dos partes integradas», que constituyen una sola mente.

De hecho, la mente del científico y la del creyente son en realidad la misma cosa. Ambos buscan la verdad, y ambos son amantes y conocedores.

Pero hay más en mi nueva comprensión. Considera estas palabras de Abdu’l-Bahá del libro Contestación a unas preguntas:

… al explicar la realidad del espíritu -su condición y su dignidad- estamos obligados a dar explicaciones mediante formas de cosas perceptibles, ya que en el mundo exterior todo lo existente es perceptible.

Si queremos celebrar un matrimonio tan improbable de dos antítesis tan antiguas, entonces, solo puede lograrse por medio de la imaginación espiritual.

Toda la literatura sagrada se basa en las metáforas, las parábolas y las comparaciones, con el apoyo de la autoridad espiritual, incluidas las enseñanzas y los escritos de la fe bahá’í.

El trinar de los pájaros, el oleaje de los océanos, la caída de los leviatanes son metáforas con las que los bahá’ís están familiarizados y que ayudan a anclar la percepción espiritual asociándola con fenómenos físicos sensibles.

Considera que estas palabras de poesía pura, investidas de la autoridad espiritual y la imaginación espiritual de Abdu’l-Bahá, emanan de la mente de Dios:

Si un alma en este día actuare conforme a los preceptos y consejos de Dios, será como un médico divino para la humanidad… hará resucitar a los muertos de este mundo contingente… De este modo, un insignificante mosquito llegará a ser un águila en la plenitud de sus fuerzas y un débil gorrión se transformará en un halcón real de las alturas de antigua gloria

Dos alas, una mente de águila, enloquecida tanto por el amor como por el conocimiento, pero centrada y unida, finalmente.

El artículo de Farzam Arbab es una versión editada de su conferencia en memoria de Balyuzi, presentada en la conferencia anual de la Asociación de Estudios Bahá’ís, en Montreal, en agosto de 2016. Mi comentario se hace más sobrio y respetuoso sabiendo que este antiguo miembro de la Casa Universal de Justicia falleció el 25 de septiembre de 2020.

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